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La historia de Ángel Gahona, el periodista asesinado en Bluefields

Esta es la historia de Ángel Gahona un hombre que murió haciendo lo que siempre quiso: periodismo. Le encantaba andar en moto, cocinar, bailar y estar con su familia. Ahora sus familiares exigen justicia tras su asesinato

Ángel Gahona amaba la cocina, el color azul y vestirse con el traje de chef que su madre le había zurcido. Lo usaba especialmente cada 22 de diciembre, cuando la familia se reunía en casa de sus padres y él preparaba el tradicional pan de jamón venezolano que se servía en Navidad.

El oficio de panadero y el hobbie de cocinero los aprendió siendo un niño y por necesidad. En 1981, cuando tenía 5 años, sus padres huyeron hacia Venezuela por los aires de guerra y violencia que se vivían en Nicaragua. Algún rato lo pasaron desempleados y Ángel, que había aprendido a hornear pan en un colegio adventista, preparaba reposterías y salía a venderlas por las calles de aquella Venezuela ochentera para poder llevar algo de dinero a su casa.

Ángel usando el traje de chef que su madre le hizo. Su color favorito era el color azul.
LA PRENSA/ Cortesía de la familia

También le había tocado volverse cocinero porque era el mayor de cuatro hermanos y por cuestiones de trabajos esporádicos sus padres no siempre estaban en casa. Uno de los recuerdos que constantemente invaden la memoria de Juan Carlos Gahona, uno de los hermanos menores, es de cuando Ángel estaba en primaria y llegaba a traerlos a él y a su hermana menor a preescolar, para llevarlos a casa tomados de la mano. Una vez en casa, si sus padres estaban trabajando, Ángel agarraba un pote de leche, lo volteaba y se subía en él para alcanzar la cocina y freírles un huevo, que era el almuerzo.

Hace unas semanas, Ángel todavía tenía la costumbre de vestirse de chef y cocinarle a su familia. Sin embargo, en la casa de los Gahona este año no habrá pan de jamón para Navidad.

Para su padre y su hermano menor tampoco habrá Serie Mundial de beisbol ni Mundial de futbol. Los tres solían reunirse a ver todos los partidos y entre innings y medios tiempos, Ángel se levantaba apresurado a la cocina para prepararles limonadas y bocadillos. Pero Ángel ya no está.

El 21 de abril fue muerto de un disparo en la cabeza cuando hacía una transmisión en vivo para su canal El Meridiano, sobre los daños causados en la Alcaldía de Bluefields por las protestas que se habían vivido en la tarde y noche de ese funesto sábado. Su madre, Amanda, ahora advierte que cuando Ángel era un niño ella nunca se dio cuenta que la pasión de su hijo era el periodismo. Ahora lo recuerda agarrando los casetes de música cristiana que había en la casa y descubriendo la forma de grabarse en estos leyendo las noticias del periódico.

Niñez en Venezuela

Arriba, de derecha a izquierda: El padre, la esposa y la madre de Ángel Gahona. Abajo: Ángel Gahona, su hijo mayor, uno de sus sobrinos, y su hija menor. LA PRENSA/ Uriel Molina

Ángel Gahona amaba la Navidad. Cada año era el principal interesado en que el árbol navideño de la casa estuviera bien decorado. Es algo que lleva desde niño, cuentan sus padres, Ángel y Amanda Gahona, sentados en un sofá con una fotografía de su hijo frente a ellos, que contemplan constantemente, al mismo tiempo que se limpian de las mejillas las lágrimas que brotan cuando hablan y piensan en su hijo muerto.

Ambos recuerdan, por ejemplo, la primera Navidad que pasaron en Venezuela, unos meses después de haber dejado el país por la guerra que comenzaba a recrudecer. Diciembre se acercaba y con él las celebraciones navideñas. El pequeño e ilusionado Ángel les preguntó si habría árbol de Navidad en su casa ese año. Ángel y Amanda Gahona estaban desempleados y no tenían dinero para las tradicionales y coloridas decoraciones propias del último mes del año. Resignados le contestaron a su hijo de 5 años que no habría festejo porque carecían de dinero para pagarlo. “Entonces él se puso a trabajar con un señor vendiendo juguetes en una acera y con lo que ganó compró el primer árbol de Navidad con todos sus adornos y lo llevó a la casa. Después en todas las Navidades él era el más interesado en que arregláramos la casa y el árbol”, cuenta su padre.

La vida en otro país era difícil. Sus padres a duras penas conseguían trabajo y cuando no era suficiente Ángel buscaba la forma de ayudar. “Él decía que no quería ser una carga”, dice su papá. Era quien se encargaba de cuidar a sus hermanos menores cuando estaban solos en casa. Juan Carlos Gahona dice que nunca olvidará la atención con la que su hermano los dejaba y traía todo el tiempo de sus aulas de clase. “Él le pedía permiso a la maestra para irlos a retirar del preescolar y que lo esperaran hasta que terminaran las horas de clase”, dice su madre.

Juan Carlos Gahona , hermano de Ángel Gahona periodista asesinado en Bluefields. Uriel Molina / LA PRENSA.

Su hermano menor también recuerda lo sobreprotector que era con él. A pesar de lo menudo que era de niño y de la baja estatura que tenía, Juan Carlos recuerda que cuando alguien quería golpearlo durante un juego de futbol o algo similar, Ángel corría hasta donde él para defenderlo.

Su madre, por otro lado, recuerda una anécdota de cuando la familia aún vivía en Nicaragua y su hijo asistía a un preescolar en Jardines de Veracruz. Un día llegó a casa después de clases y le pidió a sus padres que por favor lo sacaran de ese colegio donde estudiaba. Cuando le preguntaron por qué, el niño contestó que lo querían obligar a decir cosas que no quería. “Hoy la maestra nos puso a gritar a todos los niños: Somos hijos de Sandino. Y a mí me regañó porque yo no quería gritar. Yo no grité. ¿Por qué? ¿Verdad que yo soy hijo tuyo, papá?”, cuenta su madre.

A pesar de que varias veces tuvo que interrumpir sus estudios por problemas económicos, la madre de Ángel explica que siempre le gustó hablar mucho en público y era el tipo de niño que siempre levantaba la mano cuando se trataba de pasar al frente de la clase para exponer. También recuerda sus travesuras con los casetes cuando era un niño y lo único que lamenta ahora es haberlo visto como una travesura, no como una señal de su verdadera vocación.

Vivir y morir por una profesión

Según sus familiares, Ángel era uno de los periodistas más queridos en Bluefields. LAPRENSA/ Cortesía de la familia

La última vez que Migueliuth Sandoval vio a Ángel con vida, el periodista estaba haciendo una transmisión en vivo desde la página de Facebook del noticiero que ambos administraban: El Meridiano. Unas horas antes, estaban juntos en su casa, recostados y platicando. “El último beso que yo le di a él fue a un lado de su estómago. Lo recibió y se acomodó para dormir”, cuenta Sandoval.

A eso de las 5:30 Ángel se despertó para ir a imprimir un trabajo que debían entregar en la universidad el día siguiente. Él y su esposa estudiaban Licenciatura en Derecho todos los domingos. Migueliuth se quedó en casa y cuando regresó de imprimir el trabajo, le dijo a su esposa: “Amor, están destruyendo unos rótulos, la protesta se ha puesto más intensa. ¡Vamos!”. Sin embargo, no tenían con quién dejar a su hija menor, y acordaron que Ángel iría solo a cubrir las protestas.

Hizo una primera transmisión y después de una pausa su esposa lo llamó para felicitarlo por el trabajo y para advertirle que se cuidara mucho. “Tranquila, amor, solo hago la otra transmisión y me regreso a la casa”, le dijo Ángel.

El padre de Ángel escucha atento el relato de Migueliuth. Están sentados juntos en la sala de una casa donde se refugian por seguridad. El padre repite una y otra vez que está seguro que el periodismo es algo que su hijo siempre llevó en la sangre. Cuando niño, Ángel fue curioso y travieso. Desde que nació, dice su padre, el 14 de enero de 1976, “fue un hombre luchador”. Era un niño prematuro de peso y debió permanecer en una incubadora durante un mes.

De pequeño, Ángel se ganó una larga lista de castigos por arruinar los casetes que contenían música cristiana o prédicas de sus padres. “Para mí nació comunicador. Desde pequeño se metía a un cuarto donde nosotros teníamos una máquina de escribir y se ponía a teclear en la máquina. Con unos 8 o 9 años él agarraba mis casetes, los metía en la grabadora y había aprendido a ponerles un taquito de papel para grabar sobre la música que yo tenía. Se ponía a leer pasquines o los periódicos”, narra su papá.

Ángel Gahona junto a su hijo que lleva el mismo nombre. El día que fue asesinado, Gahona pasó la mañana jugando fútbol con su hijos, a quien también les estaba enseñado periodismo. En la fotografía se observa una placa que Gahona usaba todo el tiempo. Según su familia, la dio a hacer en caso de que algún día apareciera muerto y tuvieran que reconocerlo. LA PRENSA/ Cortesía de la familia

El amor por el periodismo germinó hasta que decidió estudiar la carrera en la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense (Uraccan). Después de trabajar en centros comerciales, puestos de comida, de administrar un cíber e incluso vender chatarra, Ángel decidió junto con su esposa cumplir su sueño de fundar un noticiero. Así nació El Meridiano. Migueliuth sería la presentadora y él el camarógrafo, editor, productor, etc.

El sábado acordaron que no cubrirían las protestas. Fue un día normal en el hogar de los Gahona Sandoval. En la mañana, Ángel llevó a su hijo a jugar futbol y por la tarde cocinaron juntos. Pero las manifestaciones recrudecieron. En la capital ya se contaban más de 30 jóvenes muertos por las manifestaciones y en Bluefields también estaban más intensas y con mayor represión policial. Por eso decidió salir.

Aquel sábado, cuando Ángel salió de su casa para imprimir su trabajo de la universidad se encontró con su hermano Juan Carlos Gahona en la calle, cuando se dirigía al supermercado. Su hermano, como siempre, iba a bordo de su moto. Lo saludó, le dio un beso y al regreso Ángel le dijo que fueran juntos a hacer tomas de recursos. “Yo le dije: primero voy a mi casa, me quito el short, las chinelas y me pongo ropa adecuada para acompañarte. Me dice: ‘De todas maneras yo voy rápido. Hago un par de tomas, videos y ya’. Yo me fui a mi casa”, cuenta su hermano.

La misma placa que Ángel usaba, ahora es propiedad de su hijo. LAPRENSA/ Uriel Molina 

Migueliuth Sandoval estaba pendiente de la segunda transmisión que haría su esposo y de pronto notó que el celular de Ángel enfocaba el cielo raso y empezó a escuchar los gritos de quienes lo acompañaban. Los vecinos llegaron a la casa de su esposa para cuidar a su hija, y Migueliuth se apresuró hasta la Alcaldía, donde estaba Ángel. La trasladaron al hospital y se repetía que todo estaba bien… que seguro solo estaba herido.

Pero cuando llegó al hospital ya no había nada que hacer. Su cuerpo estaba tapado. La llevaron a la morgue y se quedó sola con el cuerpo de su esposo. “Yo lo destapo y empiezo a hablar con él. Le digo: amor, tranquilo, la justicia es de Dios. Moriste como lo que sos. Le acomodé sus brazos”, cuenta Sandoval.

Después de los disparos, llamaron a Juan Carlos Gahona para decirle que Ángel estaba en el hospital. Se fue al hospital y la noticia fue que estaba muerto. “No salí de la morgue. Entré como pude y estuve con él en todo momento. Fue muy duro, porque lo miré en esa camilla y me parecía mentira que mi negro estuviera ahí”, dice Juan Carlos.

El crimen

Según sus padres, Ángel levaba el periodismo en la sangre. Desde niño se grababa a sí mismo en casetes leyendo en voz alta las principales notas de los periódicos de la ciudad. LA PRENSA/ Luis González

La transmisión en vivo de Ángel Gahona comenzó a las 6:36 de la tarde. Y se cortó después que el sonido de un disparo lo silenció.
Los periodistas que lo acompañaban aseguran que Gahona estaba rodeado de policías de esos que usan camisa celeste y antimotines. Al momento del disparo, sus padres narran que la protesta ya había avanzado algunos metros. “Ninguno de los chavalos que andaban haciendo protesta pudo haber tirado algo a 200 metros y darle a la cabeza”, dijo a LA PRENSA en días pasados la periodista Ileana Lacayo.

Un grupo de personas y colegas que lo acompañaban corrieron hacia él pegando alaridos y gritos mientras buscaban un vehículo para trasladarlo al hospital. En un video publicado en las redes sociales, se ve cómo Ángel yace en el suelo, sangrando, mientras los policías se alejan del sitio.

El martes 8 de mayo, más de 15 días después de la muerte de Gahona, la Fiscalía acusó en los tribunales por asesinato y asesinato frustrado a dos sospechosos del crimen: Brandon Cristofer Lovo Tayler y Glen Abraham Slate.

Sin embargo, sus familiares dudan que los jóvenes sean los autores del asesinato de Gahona. “Rotundamente no son”, dijo Juan Carlos Gahona, su hermano. “Yo todavía estoy tratando de creer y quiero confiar en la justicia de este país. He visto tantos videos, pero su muerte me impactó demasiado. Lo que me llama mucho la atención es que él no está en ningún momento en la manifestación, él está rodeado de policías y en un radio de 100 metros no hay ni un manifestante, entonces… ¡Por favor!”, dice Gahona.

Durante la acusación la Fiscalía aseguró que Cristofer Lovo Tayler fue quien disparó con un arma artesanal —la cual fue facilitada por Glen Abraham Slate— y al momento de hacerlo se encontraba a unos 69 metros de distancia. Además, sostuvo que el arma apuntaba hacia los oficiales de Policía que se encontraban cerca de Ángel.

Fue asesinado de un disparo en la cabeza mientras hacía una transmisión en vivo. LA PRENSA/ Cortesía de la familia

Por otro lado, también aseguró que uno de los perdigones del disparo impactó en el tórax, antebrazo derecho y el lado derecho de Gahona. Otro de los perdigones también habría lesionado a un oficial de Policía. “Yo ya le di las explicaciones al juez que cualquiera que estuvo en la vida militar —en los años ochenta— sabe que el alcance efectivo de una escopeta es de 30 metros… Después de los 30 metros, el viento le merma la velocidad y pierde la capacidad (los perdigones)”, aseguró el abogado defensor de los jóvenes Carlos Chavarría, según una publicación del Periódico Hoy.

Cony Tayler, la madre de uno de los acusados, asegura que su hijo es inocente. Brandon Cristofer ni siquiera estaba participando en las manifestaciones. Y él también resultó herido la noche en que asesinaron a Gahona.

Durante una conferencia de prensa, el asesor legal de la Comisión Permanente de Derechos Humanos aseguró que con un arma artesanal no hay forma de percutar tres balas, que eso solo es posible con un arma semiautomática. Esto, después de que la Policía asegurara que Gahona murió por tres impactos disparados con un arma artesanal.

Los familiares de Gahona y de las víctimas aún indican que hay más preguntas que respuestas. ¿Por qué los policías no lo socorrieron? ¿Quién hirió a Brandon Cristofer si él le disparó a Gahona? ¿Por qué dicen que fueron manifestantes si estos ya se habían alejado del lugar y Gahona solo estaba rodeado de periodistas? Su hermano, Juan Carlos Gahona, asegura que no quiere perder las esperanzas en la justicia del país.

Siempre azul

Gahona estudió periodismo en la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense.
LA PRENSA/ Cortesía de la familia

Pocas veces Bluefields ha sido escenario de un funeral como el de Ángel Gahona. Cientos de personas acompañaron a su familia por las calles de las ciudad, las que Ángel solía recorrer en su moto azul y saludando a todas las personas conocidas que se encontraba. Su hermano, Juan Carlos, dice que era tan querido, conocido y popular en el pueblo, que en un año tuvo que cambiar tres veces el pito de la moto de tanto que lo usaba.

En vida, Ángel Gahona había dejado las cosas claras: quería que su ataúd fuese color azul. Y se cumplió. El día que murió, llevaba una camisa azul y cuando fue enterrado usó una corbata azul que su padre le obsequió. El azul era su color favorito y todo quería tenerlo de ese color.

El sábado 21 de abril, Juan Carlos Gahona cuenta que una lluvia torrencial que se dio en Bluefields limpió la sangre de su hermano, que había quedado en la acera de la Alcaldía, donde murió. “Su sangre se esparció por la cuneta y recorrió las principales calles de ese pueblo, con el agua, hasta llegar a la bahía. Abonó la tierra de Bluefields”, dice su hermano.


 Periodista de Canal 6

En las publicaciones de medios del Gobierno se ha expresado que Ángel Gahona era corresponsal de Canal 6. Sin embargo, sus familiares aseguran que solo era un colaborador esporádico.

Migueliuth Sandoval explica que alguien se puso en contacto con Gahona para que fuera colaborador del canal; sin embargo, le dijo que ellos no tenían cómo pagarle. Así que le sugirió que se arreglara con la municipalidad para que le pagara por enviar y cubrir noticias oficialistas, las cuales se publicaban en los medios del Gobierno.

Pero su esposa explica que Gahona nunca recibió un solo pago por parte de la Alcaldía o el canal por las notas que su esposo realizó desde enero de este año. Lo único que recibió, dice, fue un saco lleno de juguetes en diciembre, que el Gobierno entrega a todos sus trabajadores.


 

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