Hay quienes creen que pedir la renuncia de Daniel Ortega y Rosario Murillo, aunque sea justo moralmente pues los responsables de la masacre contra los estudiantes no deben seguir gobernando, es una fantasía política porque simplemente ellos no renunciarán. Pero además, dicen, la renuncia de Ortega y Murillo sería muy peligrosa para Nicaragua porque crearía un vacío de poder con catastróficas consecuencias para la economía nacional y la paz social.
Pero la renuncia de Ortega y Murillo no puede causar vacío de poder si resulta de un acuerdo en el diálogo nacional, que incluya un plan de medidas institucionales y legales y un calendario de ejecución. No puede haber vacío de poder desde luego que la Constitución prevé, en su artículo 149, la renuncia o ausencia definitiva del presidente y el vicepresidente, y señala los pasos que se deben seguir para escoger en un plazo de 72 horas a quienes llenen las vacantes para cumplir el período de los renunciantes, o que mediante una reforma constitucional parcial convoquen a elecciones anticipadas. Todo depende de lo que se pueda acordar en el diálogo.
En este sentido, se considera que mejor que la renuncia de la pareja dictatorial sería la convocatoria a elecciones anticipadas, mediante la correspondiente reforma constitucional parcial que podría quedar aprobada en enero del próximo año. En ese caso Ortega y Murillo permanecerían en sus cargos hasta que los nuevos gobernantes sean elegidos en comicios libres y limpios y así el régimen orteguista tendría un “aterrizaje suave”, pactado y gradual, lo que sería muy bueno para la economía nacional que no seguiría sufriendo más quebrantos y retroceso.
Sin embargo, también esta alternativa se podría calificar como una fantasía, considerando que Ortega y su partido no han renunciado a su propósito de perpetuarse en el poder al precio que sea, como lo está demostrando ahora. Para eso reformó la Constitución y borró la prohibición de la reelección presidencial que fue incluida con la reforma constitucional democrática de 1995.
Para algunos, un logro democrático sería que Ortega se comprometiera en el diálogo a dar garantías políticas y legales para las elecciones de noviembre de 2021, en las que él y Murillo no se presentarían para la reelección. Pero la mayoría de los nicaragüenses que han protagonizado la gran revolución azul y blanco en las calles y caminos del país, y sobre todo los estudiantes que han sacrificado hasta sus vidas en la lucha contra la dictadura y para que Nicaragua vuelva a ser República, entenderían eso como una traición.
Es cierto que en un diálogo nacional o una negociación política no se puede conseguir todo lo que se quiere. Pero tampoco se debe permitir que Daniel Ortega se aproveche del diálogo para salirse con la suya y quedarse en el poder hasta 2022, o más allá. Ortega es astuto, tiene experiencia y conserva mucho poder. Obligarlo a ceder y que acepte el retorno a la democracia dependerá de la correlación de fuerzas en la calle y en gran medida de la magnitud y eficacia de las presiones internacionales.