Los pájaros de Nicaragua están inertes. Cayeron abatidos por los tiros de los sicarios del régimen de la pareja presidencial. Dos seres sin entrañas, tienen la voz de mando, y rezan contritos después de ordenar los asesinatos. Se enjuagan la boca con Dios y la Virgen Santísima, mientras le incrustan a la juventud una corona de espinas. Es una corona para que sufra, y no para que se defienda, pues bien saben que nuestra juventud está inerme. Digo inerme y siento viscosa mi saliva al recordar la infame burla cotidiana de los gobernantes, mientras hacen gárgaras con los sentimientos religiosos del pueblo. ¿Están resignándose a emigrar? Temo al pensar que también los buitres emigran, pero después de convertir a sus pueblos en carroña.
Antes de irse, los gobernantes se burlan del Jesús conducido al Gólgota. Le gritan: “¿No eras vos el universitario que quería dar su vida para que tu patria fuera libre?” Sus esbirros, desde sus escudos antimotines, motos intimidadoras, cascos, clavas y enrojecidas miradas de odio, en carcajadas corean lo mismo que la “católica” pareja presidencial. A falta de chayopalos lo clavarán en una cruz. Antes le vetaron su participación en el diálogo y amarrado lo tiraron al suelo en donde los matones, después de raparlo junto a sus compañeros esposados, se turnaron, de cuatro en cuatro, para darle de patadas. Le ciñeron la corona de espinas, y la voz del tirano se escuchó desde su propio infierno, exhortando al pueblo a querer la paz.
La gobernante aplaude que su consorte repita consignas de cristianismo y solidaridad. Mientras tanto, siguen los asesinatos, y cae en Bluefields el periodista Ángel Gahona. Se necesitan chivos expiatorios y no culpables verdaderos. ¿La Comisión Porras?
Es más fácil capturar y culpar a dos niños del lugar: Brandon Cristofer Lovo Tayler y Abraham Slate. Hasta Barrabás se tapa los ojos ante tanto cinismo, que ni los familiares del asesinado aceptan.
Judas prefiere ahorcarse que seguir participando en esta farsa. Antes de estrellar contra el suelo las treinta monedas que a él, y a todos los matones les dan por traicionar y escarnecerse con el pueblo, le ha dicho a Herodes que a quienes hay que juzgar es a la pareja presidencial. Herodes se lo dice a la “Comisión Porras”. Todos guardan silencio, hasta que los integrantes de esa Comisión, como si no pasara nada, marchan vociferando: ¡Queremos la paz! Y sin escuchar preguntas, se ensordecen con el sinsentido de esa frase vacía. Van muy orondos por las calles del país. Son monosilábicos, al mismo estilo que Daniel. Hacen ver con gestos y frases cortadas, que cumplen con el encargo de ignorar a los periodistas. De ignorar al pueblo. De ignorar la voz de Dios.
En todo el país, los centuriones, marchan contra los jóvenes del 19 de Abril y contra el concepto de Autonomía Universitaria. El gobierno de Daniel y Rosario Murillo se complace en demostrarle al mundo que los auténticos universitarios —y sobre todo quienes tienen el honor de tener rapadas sus cabezas y pateados sus costados— son prisioneros de guerra. De una guerra horriblemente sucia como la de su gubernamental ignorancia. La guerra que evidencia que las universidades son campos de concentración, desde las cuales no se puede acceder “a la libertad por la universidad”.
Los pájaros están dejando de estar inertes y vuelven a volar. Una enorme bandada de pájaros vuela a ras de nubes blancas y cielo azul. Se posan en los cuerpos inertes de los pájaros caídos, algo les susurran, y cada vez son más los que vuelven a levantar el vuelo. Tienen alas blancas y cuerpos de paloma azul. El firmamento se estremece con la musicalidad de sus cantos. Es una fiesta de resurrección, y comprobamos que Nicaragua no quedó convertida en carroña, y que irremediablemente derrotados están emigrando los buitres.
El autor es escritor.