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Reflexiones para el diálogo

Esta revolución azul y blanco parece tener energía inagotable, más de 500,000 personas la han sustentado en las calles, y todo indica que continuarán hasta que se cumplan sus expectativas, y estas se verán en el diálogo que por disposición de la Conferencia Episcopal arranca hoy en consideración a la anuencia del gobierno a la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que permitirá establecer la verdad sobre las masacres de abril y mayo.

Las expectativas mínimas de la sociedad civil con este diálogo se verán en la mesa política, las llamaré A), y son: i) la renuncia del presidente y la vicepresidente, ii) elecciones anticipadas que convocaría el nuevo presidente, y una Corte Suprema, un Consejo Supremo Electoral, una Contraloría, una Fiscalía y una Procuraduría competentes, no partidarios, e independientes. Estos resultados presuponen reformas a la Constitución que se aprobarían en dos períodos, la segunda en enero, de manera que las nuevas elecciones se podrían convocar para tres meses después.

La secuencia importa mucho, tanto a nivel táctico como de organización del diálogo, de manera que las mesas económica y social deben esperar a contar con garantía efectiva de cumplimiento de A) antes de entrar en materia. Los negociadores de la pareja presidencial tratarán que las tres mesas avancen en paralelo con el propósito de sembrar la división en la sociedad civil y van a intentar hacer creer que de no ser así se perdería en poco tiempo la estabilidad macroeconómica —no hay que caer en esta trampa—.

Siguiendo la secuencia, ya con A) anunciado y aceptado por la sociedad civil, se debe entrar en materia para los temas B), y sobre estos mi criterio es que : a) la mesa social debe enfocarse en aumentar las inversiones en salud, educación, salubridad, y en el apoyo al Seguro Social, pero asegurando que las instituciones involucradas sean eficientes, transparentes y no partidarias; b) la mesa económica se debe enfocar en asegurar un gobierno solvente, efectivo y eficiente, y, para esto se tendrían que ver con transparencia los privilegios y exoneraciones impositivas, la política fiscal, los bonos en garantía emitidos por el gobierno y cooperación externa, y el presupuesto; c) la mesa política debería enfocarse en asegurar de manera más permanente la democracia del país, la libertad individual, la igualdad ante la ley, igual y plena vigencia de los derechos contractuales y de propiedad privada para todos, la seguridad jurídica, y el reconocimiento de igual dignidad para todos.

No va a ser fácil, los gobernantes no han dado muestras de estar dispuesto a renunciar, y tampoco han dado muestras de estar dispuesto a adelantar las elecciones. Como ellos van a contar con negociadores experimentados, es de suponer que a nivel táctico van a intentar toda suerte de ardides, advertencias y promesas para definir los temas, las agendas, los participantes, los tiempos y la información que se le brinda al público; van a tratar de dividir, y van amenazar con retirarse tácticamente.

Los mediadores por la Conferencia Episcopal, que ya anunciaron que le dan un mes al diálogo para producir resultados, están en capacidad de sugerir soluciones, definir las agendas de las tres mesas y los tiempos, incluyendo el requisito que se logre un acuerdo sobre A) y que se anuncie, antes de continuar, y de exigir que todas las conversaciones en cada una de las tres mesas se transmitan en tiempo real por radio y por televisión.

Los negociadores por la sociedad civil deben tener claro que la definición y secuencia de temas a tratar, y el control de los tiempos, la información, poder dar y poder quitar son factores de poder en este diálogo, deben tomar la iniciativa, y rumiar soluciones estratégicas y creativas para diversos escenarios que podrían presentarse.

Deben recordar que la gran pregunta tanto para ellos como para los negociadores por la presidencia es sí las consecuencias para su representado son peores con el acuerdo que podrían lograr en el diálogo o retirándose definitivamente de este, y que como dice el editorial de LA PRENSA de anteayer: “Ortega es astuto, tiene experiencia y conserva mucho poder. Obligarlo a ceder y que acepte el retorno a la democracia dependerá de la correlación de fuerzas en la calle y en gran medida de la magnitud y eficacia de las presiones internacionales”.

El autor es economista.

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