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Nuestras tres nuevas realidades

Al cumplirse un mes desde el inicio de un levantamiento cívico, espontáneo y nacional en contra de la dictadura Ortega-Murillo, Nicaragua está viviendo una nueva realidad.

En primer lugar, el pueblo entero —desde estudiantes de secundaria hasta grandes empresarios— ha dejado al lado su apatía política y se han unido para exigir la democratización del país. Nuestros compatriotas han realizado un sinnúmero de protestas pacíficas. Las más notables fueron tres enormes concentraciones en Managua. Pero no menos importantes han sido las innumerables protestas y marchas a lo largo y ancho de Nicaragua incluyendo, más recientemente, en Masaya y Sébaco.

Al inicio, las protestas cívicas fueron modestas. Sin embargo, la reacción de El Carmen fue violenta y desproporcional desde su inicio. Esto, a su vez, engendró más protestas por parte de la ciudadanía desatando, así, un espiral vicioso de violencia. Hasta la fecha, enfrentamientos entre ciudadanos ejerciendo su derecho constitucional de movilizarse públicamente y la represión por parte de las turbas de El Carmen y la Policía han arrojado un saldo cruento de más de cincuenta muertos y cientos de desaparecidos y heridos.

La segunda nueva realidad de Nicaragua es que El Carmen ha perdido el respaldo de su base. Esto comenzó a ser notorio en las elecciones generales de 2016 cuando los centros de votación se miraban vacíos, seguramente porque los ciudadanos demócratas sabían que sus votos no se contarían y porque a los clientes de El Carmen no les importó. El gobierno trató de ocultar esto masajeando no solo las “asignaciones” de los votos sino que también la participación de los votantes. Pero a nadie engañó.

A pesar de la represión oficialista, las protestas continúan. Y en ellas participan decenas de miles de “sandinistas” que se oponen a las aspiraciones dinásticas de El Carmen. Desde hace tiempo el comandante Daniel y doña Rosario perdieron el respaldo de los líderes sandinistas “históricos”, incluyendo la mayoría de los comandantes de la revolución que aún viven. Pero todos debemos de tener claro que gracias al profundo y genuino proceso de reconciliación nacional —sin duda el más importante legado de la democracia que se instauró en 1990— la vasta mayoría de los simpatizantes del FSLN, al igual que sus compatriotas, ahora enarbolan la bandera azul y blanca de nuestra nación en repudio al modelo político actual. Esto lo vemos en las protestas cívicas en donde se escucha música testimonial de la revolución contra Somoza. Y lo vemos en mantas como una que rezó “el pueblo perdió el miedo, y Daniel perdió el pueblo”.

La tercera nueva realidad es que nuestra economía ha sido fuertemente golpeada por la crisis de gobernabilidad política que el país vive. Después de años en que Nicaragua crecía entre 4.5 y 5% anualmente y estaba en la vanguardia del subcontinente latinoamericano, 2018 será un “annus horribilis” para nuestra economía. Debido a los saqueos y al colapso de actividad comercial y del turismo y la suspensión de proyectos nuevos que afectarán a la construcción privada, nuestro desempeño económico ha sido perjudicado. Podríamos tener hasta una contracción de nuestro Producto Interno Bruto (PIB). Y el daño que nuestra imagen de país y clima de inversión ha sufrido se reflejará en una disminución en el nivel de inversión tanto nacional como internacional. ¿Cuán seria será esta situación? La respuesta es sencilla. Dependerá de cuánto tiempo dure la crisis actual. ¡Y si culminará en un retorno a la democracia o no!

El pueblo perdió el miedo, y Ortega perdió al pueblo.

El autor fue canciller y embajador en Washington.

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