En el último mes he leído docenas de artículos sobre la situación en Nicaragua. La mayoría reportan sobre la violencia estatal, pronostican o critican la crisis de gobernabilidad que hace un mes era aceptable. No he leído un artículo de homenaje al esfuerzo de los estudiantes. Estos conquistaron mis sentimientos e inspiran mis palabras.
Gracias a los estudiantes, el mundo conoce la realidad de lo que sucede en Nicaragua, porque jóvenes valientes llevan un mes exigiendo libertad ante la opresión y violencia de una tiranía para que Nicaragua restaure su identidad y dignidad. No se quiénes han sido sus profesores o sus padres, pero todos somos alumnos del patriotismo que nuestra nación carecía hasta que su valentía lo despertó.
Nicaragua está de luto por la criminalidad de Ortega-Murillo, la cual era de esperarse. Matar es una banalidad entre sus tácticas para permanecer en el poder. Lo triste es haber llegado a ser gobernados ilícitamente por déspotas que la sociedad aceptaba. Nicaragua despertó gracias a los estudiantes. Resucitaron las esperanzas de que Nicaragua pueda ser un país decente.
Entre ellos hay compañeros universitarios que ni habían comenzado primer grado cuando Ortega asumió el poder, lo cual hace aún más admirable y heroica su intolerancia hacia la corrupción, injusticia y autocracia. Fácilmente podrían haber crecido “acostumbrados” o emulado la apatía, el cinismo o la complicidad en la corrupción. Ellos crecieron visualizando y añorando un país que nunca han conocido. Demostraron al mundo que ustedes no siguen malos ejemplos, aunque tengan escasos buenos ejemplos en la cultura política y liderazgo del país.
La generación de sus padres conoció el fin de la guerra y una incipiente democracia, frágil e imperfecta con el liderazgo de doña Violeta Barrios de Chamorro. Y una acelerada descomposición a la corrupción con Arnoldo Alemán, bajo el culto de la personalidad y los caudillos criollos que caracterizan nuestro liderazgo inculto. La generación de sus padres al menos tenía punto de referencia por el cual indignarse con los abusos de Ortega, pero en general la población cedió a los abusos de poder político —especialmente los que tienen posiciones de privilegio—.
La generación de sus abuelos ha conocido opresión, violencia, y dictaduras más de una vez en sus vidas. Muchos limitan sus críticas a comparar cuál de los dos sabores de dictadores ha sido mejor —evidenciando cuan bajos son los estándares y expectativas en Nicaragua—. También hay quienes tienen recuerdos de la lucha por la verdad y justicia que caracterizó a Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, quien murió por los valores que los estudiantes ahora reflejan.
Ellos son la llama que mantiene vivo el propósito de vida de los que murieron para que Nicaragua fuera libre y próspera.
Resucitaron el compromiso social y son una amenaza al oportunismo criollo. Son una mejor expresión del ser nicaragüense y dan aliento a todos los que callaban por temor y seguramente traen temor a los que se aprovechaban.
Los estudiantes desarrollaron conciencia cívica en un país que se había entregado a la autocracia corrupta. Lo hicieron sin instituciones, recursos, o apoyo moral y financiero. Y con espacios limitados para dar a conocer la verdad dada la escasa libertad de expresión en la cual crecieron. Su arma ha sido la verdad, financiada por su valentía. Se rehusaron a heredar la apatía o la mentalidad de “yo que pierdo” que caracteriza al güegüense, como explicaba la cultura política nicaragüense el doctor Emilio Álvarez Montalván.
Los abusos de poder político en los que creció la generación de sus padres, es pálida en comparación con la violencia, criminalidad y corrupción de Ortega. Cuando se descubrió que el presidente Alemán había desviado 100 millones de dólares de ayuda externa para víctimas del huracán Mitch en 1998, era palpable el repudio nacional. El fraudulento imperio financiero actual de Ortega genera más de US$100 millones cada trimestre. La única diferencia es que nos hicimos indiferentes al fraude.
Con la ayuda de sanciones ese imperio ilícito se debería convertir en patrimonio nacional. Nos permitirá invertir en el antídoto para el populismo: dignidad, educación y oportunidad económica. El pensamiento crítico previene que una generación de jóvenes vuelva a ser seducida por una lámina de zinc o por la ideología de que el Estado es la fuente de ingreso para los que se someten a la tiranía.
Hasta el 18 de abril, el país vivía con indiferencia ante la fortuna ilícita del imperio financiero de Ortega-Murillo, construido con fondos públicos y con ciertas alianzas con el sector privado. No dudo que su iniciativa derrocará a Ortega-Murillo. Espero que pueda surgir una nueva cultura de políticos motivados por el servicio público y que puedan actuar dentro de un estado de derecho.
Este año cumplo cuarenta años exiliado, con la excepción de dos breves estadías en Nicaragua. En mi capacidad como director ejecutivo de Funides en el 2006, mi primera iniciativa fue “Un Pueblo Pensante”. Un concurso nacional de ensayos y debates sobre la institucionalidad del país para estudiantes universitarios. Ustedes son El Pueblo Pensante que yo soñaba —y resultó ser la amenaza más grande para la tiranía corrupta—. En mi breve estadía me quedó dolorosamente claro la falta de valores y compromiso hacia el país del liderazgo que me rodeó. Estos estudiantes despertaron mi patriotismo. Exiliado estoy dedicado a contribuir con el éxito de su esfuerzo.
El autor fue director ejecutivo de Funides.