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Unidad: fuente de vida…

Desde hace varios días, el impulso de escribir sobre la unidad ha ido madurando hasta que ya no pude resistir expresar mis conceptos y emociones en este artículo. Los movimientos de ciudadanos nicaragüenses, mis compatriotas, no han sido estériles y la cantidad de personas, acciones y voces, que se unen a los mismos, van “in crescendo”.

No considero necesario entrar en detalles del ¡porqué! de estas manifestaciones espontáneas de seguimiento a “alguien” que fue el primero o la primera que expresó, en voz alta, su inconformidad con varios asuntos sobre el rumbo que el país ha ido tomando. Definitivamente, los rumores y las conversaciones, “sotto voce”, inevitablemente van abriendo brecha y la unidad, por el mismo descontento, va tomando fuerza.

Solo el compromiso personal, por alcanzar una sola meta, ha podido catalizar las voluntades de millones de ciudadanos clamando por unos derechos que, hasta hace poco, se consideraban “perdidos”… pero una vez más se ha comprobado que los derechos humanos son inherentes, inalienables, universales y eternos. Y los derechos humanos existen porque existe la persona que es el sujeto de dichos derechos.

Querer, se ha dicho, es “tener el valor de chocar con los obstáculos”. Y esa fuerza de voluntad, entereza, lealtad y fidelidad a la patria es la que veo en el pueblo nicaragüense. He pensado mucho en el valor de la familia en nuestro país. Debo admitir que estaba equivocada al pensar que teníamos una sociedad “enferma”, debido a las manifestaciones de desunión familiar, chismografía, uso indiscriminado de estupefacientes y de licor, bajo nivel de instrucción académica en muchos sectores, pobreza material y moral… ahora estoy convencida que esas confidencias en familia (bisabuelos, abuelos, papás, tíos, primos, hermanos…) han sido el abono moral para que nuestra sociedad muestre el lado fuerte, ético, honrado, comprometido, leal con los principios que rigen nuestra conducta cívica digna de encomio.

Cualidades afines a la unidad son la constancia, perseverancia, rectitud, honorabilidad… en fin, ser personas de “una pieza”. Cuando en nuestro horizonte existe la convicción de un bien arduo a conseguir para el bien común y nos comprometemos, por lealtad, de luchar por él, cueste lo que cueste y solo pensando en el beneficio para todos y cada uno, entonces somos capaces de integrar todas las fuerzas de nuestro ser y nos solidarizamos con los demás. No hay en este querer fines individuales que dividen el esfuerzo por alcanzar el objetivo único. Y es así cómo, en Nicaragua, se está cumpliendo lo que una vez afirmó Ovidio: “La gota horada la piedra, no por su fuerza, sino por su constancia”.

Ciertos comentarios de personas que me son cercanas me han hecho reflexionar más sobre la transparencia de la unidad en nuestro pueblo. Me decían que estos movimientos han vuelto a traer esperanza en un mejor futuro; también me mencionaban la unidad tan monolítica que se ha suscitado, entre las diferentes generaciones de personas, en cuanto a sostener unas peticiones válidas, en un clima cívico y respetuoso: algo sorprendente dado el temperamento volcánico que nos caracteriza.

De manera especial, quiero destacar el lugar preponderante que se le ha dado a la participación femenina. Encantada de ver que en todas las representaciones, de distintos sectores de la sociedad, aparecen las mujeres empoderadas. Es otra esperanza para la convivencia pacífica y ordenada en nuestro queridísimo país y ¡quién sabe!… en una época no muy remota podremos tener a una mujer como presidente con cualidades deseadas como: prudencia, discreción, sabiduría, feminidad, agudeza de pensamiento, honradez, sinceridad, veracidad, benevolencia, generosidad, amante del bien común… ¡cuidemos la educación a todos los niveles!

La autora es PHd en Educación

Opinión
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