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Managua 15 de Mayo del 2018. Maritza Rivas, abuela de Jesner Josué Rivas , asesinado el pasado 22 de Abril en Pali del Ba La Fuete .Foto Uriel Molina /LA PRENSA

El drama de las madres que perdieron a sus hijos por la represión orteguista

Más de 60 madres perdieron a sus hijos en abril. Todos fueron asesinados a balazos en las protestas en contra del Gobierno. A un mes de eso, sus muertes están impunes y este 30 de mayo esas madres dicen no tener nada que celebrar

Maritza Ruedas, de 60 años, tiene el corazón destrozado. Camina por su casa buscando al hijo que nunca volverá a ver. Se queda en silencio. Ve de un lado a otro y estalla en llanto. En la noche su martirio empeora. Entra a su cuarto. Ve la cama en la que dormía. Y llora otra vez. No quiere hacer nada. No puede explicar lo que siente. Está destrozada.

Ruedas es la abuela materna de Jesner Rivas, el adolescente de 16 años que murió de un balazo en el pecho en uno de los enfrentamientos ocurridos el 22 de abril, entre civiles y policías, cerca del Pali del barrio La Fuente. Él era su hijo de crianza.

Maritza Ruedas, de 60 años, exige que se investigue la muerte de su hijo Jesner Rivas, de 16 años. LA PRENSA/ JADER FLORES
Maritza Ruedas, de 60 años, exige que se investigue la muerte de su hijo Jesner Rivas, de 16 años. LA PRENSA/ JADER FLORES

Una semana antes que lo asesinaran Jesner la abrazó por la cintura y le tarareó una frase de la canción que desde niño ella le cantaba: “Ay cosita linda preciosa, dime cómo te quiero”, dice Ruedas con la voz quebrada. Llora otra vez.

No es la única madre que llora al hablar de su hijo asesinado. Hay más de 60 madres, que perdieron a sus hijos, entre el 19 de abril y el 20 de mayo, en las manifestaciones contra el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que inicialmente provocaron las reformas al Seguro Social. Ellas ahora se han unido para exigir justicia.

Este es el retrato de luto y dolor de cuatro de esas madres que acusan directamente a la Policía Nacional y a Daniel Ortega por la muerte de sus hijos y que este 30 de mayo, Día de las Madres nicaragüenses, no tendrán nada que celebrar.

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La muerte de Raúl

Juana García, de 38 años, llora la muerte de su hijo Harlington Raúl López, de 18 años, quien murió a causa de dos disparos durante las protestas del mes de abril. LA PRENSA/ URIEL MOLINA
Juana García, de 38 años, llora la muerte de su hijo Harlington Raúl López, de 18 años, quien murió a causa de dos disparos durante las protestas del mes de abril. LA PRENSA/ URIEL MOLINA

Sobre la muerte, Juana García, de 38 años, ya había hablado varias veces con su hijo Harlington Raúl López, de 18 años, más conocido por su segundo nombre. Él le decía que se iba a morir antes que ella y como si fuera una profecía así se cumplió. Hace un mes, exactamente el viernes 20 de abril, el corazón de su hijo dejó de latir en una sala del Hospital Militar después de recibir dos disparos, uno en el pie y otra bala letal en el pecho, en las protestas contra las reformas al Seguro Social.

El día que murió, Raúl había regresado de su trabajo y como a eso de las tres de la tarde fue junto a uno de sus hermanos a ver las protestas que se habían formado en el sector de Plaza España. Hizo una transmisión en vivo por Facebook y después continuó en las protestas hasta el lado de la Universidad de Ingeniería (UNI). Cuando ya iban de regreso a su casa ubicada en el barrio 380, la Policía Nacional comenzó a disparar y Raúl fue uno de los heridos.

Según lo describen sus familiares Raúl era temeroso. Solo había terminado la primaria y desde hace un año se había mudado donde unos tíos en Managua. Él era de Siuna, Región Autónoma de la Costa Caribe Norte. Casi no salía. Su rutina era ir de la casa al trabajo y viceversa, pero ese día después de regresar a su casa vio que habían protestas y le dijo a su tía: “Está bonito allí. Hay que ir apoyar a los muchachos”.

Juana García, su mamá, quien desde hace un par de meses se había mudado a Managua, vio en la televisión el video de un muchacho que lo llevaban entre cuatro personas herido de bala. Se acercó al televisor en un esfuerzo por reconocer al joven herido, y en eso sonó su celular. La llamaban para decirle que su hijo estaba herido, pero ya no pudo verlo con vida.

“Es un golpe duro para mí. Es un dolor que no tiene comparación”, dice mientras guarda silencio y después suelta un par de lágrimas.

Desde ese día su vida se ha vuelto gris. No hay un solo segundo en el que no piense en su hijo. La mayor parte del tiempo está convencida que el que falleció es otro. Lo oye hablar. Ve su sombra y lo espera al regresar de trabajar.

La última foto que doña Juana García se tomó junto a su hijo Harlington Raúl López. LA PRENSA/ CORTESÍA

“Me parece que él va a entrar. Me parece que él va a hablarme. Me parece que por momentos yo lo miro atrás de mí. Me parece que me van a decir ‘ya viene Raúl’. Cuando a veces entra mi otro hijo de repente me parece que fuera Raúl, pero después me digo no, no es él”, dice Juana García.

El año pasado para esta fecha la vida de ellos era completamente diferente. Vivían en Siuna y recuerda que el Día de las Madres Raúl llegó después de trabajar sonriente para felicitarla. Se disculpó por no haber podido comprarle un regalo y le dio 200 córdobas. Ella, alegre por el gesto de su hijo, le dijo que no era necesario, pero él insistió y tuvo que agarrarle el dinero. Al día siguiente le arregló la maleta para que se fuera hacia Managua. Ella se quedó llorando al ver partir a su hijo.

Raúl era el más pequeño de los cuatro hijos de Juana. Y él más consentido. Era muy unido a su mamá. Siempre la estaba abrazando y besando en la mejilla. A veces le decía a su hermano mayor “ella me quiere más a mí que a vos”. Por eso, la muerte de él apagó parte de su vida. Tanto así que fue hasta hace una semana que aceptó que su hijo en realidad falleció aquel 20 de abril.

Juana es una de las madres que se ha unido al movimiento Madres de Abril, dirigido por miembros de la sociedad civil e integrado por varias de las mujeres que perdieron a su hijo en las manifestaciones y que ahora exigen justicia.

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Muertos superan los 60

Entre el 19 de abril y el 20 de mayo del 2018, LA PRENSA ha confirmado la muerte de unas 56 personas a acusa de la represión gubernamental. Sin embargo, la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH) y la Asociación Nicaragüense pro Derechos Humanos (ANPDH) ha confirmado 65 fallecidos y más de 500 heridos. De esa cifra hay 178 heridos con impactos de bala.

Asimismo, reportan la desaparición de siete personas y afirman que hay 20 personas heridas en las protestas que aún están hospitalizadas. De esa cifra se reportan siete personas en la Unidad de Cuidados Intensivos.

“Los reportes que tenemos suman más de 500 heridos entre los atendidos por la Cruz Roja Nicaragüense (CRN) y las unidades de atención de emergencias que se han creado a este efecto. Prácticamente, el 25% de los heridos son por heridas de bala. Hay otros con heridas de balas de goma, intoxicados por gases lacrimógenos y unas 20 o 30 personas que han sido asistidas por efectos de intoxicación de comida”, dijo Denis Darce, de la CPDH.


Murió ayudando a otros

—Mamá quiero ir a la UCA —dijo Moroni López el 19 de abril del 2018 a su mamá Alba García, un día antes que lo mataran.

—¿A qué vas a ir allí? —cuestionó.

—A ayudar. Es una injusticia lo que están haciendo. Le parece que usted esté ancianita y la golpeen por defender sus derechos.

—Pues no hijo, pero tampoco me gustaría que te vaya a pasar algo

Alba García, de 50 años, se despertó preocupada el viernes 20 de abril. El pecho le dolía y cuando salió a hacer un mandando estaba sofocada por regresar a casa para confirmar si su hijo había vuelto a mediodía a como esperaba. Llegó a casa a eso de las 12 del mediodía, pero él no estaba.

Lo siguiente que supo fue que estaba la Catedral de Managua rodeado de antimotines. Él le dijo: “Mama estamos rodeados de policías. No puedo salir”. Ella le dijo que buscara un lugar seguro donde esconderse y de repente oyó al teléfono un ruido parecido a una explosión y perdió la comunicación. Aproximadamente una hora después recibió una llamada en la cual le decían que su hijo estaba muerto. De allí no recuerda nada más.

Moroni López tenía 22 años. Era el quinto de seis hermanos. Era mormón y trabajaba como jardinero en una iglesia de su religión en Ciudad Sandino. Había estudiado primer año de Biología, pero se salió porque se fue por dos años a República Dominicana en una misión de su iglesia. Sabía primeros auxilios y esa fue la ayuda que llevó el día que se unió a los estudiantes que estaban en la UNI.

Moroni López junto a su mamá Alba García el día de su promoción de bachillerato. LA PRENSA/ CORTESÍA

Su familia dice que a él le disparó la Policía Nacional por el sector del Estadio Nacional. Le dieron dos balazos. Uno en el brazo que tuvo salida y otro en el tórax. Fue ese último el que lo mató. Y aunque ha pasado un mes de su deceso aún no han podido inscribir el acta de defunción porque el acta que les entregó Medicina Legal dice que murió por un taponamiento cardiaco, pero no explican que eso fue provocado por un impacto de bala.

La salud de doña Alba ha desmejorado bastante desde que su hijo murió. Tiene problemas del corazón y para poder ir al plantón de las Madres de Abril realizado el jueves pasado, debió tomarse al menos siete pastillas para soportar estar allí. En su mente aún están los recuerdos de su hijo leyendo en su casa o el recuerdo del año pasado que se reunieron todos sus hijos en la casa para celebrar el Día de las Madres. Ahora la alegría se acabó.

“Mi vida acabó ese día, pero tengo estos otros hijos. Si no los tuviera quién sabe. Porque se arranca un pedazo del corazón de uno. Soy la madre y no hay alguien más doliente que uno que lo parió. Qué alegría puede haber en mi corazón”, se lamenta.

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Pepito y su tiradora

Jesner Josúe Rivas junto sus hermanos. LA PRENSA/ CORTESÍA
Jesner Josúe Rivas junto sus hermanos. LA PRENSA/ CORTESÍA

Jesner Rivas no se despegaba una tiradora con la que cazaba palomas. Ese se había convertido en uno de sus juegos preferidos. Su mamá le decía que dejara a las palomas en paz, pero él no hacía caso. En el barrio Walter Ferretti lo conocían más como Pepito y tenía dos mamás. La mamá biológica se llama Jessica Rivas y su mamá de crianza Maritza Ruedas. Con esta última era con quien se mantenía y es quien —confiesa Rivas—, está sufriendo más su muerte.

Ella lo dejaba cuidando una pequeña pulpería que tienen en la casa. Se iba al mercado y cuando regresaba él le tenía preparado una taza de café. La abrazaba y le decía: “Mamá bebete el café que se te va a enfriar”. Ahora Ruedas ya no es capaz ni de abrir la pulpería. No soporta estar dentro. Se siente sola. Se sofoca. Y llora.

Aquel 22 de abril que su hijo murió de un disparo en el pecho con la última persona con quien habló fue con ella. Le dijo que no saliera porque podía ser peligroso, pero en un descuido, Jesner se fue a ver como los vecinos impedían que saquearan el supermercado Palí del barrio. Allí le dispararon unos policías, dicen sus familiares.

Jessica Rivas madre de Jesner Josué Rivas , adolescente de 16 años, asesinado el pasado 22 de Abril en Pali del Barrio La Fuente .LA PRENSA/ URIEL MOLINA
Jessica Rivas madre de Jesner Josué Rivas , adolescente de 16 años, asesinado el pasado 22 de Abril en Pali del Barrio La Fuente .LA PRENSA/ URIEL MOLINA

Por la casa ambas madres de Jesner lloran su perdida. Recuerdan que el año pasado con el dinero que ganó ayudando a un tío en un taller de mecánica les fue a comprar un pastel pequeño para que se lo comieran. Les dijo: “Mamá comete este queque con la Jessica”. Ahora ya no estará más.

En la casa han sido intimidados por miembros del Frente Sandinista. Dicen que están pendientes de quienes llegan a verlos e incluso la ministra de Salud, Sonia Castro, llegó a visitarlos. Ellos a pesar de ser militantes sandinistas afirman que no están de acuerdo en lo que está haciendo el gobierno. Ambas madres de Jesner Rivas están pidiendo justicia por la muerte del muchacho.

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“Quería ser policía”

Juana Ramírez perdió a su hijo mayor Marlon Manases Ramírez durante las represiones gubernamentales del 20 de abril del 2018. Ella exige justicia para su hijo. LA PRENSA/ URIEL MOLINA
Juana Ramírez perdió a su hijo mayor Marlon Manases Ramírez durante las represiones gubernamentales del 20 de abril del 2018. Ella exige justicia para su hijo. LA PRENSA/ URIEL MOLINA

Marlon Manasés Martínez murió el viernes 20 de abril en la UNI, un mes después de haber cumplido 20 años. Él estaba en quinto año de la secundaria y desde el 18 de abril se había unido a las manifestaciones que generaron las reformas al Seguro Social. Quería ser policía o ingeniero.

A su mamá Juana Ramírez le es imposible contener el llanto cuando habla de él. Era su hijo mayor y todavía el día que se fue a la protesta, sonriente le dijo: “Mamá ya vengo, no te preocupés”. Regresó muerto. Según le dijeron a ella, a él le disparó un francotirador en las inmediaciones de la UNI. Le dieron un balazo en la ceja como a las 4:20 de la tarde de ese viernes 20 de abril. Y ya no lo vio con vida.

“Me le arrebataron la vida a mi hijo. Este es un dolor que no lo voy a sanar nunca. Es un dolor profundo lo que me hicieron porque cada vez que miro sus cosas, su retrato, me acuerdo de él y siempre lo voy a recordar”, dice Ramírez entre lágrimas.

Lo único que ella pide es justicia para su hijo. Pronto se acerca el Día de las Madres y ya no tiene nada que la haga sonreír y mucho menos celebrar. El año pasado se reunieron en casa de su mamá y celebraron a las madres, pero ahora el regalo que le dieron fue un dolor que no sabe si podrá superar.
“El año pasado él me regaló un gran ramo de flores porque decía que yo era una flor para él, pero ahora esta flor está marchita”, se lamenta.


La “Comisión Porras”

Para investigar los casos de violencia registrados durante el mes transcurrido de protestas, la Asamblea Nacional aprobó una comisión que nombró Comisión de la Verdad, Justicia y Paz, pero que es conocida como “Comisión Porras” porque quienes la integran son personajes allegados al Frente Sandinista. Entre ellos Mirna Cunningham, exdiputada sandinista; Cairo Amador, hermano del fundador del Frente Sandinista, Carlos Fonseca; Adolfo Jarquín Ortel, subprocurador orteguista de derechos humanos; Jaime Francisco López Lowery, vicerrector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), militante sandinista y exfuncionario público, y Francisco Uriel Molina Oliú, sacerdote, teólogo, colaborador guerrillero del Frente Sandinista.


Varias de las madres que perdieron a sus hijos en las protestas de abril se han unido para exigir justicia. LA PRENSA/ URIEL MOLINA
Varias de las madres que perdieron a sus hijos en las protestas de abril se han unido para exigir justicia. LA PRENSA/ URIEL MOLINA

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