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Diálogo y transparencia

A pesar del ataque de las fuerzas represivas del régimen contra los estudiantes de la Universidad Nacional Agraria (UNA), en la noche del sábado pasado, violando la tregua acordada el día anterior, el sector democrático que lideran los estudiantes decidió continuar en el Diálogo Nacional.

Los representantes de la sociedad están convencidos de que la alternativa al diálogo es la catástrofe nacional y que, por lo tanto, deben hacer el máximo esfuerzo para impedir que sea saboteado por el orteguismo.

Para la continuación del diálogo, la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) ha dispuesto un mecanismo especial de información, no porque lo quiera el Gobierno —como dicen personas insidiosas— sino porque los obispos así lo estiman conveniente.

Atendiendo la inconformidad de los periodistas, que el viernes pasado esperaron más de 10 horas en las afueras del Seminario de Fátima, ellos serán atendidos en un lugar cómodo donde cada dos horas serán informados sobre “el avance y los detalles de las conversaciones del diálogo”.

De acuerdo con ese mecanismo, el diálogo no será transmitido por televisión, como se hizo con la sesión inaugural y lo demandan muchos ciudadanos por temor a que una negociación a puerta cerrada pueda conducir a un arreglo corrupto.

La demanda de los ciudadanos es razonable, porque de acuerdo con el principio de transparencia nada que es de interés público se debe ocultar. Lo cual se refiere tanto a los asuntos de gobierno como a transacciones que afectan e interesan a la comunidad.

No obstante, en los casos de diálogos y negociaciones de mucha sensibilidad, los expertos aconsejan que se hagan preferiblemente en privado y sus resultados sean informados verazmente. Esto es porque con la exposición mediática de las negociaciones se pierden oportunidades de alcanzar buenos acuerdos, pues los negociadores no quieren ser vistos cuando tienen que ceder para que la otra parte también ceda en sus posiciones, como es normal y necesario en toda negociación. Pero es también por el afán de protagonismo de algunos negociadores, más interesados en el show mediático que en los buenos resultados de la negociación.

Esta observación de los expertos es correcta en términos generales. Pero en Nicaragua hay una áspera desconfianza de todos hacia todos, y por lo tanto, el temor a que una negociación en la que no se vea cómo actúa cada negociador, resulte en una componenda corrupta como ha ocurrido tantas veces en la historia nacional.

Sin embargo, el mecanismo informativo acordado por los obispos no impedirá que los ciudadanos sean debidamente informados. Cada dos horas los periodistas recibirán información sobre las incidencias del diálogo, así como el resumen al final de la jornada y las entrevistas con los participantes que quieran hacer declaraciones.

En realidad, la razón, fortaleza y garantía del diálogo es la gente movilizada en la calle. Pero hay que dar un voto de confianza a los negociadores del sector democrático, y sobre todo a los obispos, que de ninguna manera avalarían una componenda ni acuerdos que no sean para la apertura hacia la democratización de Nicaragua.

Editorial Diálogo y transparencia editorial LA PRENSA archivo
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