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La guerra de Ortega

A Ortega no le interesa una solución pacífica que establezca una verdadera democracia, porque jamás ha creído en ella, pero sí cree en el uso de la fuerza, la cual le dio resultado contra Somoza

Ortega dejó en ruinas al país en su primer gobierno, pero su capacidad de destrucción no se detuvo mientras estuvo fuera de la Presidencia. Gobernando desde abajo dirigió con los que hoy hablan de paz y reconciliación en el dialogo, grandes asonadas que paralizaban al país, o se hacía lo que él quería o el diluvio. En el 2006 se disfrazó de oveja, pidió perdón a los nicaragüenses y una segunda oportunidad.

Ortega, esta vez aliado con su esposa, parece estar dispuesto a dejar destruida Nicaragua por segunda vez. Desmantelan la Constitución y hasta el partido que los llevó al poder, privatizan la cooperación venezolana, privan a los nicaragüenses de sus derechos fundamentales, concentran todos los poderes del Estado, hacen uso arbitrario de las instituciones subordinándolas a sus caprichos, reparten justicia a como les da la gana, disuelven el Estado de derecho, convierten a la Policía y a las fuerzas de choque en un medio para castigar de forma brutal y despiadada a quienes levanten su voz.

La acumulación del avasallamiento contra los nicaragüenses en estos 11 años explica la Revolución de Abril, encabezada por estudiantes, jóvenes y campesinos apoyados por la población, quienes obligaron al Gobierno a sentarse en la mesa del diálogo. Sin embargo, los Ortega Murillo no quieren llegar a ningún acuerdo que signifique perder el poder, solo utilizan tácticas dilatorias para trancar el diálogo y cansar a la gente mientras recomponen sus fuerzas y sofocan las manifestaciones.

A Ortega no le interesa una solución pacífica que establezca una verdadera democracia, porque jamás ha creído en ella, pero sí cree en el uso de la fuerza, la cual le dio resultado contra Somoza, la Resistencia Nicaragüense, contra los gobiernos que le precedieron, la oposición política y ahora la quiere imponer contra el pueblo de Nicaragua con sangre y fuego.

Los Ortega Murillo tienen una guerra total contra Nicaragua, tanto en el uso de los instrumentos represivos como en la guerra psicológica. Desde esa plataforma criminalizan a los estudiantes y campesinos, manipulando los sentimientos de la gente apuntan a sus necesidades básicas echándoles la culpa del supuesto desabastecimiento alimenticio y de insumos médicos, para desvirtuar y deslegitimar el derecho elemental de la protesta.

Mientras distraen a la gente en el diálogo, los Ortega Murillo lanzan sus bestias feroces contra el pueblo y el ciclo de muertes, heridos y desaparecidos se repite en el segundo mes de la protesta. El diálogo y la represión son parte de un mismo juego, una vez realizado el operativo, regresan a la mesa desde una posición de fuerza, dejando claro que quien impone la agenda y sus reglas en el diálogo es el poder que ellos sustentan.

Si los Ortega Murillo logran reconstruirse aniquilarán a todos los que se le opusieron, a como sucedió en los ochenta, y a como lo hicieron con los jefes de la Contra, pero al final de la guerra entregarán nuevamente a un país destruido. Por eso esta lucha no debe tener retroceso, o la bebemos o la derramamos.

El autor es sociólogo.

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