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Lesther señaló la farsa del diálogo

En toda sociedad dinámica existen puntos de vista opuestos y es en el afán de cooperación y entendimiento que entra la consideración del diálogo. Sin embargo, una de las condiciones necesaria para poder establecer un coloquio es, que a pesar de las más profundas diferencias, existan factores que permitan reconocer la posibilidad de comunicación en términos identificables y lograr descubrimientos mutuos de beneficio nacional.

En este sentido, es de poca utilidad tratar de establecer canales de comunicación cuando las partes tienen propósitos y valores extremos e inflexibles. Especialmente cuando es evidente que una parte busca consenso o cambio, mientras la otra solo trata de hacer prevalecer o imponer sus ideas.

¿Cómo puede, pues, la Iglesia católica confiar en un diálogo con Daniel Ortega? Aquí no existe la posibilidad de establecer una comunicación efectiva, honesta, pareja, abierta o confiable. A pesar de la actual crisis nacional, Ortega pretende posicionarse en un mismo plano de coincidencias con sus contrapartes del diálogo.

La Conferencia Episcopal le haría un bien a Nicaragua si se detuviera, por tan solo un momento, a explorar los antecedentes de Ortega y el sanguinario terror que tiene impuesto hoy día en todos los rincones del país. Ortega fue, es y siempre será un común criminal; esa es su naturaleza. Todo lo que podría resultar de estos encuentros entre el episcopado y el tirano es la aprobación y patrocinio del gobierno a los más débiles jerarcas para que estos contribuyan a remover obstáculos del camino de la subyugación estatal y crear un abismo entre los líderes de la Iglesia y el pueblo.

Un diálogo en términos tan desiguales no hace sentido alguno. El joven Lesther Alemán, participante del “diálogo” del pasado 18 de mayo en representación del sector estudiantil, entiende todo lo anterior de manera clara y precisa. Con profundo dolor por sus compañeros estudiantes asesinados por el tirano Ortega, con elevado juicio y valor confrontó directamente al dictador e impartió una lección magistral al resto de los participantes convocados alrededor de la decorada mesa donde se celebraba la pantomima de diálogo entre la Conferencia Episcopal de Nicaragua y representantes de otros sectores con Ortega y su esposa, la vicepresidenta de Nicaragua.

Lesther, de cara al tirano, por sobre los incautos y los cómplices, en un instante heroico que resonará en la eternidad, redefinió la realidad de esa asamblea con una determinante rectificación: “Esta no es una mesa de diálogo, es una mesa para negociar su salida. Ríndase ante todo este pueblo, ordene el cese al fuego ahorita mismo… lo que se ha cometido en este país ha sido un genocidio”.

Fue así como Lesther señaló la farsa histórica; creando de esa manera uno de los factores críticos, que al ir convergiendo, en un igualmente crítico punto histórico, irán acelerando el inminente final de la tiranía Ortega-Murillo.

El autor es economista y escritor.

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