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A la izquierda Axel Blanco, quien perdió el ojo izquierdo. A la derecha Enoc López, quien ha quedado inmovilizado del lado derecho de su cuerpo. LAPRENSA/M.Esquivel y U.Molina

La nueva generación de lisiados que provocó la represión orteguista

Como las guerras de los 80 y los 70, la represión orteguista está dejando una herencia de personas lisiadas. La mayoría son jóvenes universitarios que han quedado sin ojos, inmóviles o con los intestinos de fuera

A los 21 años de edad Enoc López ha vuelto a ser un niño. Durante horas tararea canciones de cuna o algún coro evangélico. Ríe con la misma facilidad con la que llora, olvida rápido, y por las noches casi no duerme porque a cada rato se despierta para abrazar a su mamá.

Hasta el 20 de abril era un muchacho, como tantos, que estudiaba Comunicación para el Desarrollo en la Universidad Autónoma de Nicaragua. Gustaba de hablar en público, pasar tiempo con su novia y salir a comer.

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Nunca había participado en marchas o protestas contra el Gobierno. Pero aquel día, el 20 de abril, se juntó con unos amigos para ayudar a los muchachos que eran atacados en la Upoli. En el camino fueron sorprendidos por policías antimotines, quienes los enfrentaron con balas y gases lacrimógenos. Fue un ataque en el que minutos después tenía dos balazos en la cabeza.

Cicatriz de Enoc López, tras la operación en el cerebro. LAPRENSA/U.Molina

En la frente se le ven las señas de los proyectiles: dos puntos rojos. Luego de una operación de más de ocho horas le quedó una cicatriz que le abarca los dos hemisferios del cráneo, aplastado la parte frontal y abultada el área de las cejas.

Enoc López es uno de los lisiados en las protestas que iniciaron desde el 18 de abril. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, hasta el 21 de mayo, contabilizaba 868 heridos. Muchos de ellos, como Enoc, con daños irreversibles: inmovilidad parcial, daños intestinales, pérdida de ojos y lesiones en los pulmones.

Según la epicrisis emitida en el Hospital Lenín Fonseca, el cerebro de Enoc fue limpiando y drenado durante la operación. También, dice el documento, durante la intervención fue retirada la bala de la masa encefálica.

Radiografía realizada al cráneo de Enoc López, donde se puede ver los dos proyectiles que tiene en su cabeza. LAPRENSA/Cortesía

A Enoc le salvaron la vida o está vivo de milagro. Sin embargo, un mes después, una radiografía demuestra que todavía tiene dos proyectiles en la cabeza, lo que quiere decir que en el Lenín Fonseca le dieron información falsa sobre la bala extraída.

Desde la operación Enoc perdió movilidad en el lado derecho del cuerpo. “Al principio me costaba mover el brazo (derecho)”, dice Enoc, quien recibió sesiones gratuitas de una fisioterapeuta hace algunas semanas. “Pero todavía necesito ayuda para caminar porque la pierna no la puedo mover”.

Una fotografía de Enoc López se viralizó el 30 de mayo, día de la marcha de las madres, cuando apareció en Carretera a Masaya en silla de ruedas con un cartel que decía: “Me quisieron callar pero aquí estoy”.

Enoc López en la marcha en homenaje a las madres de los caídos en las protestas. LAPRENSA/I.Munguía

Vestido con una camisa de beisbol de Nicaragua y una gorra negra que ocultaba las cicatrices, pocos se enteraron que durante la caminata sufrió fuertes dolores de cabeza, mareos y tuvo que regresarse a su casa para tomarse una pastilla, antes de que la marcha sufriera el ataque paramilitar.

LA PRENSA conoció siete casos de jóvenes estudiantes de entre 15 y 21 años de edad. Radiografías, tomografías y epicrisis demuestran una cruel realidad: todos fueron heridos con armas de fuego. Varios todavía tienen los proyectiles alojados en el cuerpo: cabeza y abdomen.

Epicrisis de Enoc López, emitida en el hospital Lenín Fonseca, donde se confirma que fue herido por arma de fuego y se explica el procedimiento que le realizaron. LAPRENSA.

Los nuevos lisiados

El doctor Alejandro Lagos ya lleva más de 30 pacientes atendidos durante la protesta. Ha retirado balas de casi todas las partes del cuerpo, pero lo que le ha preocupado sobremanera “es la cantidad de muchachos que quedarán con secuelas para toda la vida”.

“Hay muchachos que no escriben ni hablan bien. Muchos necesitan prótesis en los ojos o materiales especiales que son muy costosos y eso agrava el problema”, dice el doctor.

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“El Gobierno está generando una nueva generación de lisiados. Los lisiados de los 80 ahí andan en silla de ruedas. Pero ahora el Gobierno está generando esta nueva generación de muchachos lesionados para toda la vida. Me atrevo a decir que hay más de 700 jóvenes heridos en Managua que tendrán secuelas después. Facilísimo. Porque muchos de los muchachos tienen miedo de ir a las unidades de salud por temor a represalias”, dice Lagos.

Uno de los casos, que conoció LA PRENSA, es el de un muchacho que tiene daño pulmonar después de recibir un balazo en la espalda. Sin embargo, no ha querido identificarse porque teme que lo busquen después de declarar. El joven dice reconocer al policía que le disparó y lo “remató” estando en el suelo.

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Sueños y pesadillas

El ojo derecho de Axel Alexander Blanco estalló después de recibir un impacto de bala de goma. A Bryan López le hicieron una colostomía después de que un balazo le reventara los intestinos. Blanco fue herido en la UNI la tarde del 19 de abril, mientras que López fue baleado casi en el mismo lugar un día después.

Axel blanco perdió su ojo izquierdo el 19 de abril, después de un impacto de bala de goma. Muestra una fotografía de hace dos años. LAPRENSA/M.Esquivel

Axel Blanco tiene 17 años y estudia segundo año de Ingeniería en Sistemas de la UNI. Bryan López, de 19 años de edad, cursa el cuarto año de Antropología en la UNAN-Managua. La madre de Axel Blanco se enteró que su hijo andaba en la protesta hasta que la llamaron a las cinco de la tarde para informarle que estaba en el hospital oftalmológico. Mientras que López se despidió de su pareja, embarazada, y se fue caminando “para luchar por la patria”.

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Blanco se bachilleró en la secundaria con 95 de promedio. En la UNI clasificó en la primera opción de su carrera y tiene la beca más alta de esta universidad. López trabajaba en un restaurante uruguayo y en su tiempo libre le gustaba patinar, tomar fotos y viajar a los departamentos del país.

“No me arrepiento. Si mi mamá no me sobreprotegiera tanto, yo estaría de regreso ayudando a los muchachos de la UNI”, dice Axel Blanco, en la sala de su casa. Su mamá Katlen García sonríe y mueve la cabeza desaprobando las palabras de su único hijo, quien se aplica tres gotas diferentes al día y desde entonces toma analgésicos, antinflamatorios y antibióticos a diario.

“Por alguna razón yo me salvé. Creo que estoy conforme con lo que hice. Solo quiero recuperarme para volver ayudar a esta causa”, dice Bryan López, desde una casa que le prestó un tío, después de que en el barrio donde vivía recibiera amenazas.

A pesar de haber perdido la vista, a Axel Blanco lo han operado dos veces para reconstruirle el ojo y el párpado izquierdo. A Bryan López le hicieron una colostomía y lavado intestinal.

Nadie está listo para perder un ojo a los 17 años. No se puede preparar para vivir con una bala en la ingle a los 19 años. Pocos pueden resignarse a utilizar una prótesis ocular. Unos cuantos están dispuestos a defecar en una bolsa artificial.

Orificio de entrada del balazo que recibió Bryan López. LAPRENSA/M.Esquivel

Algunos heridos

  • Enoc Moisés López Alegría, de 21 años de edad, estudiante de cuarto año de Comunicación para el Desarrollo en la UNAN-Managua. Tiene alojado dos proyectiles en la cabeza. Presenta inmovilidad en la mitad de su cuerpo, pérdida de memoria, dificultad para escribir y hablar.
  • E.H., de 15 años de edad, estudiante de tercer año de secundaria en el colegio Gaspar García Laviana y bombero voluntario. Recibió un disparo en el pecho y en el antebrazo. Y otro balazo de goma en el tórax.
  • Axel Blanco, de 17 años de edad, estudiante de segundo año de Ingeniería en Sistemas en la UNI. Recibió un balazo de goma en el ojo izquierdo. Perdió la vista en ese ojo inmediatamente. Lo han operado en dos ocasiones y espera colocarse una prótesis ocular.
Radiografía de Bryan López, donde se aprecia la bala alojada en la zona de la ingle. LAPRENSA
  • Bryan López Méndez, de 19 años de edad, estudiante de segundo año de Antropología en la UNAN-Managua. Recibió un balazo en la ingle que le atravesó los intestinos y la vejiga. El disparo todavía lo tiene alojado. Le practicaron una colostomía para que pudiera hacer sus necesidades fisiológicas.
  • Juan Bosco Rivas, de 19 años de edad, estudiante de secundaria. Recibió un balazo en la cara. Tiene la bala alojada en la nuca. Ha sido intervenido en más de dos ocasiones. Presenta dolores de cabeza y mareos.
  • Luis González, de 20 años de edad, estudiante de la UPOLI. Recibió dos balazos: al pecho y a la cabeza. Fue operado en el Lenín Fonseca. Su secuela es disartria: dificultad para articular palabras.
Radiografía del cráneo de Juan Bosco Rivas, a quien le quedó la bala alojada en la cabeza. LAPRENSA/O.Navarrete.

“Me estaban ejecutando”

Tiene apenas 15 años de edad y cursa el tercer año de secundaria. Sus iniciales son EH y no da su nombre completo porque ha recibido amenazas. En la última masacre, perpetrada por la Policía contra la marcha a las madres de los caídos, perdió a un amigo después de que le dispararan a la cabeza.

EH es bombero voluntario. Por eso el 20 de abril fue a la Catedral y a la UNI para ayudar a los estudiantes que eran reprimidos. Corría de un lado a otro brindando servicios de primeros auxilio. Pero en un momento en el que asistía a un compañero, sintió caliente el hombro izquierdo.

“Me aturdió el disparo. Caí de rodillas, agarrándome el brazo, y volví a sentir otro impacto”, dice EH, mientras se toca el pecho. “Luego volví a sentir otro disparo en el pecho. Comencé a gritarle a mis compañeros porque me estaban ejecutando”.

Marcas de los impactos de bala que recibió EH, el adolescente de 15 años de edad. LAPRENSA/M.Esquivel

Las balas que entraron en el cuerpo de EH salieron sin hacer un daño mortal. No tocaron ningún órgano, pero le causó una lesión en el pulmón. “No hubo daño de muerte ni en el pulmón ni en el brazo. Las balas pasaron de lado a lado sin tocar órganos ni huesos”, dice EH.

Luego de que en el Hospital Manolo Morales apenas lo estabilizaran, la mamá de EH lo trasladó al Hospital Bautista, donde le realizaron placas y se sorprendieron de que los balazos no hubieran sido mortales. Sin embargo, EH se cansa más rápido que antes y le duele la espalda cuando respira.

Epicrisis de Bryan López, emitida en el hospital Roberto Calderón. LAPRENSA

“Yo digo que es normal por la conmoción de los balazos. Todavía no me han valorado bien. No quiero ir a un hospital público porque no me van a atender bien y en los privados que atienden gratis están llenos de los nuevos heridos en las protestas”, dice EH.

Vivir con balas en la cabeza

El peligro para Enoc López —confirman médicos consultados— es que las balas que tiene en la cabeza puedan moverse hacia una vena u otro órgano y causen un daño más grave. “Los doctores me han dicho que lo mejor es buscar cómo operarme en otro país”, dice Enoc, quien necesita hacerse tomografía y radiografía para controlar los movimientos de los proyectiles.

Enoc habla pausado, como robotizado. Sin embargo, las palabras le salen con mucha lucidez cuando se le pregunta sobre cualquier tema.

—Relajate, amor —dice Lesbia Alegría, su mamá—, te miro muy nervioso moviendo las manos.

“A mí me cuesta leer y si usted lo ha notado, me cuesta hablar”, dice Enoc. Hace unos días, cuando él y su mamá se enteraron que todavía tenía las dos balas en la cabeza, lloraron durante todo el día.

Solo asistido por su mamá, Lesbia Alegría, Enoc López puede caminar. LAPRENSA/U. Molina

“Una muchacha nos están ayudando con tratamiento psicológico porque lo necesitamos. Ambos nos deprimimos con esta situación”, dice Alegría, mientras abraza a su hijo.

Para poder caminar, Enoc se tiene que apoyar en algún familiar. Por esa razón es que la mayoría del tiempo pasa sentado en una silla de ruedas. Ahí, mientras escucha a su madre hablar, de pronto se calla y agacha la cabeza. No vuelve a hablar hasta que nos vamos y se despide con una sonrisa.

Bryan López Méndez muestra las dos radiografía que le han hecho en estos días, donde se aprecia la bala en la ingle. LAPRENSA/M. Esquivel

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