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Cuando le quedan energías después de correr, Alex Vanegas, de 61 años, se une a las marchas de ciudadanos que exigen justicia y democracia. Esa foto es del 24 de mayo de 2018. LA PRENSA / Óscar Navarrete

Cuando le quedan energías después de correr, Alex Vanegas, de 61 años, se une a las marchas de ciudadanos que exigen justicia y democracia. Esa foto es del 24 de mayo de 2018. LA PRENSA / Óscar Navarrete

Don Alex Vanegas, el maratonista que pide justicia en las rotondas de Managua

A sus 61 años Alex Vanegas está corriendo para exigir justicia: una vuelta a la rotonda Jean Paul Genie por cada víctima mortal de la represión desatada por el Gobierno. Cada día debe dar más vueltas.

Michael Vanegas se enteró de lo que su papá está haciendo cuando un amigo lo etiquetó en un video que se hizo viral en las redes sociales. “Oe, Chesco, mirá tu papa en Facebook, anda corriendo en las rotondas”, le dijo. En las imágenes aparecía un señor bajito y flaco, con pantalón negro, camisa blanca y un rústico cartel en el que destacaba una palabra: “Justicia”. Así empezaba la cruzada cívica de Alex Vanegas en apoyo a los estudiantes y a las víctimas de la represión del Gobierno.

Alex tiene 61 años y algunos discos de la columna vertebral desgastados, por eso hace una década dejó de practicar “ejercicios de alto rendimiento” y solo corría por salud porque en su familia la diabetes es un mal hereditario; pero cuando vio que “estaban atacando a los chavalos desarmados de la UNAN-Managua” se le ocurrió “irles a dar apoyo, por lo menos moral, y hacer acto de presencia dando vueltas a la rotonda universitaria”.

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Pronto decidió que daría una vuelta por cada víctima caída en las protestas, “en homenaje a esos que ya no pueden hablar, mucho menos correr”. Y luego se trasladó, siempre corriendo, a la rotonda Jean Paul Genie, a la rotonda de la colonia Centroamérica y, para terminar su maratón, a la rotonda Rubén Darío, situada junto a Metrocentro.

Todos los días se levanta a las 5:30 de la mañana para salir a trotar con carteles que exigen justicia o que explícitamente declaran “corro para correr a Daniel”. Ahora usa zapatos deportivos y pantalones cortos y lleva la camisa por dentro para que todos en la calle vean que es un ciudadano desarmado. Corre contra la vía, para observar a los conductores que vienen de frente por si alguno tuviera intenciones de echarle “el vehículo encima”.

Su mamá se preocupa por él y le dice: “Hijo, tené cuidado”. Sus tres hijos también se preocupan y le piden: “Papa, por favor cuídese”.

Pero él se dice a sí mismo: “Murió Álvaro, un chavalito de 15 años… Yo al menos ya viví mi vida, qué temor voy a tener. Si me van a matar por andar corriendo, que me maten”.

Su hijo Michael Vanegas siente un poco de temor por las actividades de su padre, pero también está orgulloso de él. LA PRENSA / Óscar Navarrete

El maratonista

Empezó a correr cuando tenía 39 años. Primero en el parque de su barrio, en Managua, y luego en carreras que se realizaban desde Metrocentro hasta la Cuesta El Plomo. Uno de esos días conoció a un entrenador que le enseñó la diferencia entre ser un corredor de velocidad y ser un maratonista y lo invitó a llegar al Instituto de Deportes.

Ahí entrenó durante cinco años y con la práctica alcanzó una resistencia que le permitía correr ida y vuelta entre Metrocentro y el municipio de El Crucero, ubicado a 22 kilómetros de Managua, y de Las Piedrecitas a Xiloá, también de ida y de regreso. Así estaban las cosas cuando empezó a sufrir problemas en la columna y un doctor le dijo que ya no podría seguir corriendo a ese ritmo.

Pasaron casi diez años antes de que Alex retomara los ejercicios, esta vez por recomendación de otro médico, para que no lo alcanzara la diabetes que ya padecen su padre y su mamá. Volvió a correr poco antes de que en Nicaragua estallara la insurrección popular que exige justicia y democracia.

Cuando vio que los universitarios que estaban liderando las protestas “se sentían como acorralados”, empezó a correr por ellos. Su primer cartel decía “No maten más estudiantes”, recuerda. Sin embargo, subraya, “hasta donde yo sé aquí no hay ley de pena de muerte y aunque fueran delincuentes, no podés andarlos matando. Supongamos que hayan sido delincuentes… ¿van a ir a rafaguear a todos los delincuentes?”.

Lo que ha ocurrido sobrepasa la injusticia, observa Alex. “No sé cómo llamarle… perversidad, que estén matando a unos niños”, apunta.

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Asegura que se identificó con “los muchachos” porque de 1977 a 1979 él también fue estudiante (cursaba una carrera técnica) y anduvo en las protestas contra Anastasio Somoza Debayle. “Nunca creí que cuarenta años después se fuera a repetir esta situación”, lamenta.

Lo dirigencia estudiantil lo mandaba a los colegios a pegar papeletas en contra del dictador y eso implicaba poner en riesgo la vida, igual que hoy, aunque en aquel tiempo “la represión no era fuerte como ahora”, sostiene. En esas andanzas lo acompañaba su amigo Manuel Olivares, primer presidente de la Asociación de Estudiantes de Secundaria (AES) y organizador de la toma de los colegios, quien el 18 de septiembre de 1978 se convertiría en mártir del Frente Sandinista.

Olivares cayó en el reparto Las Palmas, enfrentando a la Guardia somocista en un combate que El 19 Digital, medio de comunicación del orteguismo, tilda de “desigual”. Manuel, recuerda Alex, era “un muchacho identificado con la causa, que no quería represión ni que existiera el somocismo, que era lo más dañino en ese tiempo”. Lo que ellos hacían antes, dice, lo hacen los jóvenes de hoy contra el régimen de Daniel Ortega, solo que bajo una represión “mucho más fuerte y temeraria” que la de Somoza.

Corre todos los días, en diversas zonas, en solitario o acompañado. Se siente aún más fuerte cuando corre solo, afirma, porque del lado del Gobierno se actúa “en pandilla”. LA PRENSA/ CORTESÍA

“No dejaré de correr”

En los años ochenta y noventa, Alex Vanegas sobrevivió con su propia discomóvil y hoy vive de la venta de sistemas de purificación de agua. Con la crisis que atraviesa el país, el negocio está malo y la economía afectada, “pero eso es secundario”, afirma. “Estamos en una lucha cívica y los muertos no pueden quedar así borrón y cuenta nueva”.

Algunas veces, mientras corre por la rotonda Jean Paul Genie, alguien le pasa gritando: “¡Loco, andá buscá trabajo!”. Y él responde: “Loco es el que manda a matar a los estudiantes!”. O lo amenazan: “¡Vos sos el próximo!”. Y él contesta: “¿A quién le hago daño con andar corriendo? Yo ando corriendo con mis pies, no ando ni interrumpiendo el tráfico”.

Además, por la calle de su casa han pasado sospechosos motociclistas que toman fotografías y un oficial de la Policía quiso intimidarlo asegurando que le mataría a su madre, asegura. “Te creo, porque ustedes son asesinos”, le respondió. Sin embargo, asegura que no tiene temor porque “han matado a tantas personas, que también mataron al miedo”.

Por otro lado, la gran mayoría de los comentarios que recibe son positivos y optimistas. En una de esas, después de ver el video viral, su hijo Michael salió a correr con él y se sorprendió al ver que la gente le aplaudía y que los estudiantes exclamaban contentos: “¡Ahí va el roquito, ahí va el roquito!”.

A veces corre solo, a veces se le unen decenas de personas y juntos dan una vuelta por cada nicaragüense caído en la lucha por la democracia, gritando el nombre de una víctima cuando completan una vuelta. A medida que se intensifica la represión contra las protestas son más las vueltas que debe dar; pero cada día adquiere más resistencia y hoy se siente tan lleno de energía como en los tiempos cuando corría grandes maratones.

Siente un gran respeto por los estudiantes y está convencido de que al correr contribuye para demostrar que en Nicaragua la lucha es y debe ser cívica.

“Hay que manifestarse de cualquier manera, aunque nos digan minúsculos. Las ideas son más fuertes que las armas. Estoy seguro de eso”, sostiene. “Una persona armada es débil. En los tiempos de Somoza yo anduve armado y no me sentí tan fuerte como me siento ahora que estoy desarmado”.

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