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¿El diálogo?

Desde que la insurrección cívica se desencadenó en nuestro país, se ha venido hablando del “diálogo” entre representantes de los intereses de las inmensas mayorías nicaragüenses, por un lado, y de la criminal dictadura que saquea y martiriza nuestro país, por el otro. Acerca de este “diálogo”, ya iniciado pero ahora estancado, y sus perspectivas, deseo presentar algunas reflexiones:

En primer lugar, al igual que la inmensa mayoría de los nicaragüenses, creo que el diálogo solamente tiene sentido si consigue el pronto desmantelamiento del criminal y corrupto sistema orteguista. Con lo que se abrirían las puertas a la posibilidad de que empecemos a ver nuestra dignidad de seres humanos respetada, y nuestro potencial como nación en proceso de desarrollo.

Desde luego, esto implica, no solamente desalojar de la Presidencia y demás poderes del Estado a la mara que los usurpa, sino también el no dejar impunes los múltiples crímenes que ha cometido. Así no se corre el riesgo de que, tal como ocurrió en 1990, a una dictadura moribunda se le conceda el tiempo y condiciones que le permitan sobrevivir, fortalecerse y regresar.

Por otra parte, desde el punto de vista de la mara, el objetivo del diálogo es ganar tiempo, con la esperanza de que la población se canse y sus ánimos se enfríen. Y, durante ese tiempo, mediante sucias maniobras, “concesiones” intrascendentes y la represión, sembrar dudas entre la población acerca de la justeza de su causa, hacer renacer el temor perdido, y cooptar a sectores vulnerables a sobornos y chantajes.

En vista de la contradicción fundamental existente entre los objetivos perseguidos por las partes, para que exista una posibilidad razonable de que en el diálogo prevalezcan aquellos que defiende la inmensa mayoría, es preciso: primero, que quienes la representan se aferren con entereza a la innegociable finalidad que con el diálogo se ansía alcanzar; luego, que sea público, nada de misas negras; después, que se ponga un corto plazo para que concluya; y, finalmente, es imprescindible que se le acompañe con paros nacionales parciales, tranques, marchas y otras actividades agitativas. Por último, es de suma importancia que la comunidad internacional ejerza las legítimas y legales presiones que estén a su alcance.

En caso el diálogo concluyera exitosamente, los sectores que, defendiendo el sentir popular, hubieran tenido representación en el mismo, deben seguidamente proponer mecanismos para seleccionar un gobierno provisional que se encargue de poner en marcha la justicia y democratización que tan urgentemente necesita Nicaragua. Dicha propuesta, que debe incluir plazos, tendría que estar siendo preparada desde ya, mientras se efectúa el diálogo, para ser de inmediato presentada y consultada con la ciudadanía.

Si, como es altamente probable, el mecanismo del diálogo fracasa, ya sea porque la mara gobernante se atrinchera en sus posiciones o porque, lamentablemente, surjan contradicciones insalvables entre los miembros de la representación de Nicaragua, el camino que queda abierto a las mayorías patrióticas es el del paro nacional activo y permanente que, conjuntamente con otros métodos de resistencia cívica y el apoyo de la comunidad internacional, desaloje del poder, en forma ordenada, a la criminal mara. Simultáneamente habría que seleccionar, mediante un procedimiento a convenir, al gobierno provisional que asuma la dirección del país y, entre sus primeros pasos, organice la elección de una Asamblea Constituyente.

Finalmente, una advertencia: mucho cuidado con que la lucha de nuestro pueblo, que tanta sangre joven y valiente ha derramado, no desemboque en un orteguismo sin Ortega, o con algún Ortega ejerciendo el poder desde un oculto puesto de mando.

El autor es ingeniero.

Opinión diálogo nacional insurrección protestas archivo
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