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En defensa de los medios

Desde el 19 de abril que comenzó la revuelta estudiantil y popular contra el régimen de Daniel Ortega, la cual se convirtió en revolución cívica como respuesta a la despiadada represión de la Policía y las turbas orteguistas, muchos periodistas y varios medios de comunicación han sido víctimas de la violencia.

El caso más reciente ha sido el de Radio Nicaragua, radioemisora oficial del Estado que de hecho es una más de las voceras del Gobierno, la cual fue incendiada en la madrugada del viernes pasado por sujetos no identificados.

La primera radioemisora en ser quemada totalmente fue Radio Darío de León, hecho criminal cometido por una turba de individuos entre los cuales fue identificado un diputado oficialista.

También la orteguista Radio Ya ha sufrido dos intentos de incendio, en tanto que la opositora Radio Corporación ha sido víctima de graves amenazas que afortunadamente hasta ahora no se han materializado.

De igual modo, el canal 100% Noticias es otro medio de comunicación que ha sido atacado por terroristas incendiarios, además de que ha sufrido la suspensión de sus transmisiones y ataques físicos a sus periodistas, lo mismo que el robo de valiosos equipos.

El diario LA PRENSA igualmente ha sido víctima de la violencia represiva, en las personas de varios de sus periodistas y corresponsales departamentales, quienes recogen las informaciones en el mismo terreno donde ocurre la represión contra las manifestaciones y tranques de los estudiantes y las personas autoconvocadas que demandan el fin de la dictadura orteguista.

Por principios nosotros condenamos toda agresión contra los periodistas y los medios de comunicación, cualquiera que sea su tendencia política, sean opositores, oficialistas o neutrales. La libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de información o de prensa, es la más sagrada de todas las libertades y derechos de las personas, aquella sin la cual —como sentenció el Mártir de las Libertades Públicas, doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal— no pueden existir ni ser respetadas ningunas de las demás libertades y derechos.

La libertad de expresión y de información es patrimonio de todas las personas y pertenece a todos los medios, independientemente de que guste o disguste lo que informan y opinan.

Son las mismas personas, o las audiencias como las llaman ahora, las que deben decidir qué periódicos leer, cuáles programas de televisión sintonizar y qué radioemisoras escuchar. Nadie puede ser obligado a leer, mirar ni oír lo que otros quieran, así sea el más poderoso dictador del planeta.

Como anécdota cabe recordar que en la antigua Unión Soviética, el régimen totalitario mandaba a colocar en todos los espacio públicos altoparlantes que reproducían las transmisiones de la radioemisora oficial del Estado. Pero la gente se colocaba tapones de algodón en los oídos para no escuchar la fastidiosa y odiosa propaganda estatal comunista.

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