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“Después de mí, el diluvio”

La anterior frase atribuida al rey Luis XV y la de Luis XIV: “El Estado soy yo” caracteriza el absolutismo del que ha hecho gala Ortega al más deplorable estilo de tales monarcas.

El diluvio de destrucción y muerte desatado por la dictadura en sus estertores corresponde fielmente a la interpretación de la expresión que comentamos; la ruptura del diálogo por falta de voluntad de llegar a acuerdos demuestra que Daniel pretende desentenderse de la grave crisis que él ha provocado porque, desde su posición de poder y por su desproporcionada acumulación de riquezas, considera que no le causará prejuicio ni le afectará negativamente, que por el contrario su salida del poder provocaría una gran desgracia para la sociedad, sintiéndose imprescindible dada su megalomanía.

La psicopatología del poder, evidenciada en Ortega en la ausencia de valores éticos o morales y en la carencia de frenos limites o ataduras, desgraciadamente ha tenido un efecto envilecedor a lo interno de su círculo de poder afectando a sus subordinados. Los nicaragüenses nunca habíamos apreciado tanta maldad, crueldad y desprecio por la vida como en los últimos tiempos; ejemplo, la Policía que cegada por el odio dispara dos veces en el pecho al niño que se ha rendido pidiéndole clemencia; las caravanas de la muerte que recorren el país disparando a mansalva a inocentes transeúntes, los francotiradores que disparan a matar, todo para imponer el terror y evitar que los ciudadanos salgan a manifestarse o protestar.

Las tácticas de atacar a pacíficos ciudadanos congregados para reclamar sus derechos y después incendiar las instalaciones cercanas para responsabilizar a sus propias víctimas, no tienen parangón en nuestra historia; tampoco la contratación de mercenarios y delincuentes ni el pago por sus servicios garantizándolo mediante el saqueo a diferentes comercios.

Su maquinaria de propaganda pretendiendo convencernos que quienes protestan pacíficamente son ingratos ciudadanos responsables de los asesinatos y parte de un complot para tomar el poder, esta manipulación nunca antes vista que incluye amañados procesos judiciales, para hacer sentir culpable a la población de defender sus derechos a su vida, libertad y democracia, es parte de la bancarrota moral del régimen.

La degradación de aquellos sectores afectos al sistema será parte de la herencia, que el fin del gobierno de los Ortega Murillo nos dejará. A los daños económicos, físicos, sociales y psicológicos debemos agregar un inmenso daño moral, que el nuevo gobierno deberá atender con prioridad, destacando y afianzando los valores rescatados por la revolución en curso, la no violencia, el civismo, el rechazo a la corrupción y el compromiso por la paz, solamente así podremos construir una sociedad basada en la tolerancia y la primacía de los derechos humanos.

El autor es abogado.

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