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Gobierno sordo, mudo y ciego

Todos quisiéramos que la aguda crisis política que vivimos los nicaragüenses tenga una salida pacífica. Pero esto no es posible cuando las vías para resolver los conflictos a través del entendimiento son cerradas por la dictadura dinástica de los Ortega Murillo.

Nos encontramos ante un gobierno sordo, que no escucha el clamor popular; mudo, que no responde a las demandas de pueblo, y ciego porque la realidad que asume es aquella que responde a sus propios intereses en detrimento de los intereses generales de la nación. Estamos ante un gobierno que no respeta los derechos humanos, comenzando con el más importante de todos: el derecho a la vida. Un gobierno que acalla las reivindicaciones populares a sangre y fuego pierde toda legitimidad y se pone fuera de la ley.

Un diálogo donde no hay un objetivo en común entre las partes, lamentablemente, no tiene sentido. Un gobierno que ha destruido el andamiaje jurídico del país y cuya estadía depende de la fuerza, no entiende de democracia, y peor aún cuando esa fuerza está conformada por asesinos tampoco puede interesarle la justicia. Ante esa situación las únicas opciones que está dejando la dictadura es que la sociedad civil y la comunidad internacional desconozcan el gobierno y se negocie las condiciones de la salida del poder de los Ortega Murillo. Ya los pasos a seguir para refundar el Estado de derecho, pilar fundamental para la construcción de la Nicaragua para todos, tendrán que darse después de la salida de la dictadura y le corresponderá a una nueva generación, con arraigados valores democráticos y de justicia, hacer los cambios profundos.

Los Ortega Murillo no realizan que el sistema político dictatorial y dinástico implantado por ellos, ha fracasado. Su tiempo en el poder ha terminado, deben apartarse, porque ellos ya no son parte de la solución, sino del problema. Un esquema de poder que ha estado basado en el miedo, las amenazas, el avasallamiento, la fuerza, y ahora en los fusiles, solo puede llevar a Nicaragua al despeñadero porque la voluntad general no es algo que les importe.

Lo más perverso de los Ortega Murillo es que uno se cree mesiánico y la otra con poderes esotéricos, ambos con una misión que cumplir en Nicaragua, y para lograrlo están decididos a atornillarse en el poder, como lo han demostrado hasta ahora, desplegando sus fuerzas del mal, y mientras estén en el gobierno seguirán amenazando a nuestros líderes religiosos, profanando las iglesias, causando a diario más derramamiento de sangre y muertes. Y como falsos profetas, porque de su boca brota el nombre de Dios en vano y tienen al diablo en su corazón, inoculan, a través de sus medios de comunicación y sus redes sociales, el odio y la mentira para agudizar la polarización. La permanencia de los Ortega Murillo representa un peligro para la vida de cada uno de los nicaragüenses.

El autor es sociólogo.

Opinión Nicaragua protestas archivo
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