Los ojos de José Ariel Contreras humedecían a medida que describía los detalles que rodearon su deserción de la selección cubana de beisbol en México, en el 2002. Fue justo cuando Gordon Blakeley, entonces vicepresidente de los Yanquis, intervino impidiendo el llanto.
“Cuando subas a la colina del Yankee Stadium y oigas la ovación de más de 50 mil personas, sentirás que ha valido la pena todo por lo que has pasado. Un día volverás a reunirte con tu familia, pero antes tienes que crear las condiciones para traerla”, le consoló Blakeley.
Y Jonathan Loáisiga, ¿qué sentirá cuando pise el box de la que muchos llaman la Catedral del Beisbol? “Pienso que es una bendición muy grande. No tengo palabras para resumirlo. Pero no pensaré mucho en eso. Solo quiero que llegue el momento y disfrutarlo”, afirmó.
Loáisiga no ha tenido un camino escabroso como el de Contreras, pero ha pasado pruebas que han sometido a escrutinio su carácter. Primero se lesionó el hombro y quedó fuera de los Gigantes. Luego se lastimó el codo y se le hizo una cirugía Tommy John. Así que lo que vive este día, quizá le sabe a gloria.
El punto es que Loáisiga entrará a la tierra prometida. Actuará en un escenario destinado para quienes buscan un triunfo que tiene un significado sociológico que sobrepasa la simple enumeración de victorias y récords. Entrará a la historia y quizá al corazón de la gente.
El joven angosto pero fibroso, que se apoya en una veloz recta, una macabra curva y un devastador cambio de velocidad, revestido todo por un gran control y una serenidad de veterano, está listo para hacer su historia y nosotros atentos para observarlo.
¿Qué sentirá Jonathan Loáisiga en el Yankee Stadium? Ya lo vamos a saber esta noche cuando se mida a los Rays, que obligaron a los Yanquis a excederse para vencerlos este jueves por la noche. Ahora es el turno para el pistolero de Las Sierritas. Vamos a ver qué tal resulta.
“Ya estoy en el Yankee Stadium, gracias a Dios”, fue el mensaje que anoche Jonathan le envió a su abuelito Efraín Estrada, quien lo anduvo de campo en campo desde que era un niño. Ambos saben lo que significa el paso que ha dado ahora Loáisiga. “Con ese viejito hemos luchado desde bien abajo”, dijo.
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