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Empate crítico

La insurrección cívica desde hace mes y medio, permite hacer un balance objetivo sobre la situación de la población civil opositora y del gobierno Ortega Murillo.

Nacionalmente las marchas multitudinarias, las manifestaciones de protesta cívica, los plantones y tranques, prácticamente en todo el territorio nacional, se han mantenido a pesar de una furiosa y demente represión, menoscabando la capacidad de réplica del régimen que está mostrando señales de fatiga.

Internacionalmente la dictadura ha sufrido aplastantes derrotas con los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y Amnistía Internacional, así como las declaraciones del Departamento de Estado y otras ramas del Gobierno de los Estados Unidos. Algunas organizaciones que les apoyaban, como la Internacional Socialista, se han sumado a la condena internacional al régimen.

Pero el Gobierno tiene a su favor el aparato policial, los paramilitares y grupos de choque. Además de Cuba, Rusia y Venezuela, que no se han pronunciado públicamente, aunque estén ayudándole por debajo de la mesa, cuenta con la vergonzosa complicidad de Luis Almagro, secretario general de la OEA.

Entonces, las cartas están sobre la mesa: la población y sectores de la Iglesia han mostrado su músculo. La dictadura ha enseñado sus debilidades. ¿Quién gana y quién pierde? Hay, por ahora, un empate crítico. Independientemente de factores subjetivos, como temores, simpatías y deseos, Ortega y Murillo siguen aferrados al poder y no dan muestras de querer abandonarlo. El movimiento popular, ante los ataques de las hordas criminales orteguistas, pasa por momentos a la ofensiva y otras veces a la defensiva.

Algunas medidas para romper ese empate crítico a favor de los ciudadanos se están dando, como las marchas y demandas a un paro nacional, la resistencia en los tranques y una denuncia internacional más efectiva. Pero debe insistirse en que se convoque a una reunión del Consejo Permanente de la OEA para discutir exclusivamente la crisis de Nicaragua y reclamar la presencia inmediata de la ONU para asegurar la paz y prevenir el genocidio. Todavía más, aún queda un menú de acciones cívicas que han dado resultados contra muchas dictaduras y cuyas técnicas están al alcance de todos.

Sigue pendiente el tema del Ejército. El pueblo que paga sus salarios, demanda que se pronuncien contra la dictadura. Aunque Daniel Ortega es el comandante de jefe, los oficiales con dignidad y patriotismo, especialmente los que comandan tropas, están a tiempo de oponerse patrióticamente al genocidio, haciendo lo que tengan que hacer. Recordemos que el arma más importante de la resistencia cívica es la convicción inquebrantable de que la dictadura Ortega Murillo ha llegado a su fin. No importan las tácticas que ocasionalmente les dé ventaja a los opresores, estratégicamente están derrotados.

El autor es diplomático retirado.

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