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La salida de Daniel Ortega

Si la salida de Daniel Ortega es a través de elecciones, estas no deben pasar de seis meses. Pero ni Ortega ni Rosario Murillo podrán ser candidatos. Si se niegan a renunciar no importa, no es necesario que lo hagan, tendremos que echarlos a la fuerza igual a como se hace en toda revolución.

El pueblo ha pagado el precio de la vida y se merece el derecho a echar a Ortega de la forma que sea posible.
Si Ortega se va a las “buenas”, se da el lujo de llevarse a su familia y quizás con los años hasta puedan regresar. Para él es mejor perder las propiedades pero conservar la vida de toda su familia. Si decide imitar a Somoza y no marcharse, las consecuencias para el pueblo sin duda serán sangrientas. Pero si ya a las puertas del triunfo logra fugarse (ya no sería salida) se le tendrá que seguir hasta con el largo brazo de la justicia por tantos crímenes cometidos contra su pueblo.

Para el frentismo significará también el fin, pues el pueblo, al echar a Ortega Murillo del poder también echa a su partido político porque fueron sus militantes los que una y otra vez lo propusieron, entregándole todo tipo de poder igual a como pasó con Somoza.

A los allegados a Ortega y a su régimen les tocará pagar por los crímenes que el dictador cometió. Se conoce que el propio Daniel Ortega habría asesinado a un torturador somocista, en venganza porque lo había torturado.
La masacre realizada por el orteguismo el pasado 30 de mayo, supera con creces a la efectuada por el somocismo el 22 de enero de 1967.

Los obispos han acertado al decir que la condición previa del diálogo debe ser el respeto a los derechos humanos de los nicaragüenses. No se pueden sentar en una mesa de diálogo que está manchada de sangre.

Los tranques, que están por casi toda Nicaragua, surgen espontáneamente montados por ciudadanos autoconvocados. No existe un frente unido organizado que haga un llamado al levantamiento general, y no se debe esperar a que sea el Cosep el que se robe el mandado.

La unidad de todas las fuerzas es urgente para decir quién va a estar al frente de la nación.

A mi juicio ya es tiempo de nombrar una Junta de Gobierno Provisional (JGP) para presionar a la dictadura y obligarla a salir del poder.

La JGP debe desconocer al dictador y todos los poderes del Estado, llamar a la población a que salga masivamente a la calle, atrasar estas decisiones significaría mayor sacrificio.

A nivel internacional se debe pedir el reconocimiento de la JGP y el desconocimiento a la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Si las marchas, los tranques y el Diálogo continúan sin una estrategia que las coordine, quedaremos solamente en esas manifestaciones de lucha, sin llevarlas a la victoria sobre la dictadura.

El autor es analista político.

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