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Habitantes del barrio Sandino, en Jinotega, han levantado barricadas. LA PRENSA/CARLOS VALLE

Barrio Sandino, el “pequeño” Monimbó de Jinotega

Un barrio en Jinotega, igual que Monimbó en Masaya, desafía al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, y encabeza las protestas en esa ciudad del norte

Los jinoteganos presumen de su clima fresco, de su cerámica negra y de su bebida fermentada agualoja. Ahora, desde el inicio de las protestas contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo pueden sumar a esa lista al barrio Sandino, uno de los más aguerridos del norte de Nicaragua. En palabras de sus habitantes: “Un pequeño Monimbó”.

Con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista en 1979, este barrio pasó de llamarse España a Sandino. Los habitantes querían honrar su lucha, ya que fueron colaboradores del FSLN contra la dictadura de los Somoza en Jinotega. Sin embargo, la represión policial y el uso de paramilitares armados contra ciudadanos indefensos los hizo rebelarse desde abril pasado contra el Gobierno.

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“No podemos estar a favor de un partido que mata a los pobladores. Son igual que los Somoza”, precisa Miguel, habitante del barrio Sandino y uno de los jóvenes que a diario defienden las decenas de barricadas que se han levantado en Jinotega.

El centro de las protestas

Unos días antes Monimbó había hecho lo mismo: dejó su fidelidad al partido y lidera desde entonces una revuelta popular en Masaya contra la dictadura de Ortega y Murillo. La ciudad entera se ha sublevado y ha levantado tranques y barricadas para evitar los saqueos y los ataques de las turbas orteguistas. Además, desde inicios de junio, los masayas mantienen sitiados en su cuartel a los agentes policiales, encabezados por el comisionado general Ramón Avellán, jefe de Investigaciones y subdirector de la Policía Nacional.

Todo lo concerniente a los tranques y las manifestaciones contra el Gobierno pasa por el barrio Sandino. Los principales puestos médicos están ahí. Un autodenominado centro de mando funciona desde ahí. La comida para los ciudadanos en las barricadas se cocina ahí. Los refuerzos para repeler los ataques policiales y de los paramilitares orteguistas se concentran ahí. Este barrio es el corazón que bombea la sangre para el cuerpo de las protestas en Jinotega.

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El barrio queda subiendo. Las viviendas de concreto y bloque se entremezclan con las de piedra cantera, ladrillo y madera. La separación entre una y otra casa la dan los colores de las fachadas. El retrato de una familia cuelga casi al reverso de la del vecino. Generaciones enteras han nacido y muerto ahí.

Cuota de sangre

Más allá de su rebelión contra el orteguismo, este barrio comparte otra similitud con Monimbó: su empinada calle principal ha sido bloqueada por varias barricadas de adoquines, que se levantan a distancia de tiro de piedra. Es la vía jinotegana con más trincheras en menos de 300 metros. Una, dos, tres, cuatros y cinco en una cuadra. A uno de los costados de su entrada principal lucen con orgullo una camioneta, propiedad el Estado, quemada el mes pasado durante las protestas.

Un joven camina en la carretera principal de Jinotega, donde se observa una camioneta, propiedad del Estado, quemada por los manifestantes. LA PRENSA/CARLOS VALLE

Los jóvenes del Sandino fueron de los primeros en levantar tranques en las entradas de Jinotega, lo que molestó al todopoderoso alcalde sandinista Leónidas Nicolás Centeno Rivera, quien respondió con la brutalidad policial que ha caracterizado a la represión orteguista en todo el país, que ha dejado más de 170 muertos y cientos de heridos de bala en Nicaragua, según recuento de organizaciones de Derechos Humanos.

Jinotega ya ha puesto su cuota de sangre: más de 60 heridos y un adolescente muerto. Abraham Antonio Castro Jarquín, de 17 años, falleció la noche del viernes 8 de junio, durante un ataque de las turbas sandinistas contra pobladores que mantenían un tranque en la salida norte de la ciudad.

Ataque a balazos

Entre la noche de ese viernes y la mañana del sábado 10 de junio, policías y paramilitares orteguistas atacaron el barrio Sandino a balazos. “Querían que nos rindiéramos, pero eso nunca va a suceder”, sentencia Miguel. “Primero muerto, que rendido”, añade este joven de baja estatura y contextura recia, que carga un casco de motorizado para protegerse de los francotiradores.

Hoyos de bala en las puertas, ventanas y paredes de las viviendas, y en los postes del alumbrado público del barrio son la prueba de ese ataque. Los pobladores muestran cada agujero a un equipo de LA PRENSA. “Este es de AK… este de pistola”, explican en el recorrido por la calle principal del barrio.

Una habitante del barrio Sandino, en Jinotega, muestra el orificio que dejó una bala en la ventana de su vivienda. LA PRENSA/CARLOS VALLE

“A la hora de la balacera nos refugiamos en el patio. Mis tres hijos, mi esposo y yo teníamos miedo. Nunca había vivido algo así. Pudieron matar a cualquiera”, señala Dionisia Castro, habitante del barrio.

El ataque armado fue repelido con morteros y piedras, las únicas armas de los ciudadanos autoconvocados. La diferencia de armamento no desmoraliza a los pobladores, en cambio, los anima. “Ellos (policías y paramilitares) no han podido con nosotros. Si con piedras los corrimos del barrio, con armas, los sacamos del pueblo”, señala José, habitante del Sandino y compañero de Miguel.

Territorio sandinista

Desde sus inicios como Sandino, este barrio siempre ha votado en las elecciones generales o municipales a favor de los candidatos del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

“Era un barrio que los antisandinistas sabíamos que perderíamos, ni nos preocupábamos por poner fiscales (electorales) ahí. Era territorio perdido”, comenta la activista Nidia Chavarría Rivera, simpatizante del Partido Conservador, pero que ha promovido a los candidatos opositores a los del FSLN, pese a la alianza que existe entre la cúpula conservadora y el oficialismo.

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Bajo la sombra del fraude, en las últimas tres elecciones municipales (2007, 2011 y 2017), el vencedor ha sido Centeno Rivera, un personaje conocido en la ciudad. Durante su período como diputado propietario (2002-2006) entregó más de un millón de córdobas a sus familiares, principalmente su esposa, del Fondo Social que la Asamblea Nacional asigna anualmente a los parlamentarios. El legislador argumentó que debía buscar “gente de confianza” para invertir el dinero, según una investigación de LA PRENSA, publicada en noviembre de 2007.

Centeno era escuchado en el barrio. Hoy su nombre “está manchado de sangre”, según los pobladores, por lo que no lo dejarán entrar al suburbio. “La reacción violenta del alcalde solo se explica en su frustración por haber perdido el poder en el barrio”, analiza Chavarría. El Sandino, como Monimbó, se ha salido del redil orteguista.

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