Los comandantes de la extinta Dirección Nacional del FSLN, así como destacados comandantes guerrilleros, fueron los que crearon al monstruo de Daniel Ortega que ha enviado a matar a los universitarios y pueblo en general que de manera pacífica están en las calles y barricadas exigiendo justicia por los asesinados y que se vaya la pareja presidencial.
¿Quién en su sano juicio puede enviar a su Policía, parapoliciales y sus turbas divinas a disparar a matar el 30 de mayo, Día de las Madres, a una marcha de más de 600 mil personas encabezadas por las madres que han perdido a sus hijos desde el 18 de abril? Solo un monstruo sin escrúpulos puede hacerlo.
¿Y qué decir del actuar de las hordas asesinas orteguistas que incendiaron una vivienda en el barrio Carlos Marx, donde fallecieron seis personas, incluyendo dos bebés?
“…la Policía mató a toda mi familia. Malditos perros”, denuncio Oscar Pavón, uno de los sobrevivientes.
Ortega ha instaurado la política del terror y el miedo para que el pueblo no salga a protestar, que de acuerdo con la ANPDH han dejado más de 215 muertos al momento de redactar este artículo.
Ahora escucho a Dora María Téllez, Víctor Hugo Tinoco, Julio López Campos, Hugo Torres, entre otros, que critican a su excorreligionario Ortega, lo cual comparto, pero creo que el pueblo espera más de estos exguerrilleros y conspiradores con experiencia. Por ejemplo, persuadir a la Policía a no seguir matando o bien convencer al Ejército para frenar la masacre al pueblo indefenso.
Durante una entrevista a Confidencial en julio del 2016, el comandante Henry Ruiz dijo: “No se puede ver claramente si esa ambición de poder está desde la primera semilla, muchas cosas que estuvieron en manos de Ortega nosotros voluntariamente lo hicimos, no nos pusimos a pelear. Visto en la perspectiva de como se fue encaramando, con mentiras, con todas las trampas que hace un político tradicional, si debo decir que él escondía una enorme ambición”.
En otra entrevista en 2018 a la periodista Alejandra González, Ruiz afirma: “Fue un error de nosotros que este señor se encaramara donde está y que ahora sea presidente eterno”. Y agrega: “No me metí para nada. En la lucha por el poder se miraba a Daniel y Tomás Borge y Humberto Ortega. Ahí que se maten, dije. Pero no debí haber dejado sola esa cancha política. Y la dejé. Es una falla importante porque tiene trascendencia”.
Si los universitarios y pueblo en general se enfrentan contra la Policía con morteros y piedras —poniendo los muertos—, se espera mucho más que declaraciones de los que crearon al monstruo. Están en deuda con Nicaragua.
El autor es periodista.