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Iglesia católica frente a Atila

La Iglesia católica, representada por los obispos y el clero arquidiocesano de Managua, acompañados por el nuncio apostólico que representa personalmente al papa Francisco, impidió que se perpetrara una nueva y peor matanza en Masaya, particularmente en Monimbó.

La llegada de los religiosos católicos a Masaya y Monimbó, el jueves pasado, donde encararon a la jefatura de las fuerzas represivas de Daniel Ortega, nos hizo imaginar la escena histórica de cuando en el año 452 el papa León I, acompañado por una comitiva sin armas salió a enfrentar al despiadado conquistador Atila, quien al frente de su ejército invasor se aprestaba a tomar Roma por asalto, saquear la gran ciudad y masacrar a sus habitantes.

León I enfrentó a Atila solo con su palabra y su investidura religiosa y de manera milagrosa —según la leyenda con ayuda de los apóstoles Pedro y Pablo—, logró que el sanguinario rey bárbaro que se hacía llamar “el azote de Dios”, desistiera de atacar a Roma y que iniciara su retirada del territorio italiano.

La llegada de los representantes de la Iglesia católica a Masaya y Monimbó, cuando las fuerzas represivas ya habían comenzado una criminal ofensiva armada contra la población civil sin armas, impidió que ocurriera allí la peor matanza de todas las que ha perpetrado Ortega desde el 18 de abril pasado.

Pero no solo fue eso. Además de impedir que se ejecutara la masacre orteguista contra la población civil de Monimbó, la valiente y ejemplar actitud de los representantes de la Iglesia católica levantó el ánimo de la población de todo el país y fortaleció su voluntad de lucha contra la dictadura de Ortega y Murillo.

Después de la matanza orteguista en la manifestación pacífica del 30 de mayo, Día de la Madre, que dejó en Managua un saldo de 15 personas muertas a balazos y decenas con heridas de distinta gravedad, muchos nicaragüenses quedaron atemorizados. Desde entonces no se ha realizado ninguna otra gran manifestación popular, como las del 23 y 28 de abril, y del 9 y 30 de mayo, que sumadas movilizaron a centenares de miles de personas.

De manera que la manifestación cívica que organizaciones de la sociedad civil, los estudiantes y el movimiento campesino han convocado para hoy sábado 23 de junio, representa para la ciudadanía democrática el desafío de volver a tomarse masivamente las calles en su resistencia contra la dictadura.

Alguna voces prudentes aconsejan que no se debe seguir convocando a grandes marchas populares porque podrían ser atacadas a balazos por la Policía y los paramilitares, y ante todo hay que proteger la vida humana.

Esa prudencia es respetable. Pero no se debe perder de vista que en una revolución democrática no armada, las manifestaciones pacíficas constituyen una de las principales herramientas de lucha. Renunciar a ellas equivale a no continuar la lucha por la recuperación de la libertad y la democracia, o sea, a claudicar ante la dictadura. Y eso no se puede aceptar.

Editorial CEN LA PRENSA Masaya Obispos archivo
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