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Ser profeta en los tiempos actuales

Hablar de Juan el Bautista es reconocerlo como el Profeta de la esperanza: Isaías habló de Juan diciendo de él que iba a ser la voz que clamaría al pueblo ante la llegada del Mesías: “Preparen el camino del Señor” (Mt. 3, 3). Zacarías, su padre, le llamaba “profeta del Altísimo” (Lc. 1, 76) y Juan se llamaba a sí mismo: “La voz que clama en el desierto” (Jn. 1, 23). Jesús le llamó “más que un profeta” (Lc. 7, 26).

Esa fue la misión de Juan el Bautista y la llevó a cabo con toda responsabilidad. Con Juan el Bautista se cerró una puerta, la del Antiguo Testamento, y se abrió otra que es la del Nuevo Testamento. Se cerró la puerta del ayer y se abrió la puerta de la Buena Noticia del Reino (Mc. 1, 14). Se cerró la puerta de las promesas y se abrió la puerta a la Palabra que se hizo carne y acampó entre nosotros.

Con Juan el Bautista se pasó del ayer al hoy y la promesa se hizo realidad (Jn. 1, 1.14). Con él se pasó el mundo de la Ley y se abrieron las puertas a la fe en Jesús y el Reino (Jn. 6, 47).

Con Juan el Bautista se cierran las puertas al hombre viejo y surge el hombre nuevo (Jn. 3, 3). Como profeta fue el siempre fiel a su misión hasta el punto de entregar su propia vida antes que ser un traidor.

Como todo profeta fue voz que denunciaba el hombre viejo y por ello decía: “Conviértanse. Que está cerca el Reinado de Dios” (Mt. 3, 2). Y a su vez, como profeta, Juan el Bautista anunciaba: “Preparen el camino al Señor” (Lc. 3, 3). “Y todos verán la salvación de Dios” (Lc. 3, 6).

La figura de Juan el Bautista debe tener una gran resonancia en el mundo y en la Iglesia de hoy: somos una Iglesia profética.

Son demasiados los problemas religiosos, políticos, sociales, económicos, ante los cuales no podemos callarnos.
Su voz no solo la necesitan escuchar los creyentes, sino también los que no lo son.

Unos y otros queremos esos grandes valores que todos hambreamos para poder ser gente nueva, capaces de crear la sociedad nueva que, en verdad, dignifique la vida de todo ser humano y esta sociedad cambie en beneficio de todos.
El mundo necesita de esperanza y esa esperanza es la que nos brinda la voz de los profetas, porque su palabra, como nos dice San Pablo, es palabra de “salvación” (Hch. 13, 26).

Siempre hay esperanza y oportunidad para cambiar porque siempre hay oportunidad para aprender. Los profetas son siempre luz, voz de Dios, y el mundo de hoy necesita esa luz y esa palabra clara y verdadera.

El autor es sacerdote católico.

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