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Tiempo de coraje

Durante las últimas semanas he tenido el privilegio de entrevistar en sus consultas, salas hospitalarias y puestos médicos improvisados a varios profesionales y voluntarios sanitarios que están poniendo en este tiempo de crueldad en Nicaragua la capa de piel de la que estamos hechos. Ahora he comprendido por qué ustedes, amigos y amigas, son parte de los sueños de tantos niños cuando se sueñan de adultos.

El trabajo de ustedes, profesionales y voluntarios (muchos estudiantes de pocos años de Medicina o Enfermería), paramédicos y técnicos en atender a los heridos (la mayoría jóvenes y procedentes de barricadas o de marchas, pero también algunos policías) ha estado y está a la altura del dolor de este pueblo.

La inmensa mayoría del personal sanitario de hospitales públicos y privados se ha desvivido por atender a los heridos de esta violencia represiva. Sin embargo, hay testimonios y denuncias sobre algunas decisiones y acciones concretas de personas con responsabilidad en verdaderas violaciones al derecho a la salud (¿quién le cerró la puerta del Hospital Cruz Azul a Álvaro Conrado? ¿Quién ha dado altas de manera temprana a pacientes en un delicadísimo estado de salud? ¿Es cierto que alguien cometa la atrocidad de cambiar epicrisis a los fallecidos?).

Frente a ellos, muchos gremios sanitarios y médicos a título personal expresaron en sus propias redes sociales, o a través de comunicados públicos, su compromiso con la atención a todas las personas heridas en los picos de violencia que sufre Nicaragua. Todo ello a pesar de las sospechas y presiones de las direcciones de sus propios centros y de lo excesivamente politizado que se encuentra el Sistema de Salud Público.

Igualmente loable han sido las intervenciones realizadas por los voluntarios de la Cruz Roja, aunque a veces, a sus ambulancias se les ha confundido con las del Ministerio de Salud y han recibido algunas agresiones.

Si bien hay sospechas de casos violatorios del derecho a la vida y la salud, como alguna generada en el Lenín Fonseca, me consta que en otros, como el Manolo Morales y el Alemán o el Bertha Calderón y Vélez Paiz, no se ha negado la atención a pacientes heridos, pese al miedo de muchos de ellos a la presencia policial. Ataques deliberados y saqueos se han dado en diferentes centros hospitalarios del país. Y pese a ello, el personal sanitario, muchas veces a riesgo de sus vidas, no ha dejado de atender.

He tenido la suerte de conocer a algunos profesionales de hospitales como el Bautista, Vivian Pellas y Salud Integral, por ejemplo, que, dedicados hasta ahora a la sanidad privada, se han entregado en cuerpo y alma a extirpar restos de balas y salvar cientos de vidas. Hasta hay cirujanos de Medicina Estética convertidos en cirujanos de guerra en cuestión de días.

Sé muy bien que algunos de estos profesionales ya están afrontando situaciones económicas difíciles por la gran reducción en sus ingresos. Y con todo, siguen buscando cómo recoger más ayuda para llevarla a los puestos médicos improvisados o incluso hacen turnos en puntos calientes, como el consultorio de San Miguel, en Masaya.

Cada herida que han cerrado, cada bala que han sacado, muchas veces sin estar preparados para esta magnitud de violencia, quedará en la memoria de todos. Gracias, amigos y amigas. Han estado por encima del sistema y de la violencia. Frente a la locura de estos días, al cinismo disfrazado de paz, ustedes no engañan. Y me han recordado por qué de niño quise alguna vez ser como ustedes son. Lo mejor que se puede soñar de nosotros mismos.

El autor es periodista.
@sancho_mas

Opinión coraje Nicaragua represión archivo
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