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Las preguntas que todos se hacen

La situación de Nicaragua es realmente crítica, tanto en derechos humanos, como política, social y económica, de tal manera que es urgente una salida, ver la luz al final del túnel, que nos permita reconstruir la nación, pero en justicia, libertad y democracia.

El grito general de la inmensa mayoría de la población es que Ortega y Murillo se vayan. Si aún no están seguros que ese es el camino, el régimen podría llamar a un plebiscito con supervisión internacional para que sea el soberano el que decida.

El gran problema a definir, es el cómo y cuándo se van y qué pasará en el ínterin durante los meses que le queden antes se someterse a unas elecciones anticipadas que le ha propuesto la Mesa de Diálogo, la Conferencia Episcopal, dos enviados del gobierno norteamericano, e incluso, el propio secretario general de la OEA, Luis Almagro, quien el viernes pasado propuso un plazo de 9 meses mínimo, a 14 máximo, para poder organizarlas con una institución electoral recompuesta.

Dos buenos amigos, cuyos nombres me reservo, discutían en estos encierros sobre esta posibilidad. Uno planteaba sobre la mesa las preguntas que todo el mundo se está haciendo al escenario de elecciones anticipadas pero con Ortega gobernando y el otro, sus respuestas más optimistas, pero cambiando el escenario.

Las preguntas: ¿Estará apto Ortega para gobernar durante los meses que dure el proceso electoral, con un país ensangrentado que clama por la justicia y la democratización? ¿Estará interesado en controlar a sus huestes que han reprimido al amparo de la Policía Nacional? Y los nicaragüenses que han sacado su dinero, ¿lo traerán de vuelta en los meses de transición? ¿Los empresarios seguirán y completarán la construcción de los edificios en la Jean Paul Genie, la Suburbana? Y si los completan, ¿tendrán inquilinos o compradores? ¿Habrá suficiente seguridad ciudadana y confianza en la desacreditada Policía Nacional? Y los turistas, ¿regresarán a San Juan del Sur a vacacionar con Ortega? Concluye mi amigo, que para que esta revolución pacífica dé frutos, debe de ser sin odios.

Mi otro amigo dio las respuestas: al primer grupo de preguntas, con el denominador común de mientras Ortega esté en el poder, todos sabemos que no habrá estabilidad financiera y el barco se va a pique. Dado que el Ejército y los empresarios han visto que el barco se hunde con Ortega, esperemos que estos dos grupos lo persuadan de firmar su renuncia lo más pronto posible y buscar mientras tanto, ciudadanos idóneos para que conformen una junta de gobierno de transición, mientras se organizan las elecciones.

Tengo la confianza que la imagen de Nicaragua restaurada, dará como resultado un flujo enorme de inversiones para reconstruir una Nicaragua ejemplar, transparente, honesta, dinámica y llena de dignidad. Ya no habrá huestes tratando de boicotear “gobernando desde abajo”. Este tiempo de tanto sacrificio y dolor que estamos viviendo dará como resultado un futuro sólido y estable para nuestros hijos, nietos, biznietos y tataranietos.

El autor es periodista, exministro y exdiputado.

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