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No volverá el pasado

¿Continuarán los asesinatos diarios en presencia de los organismos internacionales de derechos humanos que están por llegar al país?

Tras la caída de la dictadura de Anastasio Somoza, José Coronel Urtecho escribió el poema No volverá el pasado:
“Ya todo es de otro modo/Todo de otra manera/Ni siquiera lo que era es ya como era/Ya nada de lo que es será lo que era/Ya es otra cosa todo/ Es otra era/Es el comienzo de una nueva era/Es el principio de una nueva historia/La vieja historia se acabó, ya no puede volver/Esta, ya es otra historia…”.

No sabemos aún cuál será la salida de esta siega sangrienta, cuándo la lista de muertos de todos los días tendrá un punto final, cómo y de qué manera vendrá la democracia, cómo se hará justicia frente a los crímenes. Pero si de algo estamos seguros, es que no regresará el pasado. El pasado, tal como era, bajo la férula de un gobierno entre esotérico y populista, que pasó diez años ensayando la represión a dosis calculadas, ya no es posible. Desde que en abril cayó el primer joven en las calles, el régimen inició su viaje hacia ese pasado de manera irreversible. La cifra de hoy se acerca a 250 víctimas mortales y seguramente estará rebasada cuando estas líneas se publiquen, por lo que esa irreversibilidad será más absoluta.

Mientras escribo, hoy Día del Padre, los policías y paramilitares que andan sueltos por las calles, encapuchados por igual, asesinaron de un balazo en la cabeza, en Managua, al niño, de 15 meses, Teyler Lorío, mientras sus padres lo llevaban hacia la casa de sus abuelos.

Es un poder incompatible con el presente, pero más incompatible aún con el futuro. Todos los crímenes fueron detallados en un informe presentado ante la OEA por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cada caso debidamente investigado y comprobado.

La respuesta del poder, a través de la voz del canciller Moncada, fue que todo es una conspiración orquestada para desprestigiar la democracia de la que disfrutamos. Una democracia encapuchada.

En 1978, cuando el régimen de Somoza entraba también en el pasado, el canciller Quintana dijo en el mismo salón de la OEA un discurso que se parece mucho al del canciller Moncada: mentiras orquestadas para desprestigiar a un gobierno constitucional.

En la misma sesión de la OEA, el secretario general Luis Almagro planteó un adelanto de las elecciones presidenciales para dentro de nueve meses, y el canciller Moncada no lo desmintió. Es lo mismo que ha puesto en su agenda la Conferencia Episcopal, mediadora del Diálogo Nacional, y ahora le ha demandado a Ortega que lo confirme por escrito. Aparentemente, Estados Unidos le ha planteado lo mismo. Pero la pregunta es si el muro de cadáveres que separa al poder de los ciudadanos deja algún resquicio para esperar nueve meses.

El Diálogo Nacional es la única manera de evitar que se desate en Nicaragua una nueva guerra civil. Hasta ahora, la lucha ha sido cívica, aunque los desarmados están poniendo los muertos. Y es incuestionable la representatividad de la Alianza Cívica, empeñada, igual que los obispos, en encontrar una salida sin más sangre.

Pero Karina, la madre del bebé Teyler Lorío, dice, desgarrada: “Que se vaya ya, ya, ya. En estos nueve meses que quedan va a seguir matando, matando y matando”.

Para que el diálogo pueda seguir adelante, esta violencia insensata tiene que ser parada en seco. ¿Continuarán los asesinatos diarios en presencia de los organismos internacionales de derechos humanos que están por llegar al país?
“La vieja historia se acabó, ya no puede volver. Esta, ya es otra historia…”. Que lo entiendan quienes están sordos en las alturas.

El autor es escritor. Masatepe, junio 2018.
www.sergioramirez.com

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