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Cuando Jesús lloró

No podemos escapar a las embestidas de la vida, esos sufrimientos que inesperada y agresivamente llegan a nosotros. ¿Cómo librarnos de ellos? ¿Tengo la culpa de padecerlos? Son preguntas agónicas que nos hacemos frente al tormento. Vivir una tragedia es como caminar por el desierto, sediento, hambriento y descalzo, frente a un fatal desenlace.

Ante el dolor de la tragedia, ¿dónde está Dios?, pareciera que en ese justo instante me descuidó o no escuchó mis gritos de auxilio. Sin embargo, en medio del corazón roto y hecho pedazos, es preciso recordar cuando Jesús lloró. Lloró porque como humano, también la vida lo embistió. Así como hoy nuestro espíritu puede estar entristecido profundamente, Su espíritu lo estuvo por nosotros. Saber sobre el dolor de Jesús, reconforta, anima y fortalece, porque es un Señor que comprende lo que sentimos y no es indiferente.

“Al llegar María (hermana de Lázaro) adonde estaba Jesús, cuando Lo vio, se arrojó a Sus pies, diciendo: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.” Y cuando Jesús la vio llorando, y a los judíos que vinieron con ella llorando también, se conmovió profundamente en el espíritu, y se entristeció. “¿Dónde lo pusieron?”, preguntó Jesús. “Señor, ven y ve”, le dijeron. “Jesús lloró.” Juan 11: 30-35.

Jesús nos enseña cómo es su amor por nosotros, es incondicional, sacrificial, puro y sin límites. Él llora con nosotros, nos acompaña en medio de la tormenta. Siempre llega justo a tiempo, cuando más lo necesitamos, siempre ha estado allí, aunque a veces no lo notamos. Jesús sufrió, y sigue sufriendo cuando nos ve sobrellevar una tragedia, Él está claro que mientras permanezcamos en la tierra, la vida nos va a sacudir y nos presentará grandes batalles que se deben librar.

Ante la realidad que nos puede profundamente estremecer, nuestro Señor nos dice: “Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo.” Juan 16:33. Si genuinamente le entregamos nuestra confianza a Jesús y creemos firmemente que Él nos librará del maligno, experimentaremos cómo su Gracia y su Protección nos mantendrán a salvo hasta el final de cualquier tormenta.

Jesús es quien ve nuestros miedos y desesperanzas e intercede ante el Padre por nosotros, diciendo: “No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno”. Juan 17:15. Por tanto, quiero invitarlos a que no titubeen en ir a buscar a nuestro Señor, porque Él está buscándote para decirte: “Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar”. Mateo 11:28.

El autor es presidente de la Asociación Cristiana Jesús está Vivo.

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