El pueblo mexicano elegirá a su nuevo presidente mañana domingo, 1 de julio. Los candidatos llevan meses haciendo promesas para gobernar a más de 124 millones de habitantes durante el siguiente sexenio. Los temas principales en esta elección son: la lucha contra la corrupción y la relación con Estados Unidos, específicamente la renegociación del TLCAN.
Se espera una participación masiva para ejercer el derecho al sufragio. Existen casi 90 millones de ciudadanos registrados en el padrón electoral, de los cuales se estima vote un 61 por ciento, aproximadamente.
De los cuatro candidatos en esta contienda presidencial, tres representan alianzas políticas con estructuras partidistas sólidas y uno participa de manera independiente. El tres veces candidato a la Presidencia, el izquierdista y controversial oponente del sistema, Andrés Manuel López Obrador, lidera la coalición Juntos Haremos Historia, encabezada por su partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena). De acuerdo con la encuesta de Consulta Mitofsky, realizada en la segunda quincena de junio, este lleva una preferencia efectiva del 48.1 por ciento.
Le sigue con el 25.5 por ciento Ricardo Anaya, quien encabeza la coalición Por México al frente, compuesta por el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Dicha alianza es controversial, principalmente por la histórica disimilitud ideológica entre ambos partidos. Anaya, con 39 años de edad, es políglota, elocuente, inexperto ocupando cargos públicos y simula ser la versión mexicana de Macron. Su sonrisa ladeada y tenaz ambición generan desconfianza.
En tercer lugar, según la misma encuesta, se encuentra José Antonio Meade con el 22.5 por ciento de aprobación. Este dirige la coalición Todos por México, encabezada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Meade tiene un doctorado en Economía por la Universidad de Yale y su experiencia en cargos públicos es amplia. Ha sido el único funcionario en ocupar cuatro secretarías (ministerios) en seis ocasiones diferentes, en dos períodos presidenciales, con partidos distintos. Podríamos decir que Meade tiene una trayectoria impecable y poco se pone en duda su honestidad. Sin embargo, aparte de su poco carisma, carga con el rechazo generalizado hacia el PRI, partido oficialista que desaprovechó su regreso al poder cometiendo descarados actos de corrupción.
Por último, con el 3.9 por ciento de aprobación se encuentra Jaime Rodríguez, el Bronco. Es el primer gobernador electo en toda la República de manera independiente, es decir, sin representación partidaria, en el Estado de Nuevo León e intenta llegar a la Presidencia por la misma vía. Sus ideas radicales, su tono burlesco y agresivo, sumado a la falta de una estructura partidaria, hacen que su candidatura no sea tomada en serio.
Si bien todo parece indicar que la mesa está servida para las elecciones presidenciales, todavía mucho puede pasar. No podemos subestimar la maquinaria política, experimentada y robusta del PRI y del PAN. Ni podemos obviar la clase empresarial de grande capitales, que no quiere ver sus emporios afectados. De igual manera, el vecino del norte no quiere desestabilizar la región y hará lo posible por evitar una crisis como la venezolana, en su frontera.
Las elecciones en México son trascendentales, no solo por lo que significa para la debilitada izquierda latinoamericana, sino también por la posición de este país en el mundo. México es la decimoquinta economía más fuerte del planeta y se pronostica que será la séptima para el año 2050.
Si gana López Obrador, este tiene dos opciones: adaptarse al sistema, mejorarlo y procurar el Estado de Derecho o luchar contra él férreamente y tratar de quebrantar la sólida institucionalidad del país. Si decide tomar la segunda opción, solo queda la esperanza de que no se convierta en otra quimera, como Daniel Ortega.
El autor es profesor de Relaciones Internacionales.