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Los tiempos electorales de Ortega

En su discurso del sábado pasado ante una modesta concentración de empleados públicos y seguidores fanáticos, Daniel Ortega rechazó tácitamente adelantar las elecciones para el próximo año.

Dijo que “las reglas no pueden venir a cambiarlas de la noche a la mañana porque se le ocurrió a un grupo de golpistas”, como él y Rosario Murillo llaman a las multitudes de ciudadanos y a los obispos que exigen la convocatoria adelantada de elecciones con el propósito de resolver de manera pacífica y constitucional la grave crisis que sufre el país. Hasta el secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha propuesto adelantar las elecciones para el próximo año, pero Ortega no atiende razones de nadie.

“Ya habrá tiempo para elecciones”, aseguró el obtuso y despiadado dictador, quien para mantenerse a cualquier precio en el poder ha mandado a sus fuerzas represivas a matar a más de 300 nicaragüenses y siguen matando porque la gente no deja de luchar por la libertad y la democracia. Ayer Ortega continuó sus ataques con armas de guerra contra los indefensos ciudadanos autoconvocados en los tranques, matando en Carazo a por lo menos nueve personas más. El odio contra la población y la sed de sangre humana del diabólico dictador no tienen límite.

Pero a pesar de su lenguaje y comportamiento agresivo, y sus amenazas inclusive contra la Iglesia católica, la imagen que presentó Ortega este sábado no fue la de un vencedor, más bien lució pálido, flaco y envejecido. Ese mismo día había sido derrotado y humillado nuevamente por la población de Masaya y Monimbó, que no le permitió llegar con su marcha del Repliegue y tuvo que sustituirla con una minúscula caminata y concentración en Managua.

Algunos se habían hecho la ilusión de que Ortega había aceptado adelantar las elecciones y así se lo habría dicho a dos funcionarios de los Estados Unidos (EE.UU.) un empleado del Senado y el representante de ese país en la OEA. Pero eso no lo confirmaron los estadounidenses ni Ortega lo reconoció declarando su aceptación de la propuesta de los obispos.

En realidad, es una ingenuidad esperar que un dictador nato se comporte como un demócrata. No hay que confundir el deseo con la realidad. Quienes conocen realmente a Ortega por su trayectoria política y formación —o deformación— ideológica, saben que no razona con responsabilidad y no tiene capacidad para poner el interés nacional encima de su aferramiento al poder. Por eso es que no acepta adelantar las elecciones y ni siquiera dice que en el 2021 no se presentará para una siguiente reelección.

A un dictador mesiánico como Daniel Ortega solo por la fuerza se le puede sacar del poder. Pero no necesariamente la fuerza de las armas, como se ha dicho tantas veces, sino la resistencia pacífica de los ciudadanos, combinada con sanciones internacionales que sean más fuertes y eficaces y la putrefacción de la misma dictadura, porque no hay duda que se está pudriendo por dentro.

Editorial Daniel Ortega Estados Unidos archivo
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