En un país, en el que estamos ocupados por sobrevivir, literalmente, no hay condiciones, recursos y quizá tampoco entusiasmo para hacer el Campeonato Mundial de Beisbol Sub-23.
Como muchos de ustedes saben, Nicaragua sería sede del Mundial entre el 19 y 28 de octubre próximo, con la participación de 12 equipos que ya habían clasificado y confirmado.
Sin embargo, las protestas populares iniciadas en abril pasado y la reacción del Gobierno han provocado una profunda crisis cuya solución no se ve tan cercana.
De manera que no tiene sentido ponerse a jugar en un contexto en el que hay mucho dolor, tristeza e incertidumbre sobre el futuro. Será en otra ocasión, posiblemente.
Pero además, a nadie se le va a ocurrir venir a nuestro país en medio de la situación de inseguridad que todos vivimos. Ese es un factor clave para acoger este tipo de torneos.
Un día de estos lo dará a conocer de forma oficial la Confederación Mundial de Beisbol y Softbol (WBSC) y es lo obvio. Pero aquí no hay Mundial de beisbol Sub-23. Eso es seguro.
En un país con heridas tan profundas como las que fueron abiertas en estos días y toda la inconformidad que se ha incubado por los abusos, no hay tiempo para jugar.
Hay cosas más importantes que resolver que un torneo de beisbol. La paz, igual que la justicia, son asignaturas pendientes. Ya habrá tiempo para un Mundial.
Siempre me gustó la idea del Mundial Sub-23, que es el evento de mayor nivel que se puede organizar bajo el alero de la WBSC, además, el estadio nuevo era otro factor clave.
Sin embargo, muchos aspectos han cambiado en los últimos meses y existe una mezcla de sentimientos sobre el futuro inmediato. Así que lo mejor será esperar.
El deporte no solo sirve para entretener. Es también útil como elemento integrador en medio de sociedades en conflicto, a la vez, que da un respiro en medio del caos.
Pero cuando sobrevivir es la tarea esencial, todo lo demás puede esperar.
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