14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

¡Bestias!

Cuando creíamos que el nivel de degradación moral en un conocido segmento de la población nicaragüense no podía alcanzar niveles de mayor crueldad y desprecio por la dignidad humana, la noche del 8 de julio en Masaya, después de casi tres meses de continua masacre al pueblo, demostró que sí se podía y rebasó niveles de bestialidad difíciles de superar.

Independiente de donde se haya originada la orden de profanar el mausoleo de la familia Bolaños Geyer en Masaya, no cabe ninguna duda que ello es consecuencia de la descomposición moral que la dictadura Ortega a lo largo de casi cuarenta años (desde abajo y desde arriba) ha inculcado y promovido en un segmento de la sociedad nicaragüense compuesto principalmente de sus seguidores.

Cuando observamos la lista de imperdonables crímenes cometidos y no castigados en ese periodo —asesinatos, secuestros, irrespeto al clérigo, robos, galopante corrupción y últimamente un genocidio atroz, etc.—, no es difícil entender la raíz de dicho crimen y reaccionar con un sentimiento de indignación y desesperanza que nos lleva inevitablemente a preguntar: ¿hasta cuándo, Dios mío, hasta cuándo?

Tal como respondió el expresidente Bolaños al saber la noticia, hasta no tener evidencias concretas no se puede ni se debe acusar a nadie en particular, pero el que tan abominable acto haya sucedido pocos días después de él haber dado unas declaraciones a 100% Noticias, sugiriéndole que reconociese que su tiempo como gobernante había llegado a su fin, no requiere mucha inteligencia imaginarse el origen de tan abominable decisión.

El consejo del expresidente, además de reflejar la sabiduría de estadista que aun a su avanzada edad mantiene lúcidamente, le daba a Ortega una salida decorosa, aunque inmerecida en mi opinión. Inmerecida por la simple razón que la continuada presencia en libertad de Ortega y Murillo en Nicaragua, aun después de una renuncia, augura un “déja vu” de los males padecidos por los tres gobiernos democráticos que le precedieron.

El futuro a corto y mediano plazo que le espera a Nicaragua, con o sin la presencia de Ortega, en el poder o fuera del mismo, es tenebroso y lleno de enormes conflictos y enfrentamientos quizás más duros y complejos que los de la misma Venezuela. Cuarenta años de envenenamiento social, de engaños y mentiras, de falsas promesas y de rapacería descarada al tesoro nacional tendrán un efecto duradero que en una economía tan pequeña como la nicaragüense será muy difícil de superar. Esa película ya la vimos una vez y lamentablemente estamos condenados a verla nuevamente.

Indudablemente que este bestial crimen será causa de tremendo dolor para la familia Bolaños Geyer, parientes y amigos, dolor magnificado por el hecho de saber que será un crimen más que muy probablemente se mantendrá impune mientras la justicia en Nicaragua continúe siendo aplicada como ha sido hasta la fecha.

Sin embargo y pese a la suerte que le depara a Nicaragua en la era pos-Ortega, esa justicia y una auténtica democracia tendrá que llegar y será entonces cuando no solo este crimen, sino los ya mencionados y muchos otros serán debidamente castigados.

Mientras tanto toda persona con un mínimo sentido de moralidad y respeto por el sacrosanto eterno descanso de nuestros antepasados tenemos la obligación moral de acompañar y apoyar al expresidente y a su familia en momentos tan difíciles e inmerecidos.

Opinión Masaya Nicaragua protestas represión archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí