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¿Debe entrar el Ejército?

En los años noventa se realizaron reformas a la Constitución Política de Nicaragua dejando establecido que el Ejército quedaba subordinado a la autoridad civil. También en el gobierno de doña Violeta se trabajó el Código Militar, el cual establecía la sucesión en la jefatura del Ejército y sus ascensos de la carrera militar. Para esos tiempos yo daba clases de Economía Política en la UCN a estudiantes de la carrera de Administración de Empresas, donde había militares estudiando y varias veces asistí a los aniversarios, acompañado de mi familia y les inculqué a mis hijos el respeto hacia los militares.

Pero en 2007, con el regreso al poder de Daniel Ortega se reforma la Constitución, manda las reelecciones de los mandos policiales y del Ejército y comienza una descomposición de estas instituciones, obedeciendo los deseos de su comandante en jefe.

Un paréntesis de cultura intelectual que para muchos políticos aún es doctrina: en la obra El Príncipe, Maquiavelo le aconsejó a Lorenzo el Magnífico “que para unificar el poder y mantener el Imperio había que crear una fuerza armada permanente, bien dotada de recursos suficientes, obediente y servil a sus intereses”.

La Constitución ahora obedece a los intereses del régimen. Concuerdo con Carlos Tünnermann, quien le dijo a Ortega en el primer día del Diálogo Nacional que “la Constitución estaba hecha a su medida”. Por eso no me sorprende escuchar en las noticias las palabras paramilitares y parapoliciales.

Es increíble cómo matan a niños, adolescentes, jóvenes y adultos inocentes por montón y a diario. Hay en el ambiente una mezcla de asombro, espanto, tristeza e impotencia a la vez, al ver cómo asesinan a nuestra gente en la calle y en el monte; hasta el punto que algunos individuos están indiferentes al sufrimiento de las familias de los caídos y la muerte como tal. Para estos todo está normal, parece que solo ven los canales de la familia Ortega Murillo o viven en el mundo paralelo de El Carmen. Dijo Ernesto Che Guevara: “El peor de los enemigos no es el Estado, sino la apatía e ignorancia de los indiferentes. Cuando un pueblo reacciona, no hay ni habrá Estado capaz de soportarlo”.

Soy de la idea de que el Ejército no se meta en este pleito, este es “taco a taco” entre un pueblo valiente y un Gobierno cobarde y armado. Para que cuando tengamos la oportunidad de enjuiciar a los cobardes asesinos que rigen estas instituciones, lo hagamos sin dudas ni peso en la conciencia. Y si algunos logran escapar de la justicia, deben saber que vayan donde vayan no habrá bandera roja y negra lo suficientemente larga para cubrir la vergüenza de matar a tanta gente inocente.

(De antemano me disculpo por haber agregado a la frase de Howard Zinn, las palabras roja y negra).

El autor es licenciado en Economía.

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