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La mentira como estrategia y táctica

El 27 de diciembre del 2015 publiqué en mi ciberbitácora una entrada sobre el régimen de la pareja Ortega-Murillo y sus adláteres titulada La Vergüenza de los Sinvergüenzas. Le siguió otra entrada en consonancia llamada Vergüenza Ajena en Nicaragua, del 20 de mayo de 2016; y a modo de tríada, menos de un mes después publiqué la entrada De Reptiles y de Serviles, siempre en referencia al régimen político nacional y sus cómplices.

Esa tríada bien podría llamarse La mentira como estrategia y como táctica del poder, puesto que la mentira es la que usa sistemáticamente el régimen Ortega-Murillo como herramienta para desvirtuar la realidad del rechazo cívico a su gobierno. Hoy más que antes la pareja y sus enviados recurren a la mentira para responsabilizar a los insurrectos de la violencia del régimen, es decir al revés. Es la mentira que se pretende imponer como verdad desde el oráculo de El Carmen.

Me refiero específicamente al período de tiempo que inició en abril de este año 2018 que continúa a la fecha, cuando el hastío de la nación se volcó contra la falsedad del régimen, y cuando los Ortega-Murillo respondieron al levantamiento cívico popular con la represión, la muerte y más mentiras.

De más está sintetizar lo expresado en las entradas de la ciberbitácora indicadas anteriormente, pero no podía permanecer en silencio frente a la brutalidad de la tiranía. Hoy es la inmensa mayoría de la población que desea que los tiranos con su descendencia y sus cómplices se vayan del poder y del país. El reciente informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) es incontrovertible. Ese es el informe rechazado cínicamente en el Consejo Permanente de la OEA por Denis el Canciller, un enviado más de la mentira, y basta leer el Resumen Ejecutivo para comprender la magnitud de la brutalidad de los Ortega-Murillo en su pretensión de mantenerse en el poder a sangre y fuego.

Un plebiscito para discernir la verdad sobre el rechazo popular al régimen ya se expresa en las calles, y en particular se expresó con el paro nacional del 14 de junio y el de ayer 13 de julio, todo documentado en los medios de comunicación independientes y en las redes sociales. Un plebiscito formal realmente libre, transparente y observado reflejaría la veracidad del rechazo a la pareja, pero los del régimen –incluidos los adláteres legislativos– no lo permitirían, menos aun cuando han perdido en el Consejo Supremo Electoral a su mayor repartidor de cartas marcadas.

Y es tal el rechazo a la pareja, que los enviados por la pitonisa a pregonar su oráculo han sido convertidos en charlatanes por arte popular. Se han desvanecido hasta desaparecer por completo. Los han mandado a callar para que no sigan haciendo el ridículo. Los ejecutores de la barbarie mientras tanto siguen sueltos, inmunes e impunes; y los charlatanes de ayer han sido sustituidos con los charlatanes de hoy. Todo vale para la pareja para mantenerse en el gobierno, pero se ha manifestado de nuevo el güegüense, ese gran embaucador y rebelde que le hace creer al tirano que está de acuerdo con él sin estarlo, insurreccionándose como pueblo cuando la paciencia se agota.

Los incondicionales del régimen ya comienzan a caer uno a uno ante la presión nacional e internacional. Los que faltan caerán igualmente cuando el régimen se termine de desintegrar desde adentro. Si será pronto, no lo sé, pero no veo realidades paralelas como las que ve la pitonisa de ojos de calidoscopio. Solo veo una, la del repudio a la tiranía y la resistencia popular.

El autor es doctor en Derecho.

Opinión Daniel Ortega Nicaragua Rosario Murillo archivo
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