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Victorias y derrotas

Los nombres de por lo menos una docena de personas se sumaron este fin de semana a la macabra lista de casi 400 asesinados por la dictadura de Ortega y Murillo, desde que comenzaron su sangrienta guerra contra el pueblo el 18 de abril pasado.

Ellos se ufanan de estar ganando su guerra contra los estudiantes, campesinos y ciudadanos autoconvocados que se han rebelado sin armas contra la dictadura, en demanda de libertad y democracia.

Creen que es una victoria militar haber matado a centenares de personas en su gran mayoría desarmadas e indefensas.

Para ellos, ha sido una victoria de guerra quitar la Bandera Nacional de Nicaragua del monumento de Sandino en su ciudad natal, Niquinohomo y poner en su lugar la enseña roja y negra del FSLN.

También consideran que son triunfos bélicos asaltar y saquear templos católicos, golpear a obispos y sacerdotes e inclusive atacarlos con armas de fuego, como hicieron contra monseñor Abelardo Mata.

Quitar a sangre y fuego los tranques en calles y carreteras y desalojar de la misma manera a los estudiantes de la UNAN Managua, y apresar y acusar judicialmente al dirigente campesino Medardo Mairena, son victorias de guerra para Ortega y Murillo.

Seguramente que si pudieran hacerlo, pondrían las calaveras de todas sus víctimas mortales en algún lugar de su cuartel general en el vecindario de El Carmen, en Managua, al que han cercado con tranques custodiados por centenares de policías y guardias antimotines.

Pero esas victorias que se acreditan Ortega y Murillo, y de las que se jactan, son en realidad sus grandes derrotas políticas y morales. Son victorias pírricas, como dice el historiador y escritor español Gabriel Tortella que llamaban los antiguos romanos a aquellas que dejaban al vencedor tan postrado o más que al vencido.

En cambio, las supuesta derrotas de los estudiantes, campesinos y ciudadanos auntoconvocados que han sido desalojados a balazos de los tranques, universidades y templos, son gloriosas victorias políticas y morales del pueblo nicaragüense.

No ha sido por casualidad que los estudiantes rescatados por altos dignatarios de la Iglesia católica del templo de la Divina Misericordia, donde junto con religiosos y periodistas estaban asediados por los paramilitares asesinos, fueron recibidos en la Catedral de Managua no como derrotados sino como victoriosos héroes nacionales.

La historia de Nicaragua está llena de gestas armadas y pacíficas del pueblo en su lucha por la independencia nacional, contra las dictaduras y por la libertad. En esa historia, rebelión cívica y pacífica del pueblo nicaragüense de los días que corren ocupará un sitio luminoso.

De hecho la dictadura de Ortega y Murillo ya está derrotada política y moralmente. El pueblo la odia y desprecia y la comunidad internacional la condena, horrorizada por tanta barbarie gubernamental.

Ciertamente, los derrotados son los dictadores Ortega Murillo y ellos serán los enterrados. El pueblo y la historia los recordarán con horror, repugnancia y desprecio, mientras que la memoria de los héroes y mártires de la rebelión pacífica por la democracia será honrada para siempre.

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