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Nicaragua se queda, el tirano se va

Aunque la derrota moral del orteguismo no signifique necesariamente su salida inmediata del poder, delira la sanguinaria pareja cuando se creen más grandes que Nicaragua. Podrán ganar algunas batallas, pero no la guerra sucia que han desatado contra el pueblo desarmado. Olvidan que derribamos a Somoza, aun cuando lanzó bombas de 500 libras, en las mismas ciudades donde hoy con alevosía y ventaja sus esbirros siembran la muerte.

Basta ver Siria o Venezuela para comprobar que el mundo no evita genocidios. La ONU y OEA pueden informar los crímenes internacionalmente, pero no son vinculantes.

El cineasta Ruaridh Arrow observó que en Venezuela no tuiteaban al Che, tuiteaban a Gene Sharp. Hablaba del venerado gurú mundial del pacifismo, cuyos 198 métodos no violentos están usándose en Nicaragua. Hugo Chávez acusó falsamente a Sharp de ser agente de la CIA. La verdad es que la metodología de Sharp es ciencia política rigurosa. Son principios, reglas y técnicas, que requieren de un profundo conocimiento y una coordinación muy compleja para su aplicación.

No sé con cuántos expertos en “jiu jitsu político” contamos, solo digo que hay que tener cuidado con el método de Sharp. Su uso es pragmático, no está indicado como dogma. Los éxitos que se le atribuyen además, no fueron tan democráticos como se esperaban. Véase los decepcionantes resultados de la “primavera árabe”. Egipto, Túnez. Birmania y su controversial lideresa o la pifia venezolana. La revolución sandinista se arruinó por copiar otro manual ajeno.

El objetivo supremo de la lucha es derrotar la dictadura, no cuidar su forma. Sublimar la lucha no violenta conlleva el riesgo de dejar al pueblo indefenso. Defender la vida es un derecho legítimo, no una “trampa orteguista”. No es sostenible que la población continúe simplemente inmolándose. Si el pueblo pone los muertos en las calles, entonces que sea el mismo pueblo quien decida cómo luchar.

El análisis mediático está lleno sueños del futuro y de buenos deseos pero vacío de evidencias. Hay ciertas letanías caducas: “Ortega tiene que entender”, “Ortega ya se rindió” o “Dios está en control”. Eso equivale a sustituir los inútiles lemas de la dictadura y sus falsas promesas religiosas por otras.

La inapelable decisión del pueblo de conquistar su libertad es la única garantía de la victoria. Por lo tanto, la lucha debe estar abierta a todas las formas posibles sin exclusiones. Limitarse a una sola visión ortodoxa para llevarla a cabo podría convertirse en una debilidad. Los héroes de la UNAN mostraron nuevamente que los débiles están en las filas del fanatismo orteguista.

Ya lo advirtió Nietzsche: “La única fuerza de voluntad de los débiles es el fanatismo”.

El autor es ecólogo.

Opinión Daniel Ortega dictador represión Somoza archivo
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