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¿Y Dios dónde está?

Una de las escenas más misteriosas del Evangelio es aquella en la que Pilatos pregunta a Jesús: ¿Qué es la verdad? Y Jesús se queda en silencio.

Antes, cuando estuvo libre y se le acercaban con preguntas de este tipo, también se quedaba en silencio y hacía garabatos en la arena. Así que con preguntas como la del titular, si Dios respondiera, quizá, sería con el silencio, o en el silencio.

Una vez, vino a la casa un técnico para arreglar un problema en las tuberías. Yo tenía que ausentarme y me dijo: “Soy cristiano, no tenga cuidado”. Después comprobé que el tipo me había estafado. Y quizá por eso, tiendo a pensar que quien lleva a Dios por dentro, una verdadera y estrecha relación con Dios, no habla tanto de ello, porque las palabras no alcanzan a decirlo, como nos enseñaron los doctores místicos.

Aún así, nadie puede juzgar la profundidad ni el alcance de la fe de un ser humano. Es insondable la relación de esa persona con el ser en el que cree o en el que no cree. Así que Rosario Murillo, la voz oficial y constante de este gobierno, es libre de mentar a Dios cada vez que quiera y asegurar que Dios está con ella, con él, con ellos. Incluso es libre de ver en la operación limpieza, donde su gobierno ha ejecutado a decenas de personas por orden directa de su esposo, “un milagro de Dios”. O de ver a fuerzas demoníacas entre los jóvenes opositores y hasta en los obispos que no les bendicen, como solía hacer el fallecido cardenal Obando.

Si los que nos dedicamos a la comunicación pudiéramos preguntarle libremente, como ocurre con las autoridades de un gobierno democrático, no tendríamos que interpretar lo que dice Murillo entre las líneas cansinas. El otro día, por ejemplo, hablaba de exterminio con palabras bíblicas. Pero en general, cuando se utiliza tanto el nombre de Dios para justificarse tiendo a sospechar un fraude.

Al igual que a Dios, uno también puede elegir quiénes son las víctimas de las fuerzas satánicas y quiénes son solo las víctimas colaterales del poder de ese otro Dios exclusivamente gubernamental.

La presentación al pueblo del caso del hijo de Amada Pineda Aráuz, el pasado 19 de julio, fue un ejemplo claro de lo que aquí venimos hablando. El asesinato y la posterior vejación y mutilación del cuerpo de su hijo, un histórico militante sandinista, fue un hecho atroz y que debemos condenar por siempre, independientemente de lo que ese combatiente hubiera hecho. Pero que no se mencionase siquiera a la familia de seis miembros que, minutos antes del hijo de Amada, fue quemada en su casa con dos niños adentro, es una auténtica falta de respeto al pueblo y a la verdad. Todos vimos las imágenes. Vecinos, familiares y testigos han acusado a las fuerzas enviadas por el gobierno, esas que según Murillo son instrumentos de los milagros de Dios, pues como recordaba uno de sus hijos “la libertad no se conquista con flores sino a balazos”. A aquella familia quemada salvajemente, Rosario solo les envió un saludo del comandante Daniel, el día después de lo sucedido. Un saludo.

Ese Dios caprichoso y tirano que golpea y dice unión, que mata y dice reconciliación, que abusa o viola y dice amor, no es fácil de creer ni de amar. Pero aún hay quienes necesitan un Dios así al que seguir “disciplinadamente”, a imagen y semejanza de Daniel Ortega.

El autor es periodista.

@sancho_mas

Opinión Dios Jesús archivo
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