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La cultura de paz

El “triángulo interactivo” que forman la paz, la democracia y el desarrollo solo es efectivo cuando lleva por eje la educación

Ahora que el clamor del pueblo nicaragüense es conquistar la paz, una paz verdadera basada en la justicia, conviene proclamar que necesitamos construir una cultura de paz, que destierre la violencia para siempre.

La primera vez que esta expresión se utilizó, en el sentido de una “cultura de paz” contrapuesta a la “cultura de la guerra” o “cultura de la violencia”, fue en Lima, Perú, por el padre Felipe McGregor, rector entonces de la Pontificia Universidad Católica de Lima.

Casi paralelamente, el director general de la Unesco, profesor Federico Mayor, convocó a un congreso de científicos e intelectuales que tuvo lugar en Yamusukro (Cote D’Ivoire), en junio de 1989, bajo el título: “La Paz en la mente de los hombres”. Este congreso elaboró también el concepto de Cultura de Paz e instó a la Unesco a “contribuir a la construcción de una nueva concepción de la paz mediante el desarrollo de una cultura de la paz, fundada en los valores universales del respeto a la vida, la libertad, la justicia, la solidaridad, la tolerancia, los derechos humanos y la igualdad entre mujeres y hombres”.

La búsqueda de la paz fue la motivación inicial que condujo a la creación de la Unesco, en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial. Su constitución declara que “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”.

Más tarde, el nuevo contexto internacional, que se caracterizó por el fin de la Guerra Fría y el surgimiento de conflictos étnicos y culturales en varias regiones del mundo, impuso a la Unesco nuevas tareas, entre ellas la conceptualización y promoción de lo que se ha dado en llamar la “cultura de paz”.

Desde un principio se asumió que la cultura de paz es un concepto en evolución que, además, debe emerger de la realidad de cada país y de sus particularidades políticas y culturales. Por lo antes dicho se desprende que no existe un concepto único y universal de cultura de paz aplicable a todas las regiones del mundo. Se trata más bien de un concepto en gestación, que cada día se enriquece con nuevos aportes, así como la propia cultura de paz es un proceso que se construye día a día en la solución pacífica de los conflictos, en la práctica de la tolerancia y en la dinámica de los procesos de concertación y reconciliación.

La paz, que antes se definía simplemente como la ausencia de la guerra, ha llegado a considerarse como un proceso dinámico mucho más amplio. Incluye las relaciones no violentas no solo entre los Estados sino también entre los individuos, los grupos sociales, entre el Estado y sus ciudadanos y entre los seres humanos y su entorno planetario.

El “triángulo interactivo” que forman la paz, la democracia y el desarrollo solo es efectivo cuando lleva por eje la educación. Se trata de hacer de la cultura de paz el eje de la educación para el siglo XXI.

En cuanto a los métodos de enseñanza, se recomiendan métodos activos, las tareas en grupo, la discusión sobre cuestiones morales y la enseñanza personalizada.

Pero un clima propicio para un diálogo nacional no es posible si de parte de las máximas autoridades del gobierno continúan la tendencia a la confrontación, la violencia y las constantes amenazas de todo tipo contra quienes, en el ejercicio de sus derechos ciudadanos, señalan con entereza los errores del gobierno y el rumbo equivocado que le está dando a la nación.

El autor es académico y escritor.

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