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Después del brutal ataque de paramilitares armados en contra de manifestantes monimboseños, en algunas calles del barrio histórico todavía se puede ver huellas de la resistencia cívica. LAPRENSA/MANUEL ESQUIVEL

Vida tras el brutal ataque a Monimbó

Después de las 6:00 p.m. las calles de Monimbó permanecen áridas, ya que la población teme circularlas, principalmente en la noche, por el peligro que puedan ser capturados por la Policía Nacional.

Al amanecer del martes 17 de julio, dos días antes del 39 aniversario de la revolución, paramilitares armados y encapuchados bajo el resguardo de la Policía Nacional arremetieron contra centenares de chavalos monimboseños, quienes resistían el brutal ataque, pero no pudieron contener la violencia. Las ráfagas de los fusiles de guerra se mantuvo durante cinco horas.

En las casas: velas iluminaban el rostro de la Virgen María mientras la gente rezaba para que todo acabara pronto y ningún joven muriera. Al final del día, hubo silencio, pero fue el más tenebroso en este lugar desde que se levantaron hace tres meses contra el Gobierno.

Una a una, las barricadas, incluso las más fuertes y bien estructuradas, fueron cayendo por la embestida de una pala mecánica, llevadas por los del Gobierno y conducida por un hombre que tenía el rostro oculto tras un pasamontañas.

El ataque contra Monimbó fue en los accesos posibles al barrio y al mismo tiempo. Una muestra de la represión que habría de seguir después con las capturas casa a casa, tantas que la Policía, al mando del comisionado general

Ramón Avellán, subdirector, liberó a más de 100 ciudadanos en una semana, obligando a sus padres a comprometerse por la paz y aceptando como testigo al alcalde sandinista, Orlando Noguera.

Pocos jóvenes se ven en las calles de Monimbó. La mayoría de chavalos huyeron para no ser capturados por la Policía Nacional, después que atacaron Monimbó.
LAPRENSA/MANUEL ESQUIVEL

¿Qué es hoy este barrio indígena, caracterizado porque la marimba “chilla” de alegría? La zona está dominada por mujeres, hombres mayores y niños. Una gran parte de los chavalos huyeron; unos, cruzaron la frontera hacia Costa Rica, vecino del sur. De otros, nadie sabe sobre su destino, y varios más siguen detenidos.

La gran cantidad de paramilitares que entraron a Monimbó, más de doscientos, se fueron. Solo unos cuantos encapuchados junto con el miedo que impusieron se quedaron en el heroico barrio que plantó cara a Daniel Ortega y que, desde el 19 de abril, levantó barricadas a costo de la vida de algunos de sus vecinos. Masaya toda perdió a 47 personas, según el último informe de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH).

Aunque los hombres encapuchados con rifles ya no están en la Placita de Monimbó, ni en la cancha de las Lomas de Sandino, adonde se les vio al principio, varios policías aún patrullan. También se han tomado una casa esquinera blanca, de dos pisos, donde antes se curaba a las víctimas de la represión por los constantes ataques armados.

El tiangue adonde la gente llegaba a conversar todos los días, después de comprar algún alimento, sufrió una transformación. Las autoridades lo remozaron al mejor estilo de la línea colorida gubernamental. No solo izaron la bandera del Frente Sandinista, además colocaron una placa de hierro completamente nueva, en cuya cabecera se lee

“A los héroes y mártires de Monimbó, del pueblo heroico de Masaya”, en referencia a la época de la insurrección contra Somoza, aquel tirano contra quien también se levantaron, igual que ahora cuarenta años después lo hacen contra Ortega.

Lea también: Paramilitares orteguistas entran a plomo y sangre en Monimbó 

Fue destruido el improvisado altar que la población había levantado en la acera de la iglesia San Sebastián para honrar la memoria de las víctimas de la violencia gubernamental. Antes de las 6:00 p.m., cada día, la población se encierra en sus casas y evita transitar por la placita de Monimbó, donde los oficiales de la Policía hacen guardia las 24 horas, con sus fusiles listos, como si esperasen una arremetida.

En el pesado silencio de la noche, algunos días, se escuchan disparos por el sector del Calvarito y la Placita. “Pareciera que fueran al aire”, relató un poblador del barrio histórico, que prefirió no brindar su identidad por seguridad.

Pero hay noches, en las que se escucha el estruendo de las bombas de contacto. Así le recuerdan a sus verdugos que hay ahí una resistencia que se ha dado un respiro tras el ataque.

Después del ingreso de paramilitares, cualquier persona puede ser capturada por la Policía Nacional, y por eso mismo, el riesgo de salir a la calle es alto, principalmente en la noche.

Muchas familias no se han quedado a esperar la ofensiva policial; encargaron el cuido de sus casas a vecinos o parientes, y se llevaron únicamente lo que podían acarrear en sus manos y hombros. No ha vuelto a ser el mismo Monimbó, pese al empeño gubernamental de vender la idea que el país recobra la “normalidad”. Las puertas de escuelas siguen cerradas.

El miércoles, después del ataque de paramilitares en contra de Monimbó, los encapuchados sitiaron el barrio histórico.
LAPRENSA/MANUEL ESQUIVEL

Pueblos blancos también sufrieron

Junto con el pueblo de Monimbó, hubo otros pueblos de Masaya que sufrieron también la represión: Catarina, San Juan de Oriente y Niquinohomo. En Granada, Diriá y Diriomo. Todos fueron víctimas de la arremetida de las fuerzas represivas del régimen del presidente designado Daniel Ortega. Alex vivió los dos ataques: el 15 de julio en Catarina y el 17 en Masaya. Había huido de su ciudad natal hacia Monimbó, pese al peligro inminente que amenazaba al barrio histórico.

Miró la misma película dos veces: paramilitares atacando a jóvenes manifestantes a punta de balazos.
Logró sobrevivir y ahora permanece escondido. Otro joven que logró escapar del ataque en Monimbó, y quien también resistió anteriores embestidas en Niquinohomo, de donde es originario, contó que mientras estaba en la balacera, “le silbaban los tiros” tan cerca de él, que, en vez de darle miedo, le daba más coraje para seguir adelante. “Pasé tantas cosas, dos días caminando sin comer, bebiendo agua sucia de la laguna de Masaya”, relató.

El Gobierno se ha encargado de limpiar y arreglar la calle principal del barrio de Monimbó y demostrar que todo volvió a la normalidad; sin embargo, la población opina lo contrario. LAPRENSA/MANUEL ESQUIVEL

La represión continuará

El comisionado general Ramón Avellán, subdirector de la Policía, quien se hizo famoso por los audios que la población en resistencia de Masaya le dedicaba y también por la represión ejercida por esa institución contra civiles desarmados, expresó a diferentes medios de comunicación, que la liberación de más de ochenta presos la semana pasada es “la mayor muestra de solidaridad con estas familias”, a la vez, dijo que se aplicaría la Ley con los dirigentes de las protestas. “Queremos decirle a la población en general que se va a tomar las medidas necesarias con los elementos, sobre todo con los dirigentes de estos grupos, que hemos estado capturando. Vamos a aplicarles la Ley”, anunció.

Lea además: Diez cosas que no sabías de Monimbó 

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