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Injerencismo y el acuerdo de la OEA

Daniel Ortega y sus representantes acusan a la OEA de injerencista, por haber creado una comisión especial para ayudar a la búsqueda de una solución a la crisis que sufre el país; crisis que ha dejado 317 muertos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CDI), y más de 400, de acuerdo con la ANPDH.

Para Ortega, matar a tanta gente con tal de mantenerse en el poder, es un acto de soberanía nacional que el mundo le debe respetar. Pero es injerencismo ayudar al pueblo nicaragüense a salir de esta macabra situación.

Luis Almagro, secretario general de la OEA, aclaró el martes de esta semana en declaraciones para CNN en Español, que “la defensa de la democracia no es injerencia, es una obligación que los países asumieron al suscribir la Carta Democrática (Interamericana), la misma que da a la Secretaría General de la OEA potestades para tomar iniciativas, denunciar y proponer soluciones”. En realidad, si Nicaragua es parte de la Carta Democrática el Estado tiene que respetarla y si no lo hace la OEA debe obligarlo a que la respete.

Ningún gobernante tiene derecho de asesinar a su pueblo para permanecer en el poder y la comunidad internacional no se lo debe permitir. En este caso, lo menos que puede hacer la OEA es demandar al régimen de Ortega que deje de aplastar mediante la fuerza armada la resistencia pacífica del pueblo nicaragüense y que adelante las elecciones para allanar el camino a una salida democrática.

Es una gran hipocresía de Ortega calificar de injerencista a la OEA por crear una comisión especial para analizar la crisis de Nicaragua y ayudar al pueblo nicaragüense a encontrar una salida de la crisis, conforme a los principios de la Carta Democrática Interamericana. En junio de 1979, Miguel de Escoto Brockman, miembro del Grupo de los 12 que era un organismo de fachada del FSLN que encabezaba Daniel Ortega, ocupó el asiento de Panamá en la OEA para pedir que el organismo hemisférico desconociera al gobierno de Anastasio Somoza Debayle. La OEA escuchó al representante sandinista, exigió la renuncia de Somoza y aunque no fue por eso que este se derrumbó, sino por la insurrección armada que encabezaba el FSLN, lo aisló completamente y facilitó que los sandinistas tomaran el poder.

Para Ortega aquella resolución de la OEA contra el gobierno somocista no fue injerencia en los asuntos internos de Nicaragua. ¿Por qué, entonces, tiene que ser injerencista la creación de una comisión de la misma OEA para ayudar al pueblo de Nicaragua a recuperar la democracia? ¿Acaso, como el mismo Ortega se lo dijo al periodista de Euronews que lo entrevistó la semana pasada, lo que fue bueno para el ganso no es también bueno para la gansa?

Atrapado en la maraña de sus mentiras y piruetas políticas, Daniel Ortega hace el ridículo político y se aísla cada vez más de la comunidad internacional.

Editorial acuerdo injerencismo OEA archivo
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