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“Normalidad” aterradora

Daniel Ortega y Rosario Murillo declaran y proclaman que el país ha vuelto a la normalidad, después que lograron aplastar la resistencia cívica democrática del pueblo en los tranques de las carreteras y las barricadas de las ciudades.

Pero es una falsa normalización. En realidad, ¿cómo puede haber normalidad en el país si la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha verificado la muerte violenta de 317 personas durante la represión de las protestas; la ANPDH registra 447 y el mismo Ortega ha reconocido 195 asesinados?

Solo alguien que vive fuera de la realidad puede creer que es normal la situación de un país donde las fuerzas represivas del Estado han matado a tanta gente indefensa.

No puede haber normalidad cuando miles de familias lloran por sus deudos asesinados, o claman por sus parientes encarcelados, torturados, perseguidos y judicializados por haber participado en las protestas democráticas, en los tranques, las barricadas y las manifestaciones pacíficas en las calles.

La situación de las ciudades, poblados y aldeas cuyas poblaciones son aterrorizadas por hombres uniformados o vestidos de civil, que las intimidan con armas de guerra, que vigilan los movimientos de la gente e irrumpen en las viviendas para secuestrar a personas enlistadas, es lo menos normal que puede haber aquí y en cualquier parte del mundo.

La angustiosa situación humana, familiar y personal es lo más importante. Pero además tampoco la economía nacional y doméstica ha regresado a la normalidad ni se puede recuperar tan fácilmente. Y los despidos revanchistas y masivos en el sector público hacen más tenso el ambiente de anormalidad.

En Nicaragua no hay paz ni la vida es normal. Lo que hay es miedo, incertidumbre, deseo de abandonar el país y un inmenso odio y rechazo a quienes han ordenado y ejecutado sin piedad las represiones y cometido tantos crímenes de lesa humanidad.

La investigadora de Amnistía Internacional para situaciones de crisis, Pilar Sanmartín, horrorizada después de visitar varias ciudades asoladas por la represión de la dictadura contra la población, dice en LA PRENSA del viernes 3 de agosto que “la violencia llegó a límites que jamás pensamos que en Nicaragua se pudiera llegar”. “Ver estos niveles de violencia por parte del Estado y esta ostentosidad de la violencia de la Policía con sus grupos parapoliciales, para nosotros ha sido aterrador”, expresó la funcionaria internacional, quien por su trabajo como defensora de los derechos humanos ha visto cosas terribles en muchas partes del mundo, pero pocas parecidas a las que han ocurrido en Nicaragua.

Lo que hay en Nicaragua es la paz de los cementerios, dijo en una homilía el obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, después de la “operación limpieza” de los tranques ejecutada por la Policía y los mercenarios paramilitares. Paz de los cementerios y “normalidad” aterradora, agregamos nosotros.

Editorial CIDH Crisis en Nicaragua Daniel Ortega archivo
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