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elecciones 2019

La Iglesia y Álvaro Leiva

El poder de la Iglesia no es un poder terrenal sino divino, la Iglesia no está interesada en asumir “el poder”, pero sí que llegue la paz duradera en Nicaragua

Dentro del abanico diario de malas noticias sobre presos políticos, tortura, desaparecidos y éxodo masivo de jóvenes nicaragüenses hacia el exterior en busca de un futuro o para salvar sus vidas, hay dos que vale la pena comentar: el viaje del canciller Denis Moncada Colindres al Vaticano para solicitar la exclusión de algunos obispos del diálogo nacional y el autoexilio en Costa Rica del promotor de derechos humanos, doctor Álvaro Leiva, con todo su equipo.

El director de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH) y su equipo de trabajo fueron amenazados de muerte, de tal manera que se vieron obligados a cerrar las oficinas y salir del país como tantos otros miles de nicaragüenses. Su trabajo en defensa de los derechos humanos sin distingo de colores políticos ha sido impecable, lo hemos visto en Masaya arriesgando su propia vida para salvar la de autoconvocados en rebelión y la de los policías que ha conducido junto con el padre Edwin Román, a un lugar seguro. Es irónico que a pesar de que está la CIDH en el país, los defensores de los derechos humanos no puedan realizar su labor sin correr un grave riesgo para sus vidas. La CIDH de la OEA debe tomar nota de lo ocurrido y acción rápida para garantizar el regreso del doctor Álvaro Leiva y su equipo al país.

Igual ocurre con los obispos. Ya el gobierno dictatorial ha estigmatizado a los obispos, entre los obispos “buenos” y “malos”. Los “malos” son los que han criticado al gobierno y han defendido a la población, los que han sabido interpretar el sentimiento popular y los “buenos”, en realidad no existen para el gobierno porque todos los obispos se han pronunciado en documentos trascendentales que son firmados de manera unánime por la CEN, o sea que todavía están por verse los obispos “buenos” que serían los sumisos al régimen terrenal Ortega Murillo que está llegando a su ocaso.

Así las cosas, el canciller Moncada fue al Vaticano a perder el tiempo y malgastar el presupuesto de todos los nicaragüenses seguramente para pedirle al papa Francisco que interceda para que saque del diálogo a monseñor Báez, monseñor Álvarez y monseñor Mata, que son los más expresivos y por ende los más “malos” y “golpistas”.

Y es que en realidad lo que ha ocurrido en Nicaragua, como afirma la doctora Mary Ellsberg, profesora de estudios internacionales de la Universidad de George Washington, no es un golpe de Estado, sino una masacre. Los obispos y todo el clero nacional no han hecho otra cosa que proteger al pueblo ante la mayor masacre que ha visto Nicaragua en tiempos de paz y lo último que se les puede acusar es de “golpistas”.

El poder de la Iglesia no es un poder terrenal sino divino, la Iglesia no está interesada en asumir “el poder”, pero sí que llegue la paz duradera en Nicaragua, que solo se puede lograr volviendo a tomar la decisión del “soberano”, el pueblo, en elecciones libres, observadas y anticipadas.

El autor es periodista, exministro y exdiputado.

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