14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Lo mejor y lo peor

LA PRENSA y el periódico Hoy, que es editado por el Grupo Editorial La Prensa, publicaron este viernes una historia escrita por la periodista Sabela Bello, de la agencia Acan-Efe, titulada Grupo clandestino ayuda a nicas a huir del país.

Se refiere a unas personas que ayudan a escapar a perseguidos por participar —o ser sospechosos de haber participado— en la rebelión cívica que estalló el 18 de abril pasado, detonada precisamente por la brutal represión orteguista. Los integrantes de dicho grupo son voluntarios, animados por su convicción democrática e índole humanitaria, que los llevan a correr un grave riesgo con tal de ayudar a personas que ni siquiera conocen y seguramente jamás las volverán a ver.

Pero también se ha sabido de innumerables actos de extrema crueldad e inhumanidad, cometidos por miembros de la Policía y las bandas paramilitares de la dictadura.
Ha sido tanta la saña de los esbirros defensores del poder orteguista, que muchas personas han creído que no son nicaragüenses, que son mercenarios importados de Cuba y Venezuela. Pero no necesariamente es así.

En realidad, se sabe que en determinadas situaciones como la guerra, la revolución y la contrarrevolución, aflora lo peor y lo mejor del ser humano. Como dice el autor español Juan Manuel de Prada en su novela El séptimo velo (que se refiere a este tema), es por “la dualidad de la naturaleza humana”; porque “dentro de nosotros conviven un ángel y un demonio”. Por eso —dice De Prada— los seres humanos son “capaces de las mayores vilezas, pero también de los actos de humanidad más hermosos”.

Ciertamente, en la revolución cívica de Nicaragua se han conocido muchos casos ejemplares de grandeza humana, mientras que en la contrarrevolución orteguista se ha visto la peor maldad que es posible imaginar.

Entre los casos de gran generosidad destacan el del niño Alvarito Conrado, quien fue herido a balazos por llevar agua para los estudiantes que tenían tomadas las universidades y murió desangrado porque no lo quisieron atender en el hospital; la anciana doña Coquito (Mirian del Socorro Matus), humilde vendedora de agua helada que regaló su venta a los autoconvocados; Nahomy Urbina (comandante Masha), joven enferma de cáncer que participó heroicamente en las barricadas de Carazo y ahora es perseguida a muerte por la dictadura; los obispos y sacerdotes católicos, defensores de los derechos humanos, médicos y personal sanitario que han desafiado la muerte y sufrido la represión por socorrer a las víctimas de la guerra orteguista contra el pueblo; y tantos otros casos, conocidos y anónimos, de coraje, bondad, solidaridad y sacrificio por la liberación de Nicaragua.

Esas personas vivirán siempre en el corazón agradecido del pueblo nicaragüense. Y quienes, por defender una oprobiosa dictadura han sido capaces de cometer los peores actos de inhumanidad, serán recordados también, pero con horror, repugnancia y desprecio.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí