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El pan de la fe

Hay momentos en la vida en los que, cansados de tantas contradicciones y problemas, decimos como el profeta Elías en su caminar por el desierto: “¡Basta ya, Señor!” (1 Re. 19, 3). Elías se sentía agotado, sin fuerzas para seguir adelante, deseaba “tirar la toalla” en esos momentos duros en los que la esperanza se le oscurecía.

Esto mismo nos pasa a nosotros también en momentos difíciles: nos sentimos cansados, agotados, casi sin esperanza alguna y, por eso, solemos decir: “Señor, ya no puedo más, esto es superior a mis fuerzas, hasta aquí llegué”.

La verdad es que la vida actual se hace cada vez más dura y complicada, a pesar de todos los adelantos de la ciencia y de la técnica. Por eso vivimos nerviosos y acelerados. La convivencia, aunque sea familiar, se nos dificulta cada día más. La sociedad en la que vivimos da la impresión de que se empeña en hacernos la vida cada vez más imposible. Se trabaja más y se vive peor. Muchos de los jóvenes no sienten ilusión por nada, ven todo oscuro y difícil su futuro.

La verdad es que, ante tantos problemas, lo más fácil que se nos ocurre es precisamente “tirar la toalla”, como Elías. La vida es una ininterrumpida e intermitente sucesión de problemas que solo se agotan con la muerte. Pero ante ello ¡no perdamos la esperanza!

La esperanza nos suaviza la dureza de nuestro caminar. La esperanza nos da ánimo para seguir adelante luchando a pesar de todos y de todo. La esperanza siempre nos da fuerzas para desterrar toda clase de amargura (Ef. 4, 31).

Jesús se nos ofrece como el pan que alimenta y da fuerza a nuestra vida y nos llena de alegría y esperanza. Quien come el “pan de la fe” no puede tirar la toalla, aunque se encuentre en la dificultad y en la contradicción. Quien come el “pan de la fe” se siente fuerte en medio de la debilidad, como decía San Pablo de sí mismo: “Cuando me siento débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12, 10).

En medio de esta sociedad que nos acorrala y agobia, tenemos que decir con todo el corazón: “Señor, danos siempre de tu pan”.

Hoy, más que nunca, necesitamos alimentarnos del “pan de la fe”; porque la fe es capaz de mover montañas, como nos lo dice Jesús (Mt. 17, 20).

Porque le fe no nos permite sentirnos derrotados, sino valientes y fuertes como dice el profeta Isaías: Da fuerza al que está cansado y robustece al que está débil. Los jóvenes se cansan y se fatigan y hasta pueden llegar a caer.

Pero los que esperan en Yahvé, sentirán que se les renuevan sus fuerzas y que les crecen alas como de águilas. Correrán sin fatigarse y caminarán sin cansarse (Is. 40, 29-31).

El autor es sacerdote católico.

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