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Mordiendo la mano amiga

La OEA está sumamente preocupada por la crisis de Nicaragua, tanto que su Consejo Permanente se ha reunido varias veces para discutir el tema y ha creado un Grupo de Trabajo extraordinario, para ayudar a los nicaragüenses a salir del atolladero de manera democrática.

Doce países, incluyendo a los más grandes, fuerte e influyentes, se han integrado en el Grupo de Trabajo para Nicaragua, demostrando el interés de la comunidad hemisférica en colaborar para la solución de la crisis.

Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, Estados Unidos, Guyana, México, Panamá y Perú, mencionados por orden alfabético, son los países que se han integrado en esa comisión de buena voluntad hacia el pueblo y el Gobierno de Nicaragua.

Jamás en su historia la OEA había formado una comisión con tantos países, y de semejante calibre, para ayudar a uno de sus miembros a salir de una crisis. Cabe recordar que en 1978, cuando la OEA también creó una comisión internacional para que viniera a Nicaragua a colaborar en la búsqueda de una salida pacífica de la guerra civil que estaba sufriendo, fueron tres países los que la integraron: Estados Unidos, Guatemala y República Dominicana.

Aquella comisión tripartita, que fue llamada Mediación Internacional, fracasó en su intento de ayudar al país debido a la intransigencia del dictador Anastasio Somoza Debayle. Ojalá que ahora el Grupo de Trabajo de la OEA no fracase también por la intransigencia de Ortega.

En la resolución que el Consejo Permanente de la OEA aprobó el 2 agosto, se expresa que la creación del Grupo de Trabajo es para “contribuir a la búsqueda de soluciones pacíficas y sostenibles a la situación que se registra en Nicaragua”; para lo cual, “coadyuvará al proceso de diálogo nacional en Nicaragua, incluyendo medidas de apoyo, acompañamiento y verificación en coordinación con los esfuerzos en curso de la Organización, del SICA y de otros actores regionales e internacionales”.

Pero el régimen de Ortega rechazó la creación del Grupo de Trabajo de la OEA y ha declarado que no permitirá su entrada al país, porque es “injerencista” y quiere inmiscuirse en “un asunto interno de Nicaragua”.

Eso es falso. Como lo explicó el secretario general de la OEA, Luis Almagro, “la defensa de la democracia no es injerencia, es una obligación que los países asumieron al suscribir la Carta Democrática” Interamericana.

Ciertamente, es por el bien de Nicaragua que la OEA creó el Grupo de Trabajo, y, como dijera el embajador de México en la sesión en la cual fue integrado, Daniel Ortega debería reconsiderar su actitud negativa y aceptar “la mano tendida por la OEA y sus Estados miembros”.

Con la asistencia del Grupo de Trabajo de la OEA, más la de los otros organismos internacionales, se podría lograr que el Diálogo Nacional dé los buenos frutos que se necesitan, por el bien de Nicaragua y del mismo Ortega, aunque él no quiera o no pueda reconocerlo.

Editorial Grupo de Trabajo LA PRENSA Nicaragua OEA archivo
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