El Vaticano
Oficialmente el Estado más pequeño del mundo es Ciudad del Vaticano, centro neurálgico de la Iglesia católica, con 0.44 kilómetros cuadrados y menos de mil habitantes. Se ubica dentro de Roma, pero los italianos pueden considerarlo un país extranjero. Es un país dentro de otro país, un país dentro de una ciudad y una ciudad dentro de una ciudad que pertenece a otro país. Su ejército es la Guardia Suiza y el jefe de Estado es el papa. Desde 1984 es patrimonio de la humanidad.
Lujo y glamour
Al Vaticano le sigue el Principado de Mónaco, un auténtico paraíso fiscal habitado por ricos y famosos. Se ubica a orillas del mar Mediterráneo, en plena Costa Azul, y se extiende por apenas 1.95 kilómetros cuadrados ocupados por más de 36 mil habitantes. Es un mundo de glamour y de lujo y uno de sus principales atractivos es el célebre casino de Montecarlo.
El desconocido
Nauro es un atolón oval de 21.3 kilómetros cuadrados situado en la inmensidad del océano Pacífico Central, cuatro mil kilómetros al suroeste de Australia, de la que se independizó en 1968. Es el Estado más pequeño de Micronesia, el tercero más chiquito del mundo y un auténtico desconocido para los turistas. En esa zona del mundo también está Tuvalo, el cuarto país más pequeño del planeta, con 26 kilómetros cuadrados.
Un país para dos
El pequeño San Marino es considerado el Estado soberano más antiguo del mundo. Mide 61 kilómetros cuadrados, está incrustrado en Italia y su idioma oficial es el italiano. Su forma de gobierno, con dos jefes de Estado, data de 1243 y se estableció para evitar que alguien acumule demasiado poder. Cada seis meses cambian a su pareja de “capitanes regentes”. A pesar de su tamaño, San Marino ofrece playas, bosques, trenes, gastronomía y paisajes que combinan arquitectura antigua con modernidad.
El caso de Sealand
Sealand o Marlandia, en español, es un “principado” ochocientas veces más pequeño que el Vaticano. Todo su territorio consiste en dos torres cilíndricas de concreto unidas por una plataforma de hierro y ubicadas en aguas de nadie, a solo diez kilómetros de la costa este de Inglaterra. Antes de ser “el país más pequeño del mundo”, solo era un fuerte abandonado por la Marina Británica; pero llegó la familia Bates y en septiembre de 1967 izó su bandera. Ninguna nación reconoce oficialmente a Sealand. Los Bates viven de vender títulos nobiliarios y servicios de Internet.
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