Cristofer González resultó una fiera indomable.
Detrás de esa apariencia de atleta rústico, casi intimidado y hasta displicente, hay un feroz competidor, que pelea siempre hacia adelante y que no tiene temor a permanecer dentro de la línea de fuego, convencido de su capacidad y revestido de un coraje sin límites.
Cristofer González ha llegado al boxeo no solo para ganar, sino para hacer época. Armado de un par de puños de acero y con la mezcla perfecta de valor, inteligencia y recursos, ha comenzado a escribir su historia, mientras sujeta con uñas y dientes su título mundial.
A través de una estupenda exhibición, González retuvo su corona mundial mosca del CMB, al noquear en cuatro asaltos al irlandés Paddy Barnes. Lo atacó sin pausa y luego lo arponeó con un gancho al estómago, que lo desplomó como edificio dinamitado.
No fue una pelea fácil. El oponente, un exitoso pugilista olímpico y con nombre en Europa, fue agresivo desde el inicio y logró asestar considerables bombazos al pinolero, sobre todo en los costados y de vez en cuando logró penetrar su rostro con disparos explosivos.
Sin embargo, el instinto devastador de González no le permitió dar paso atrás y fue tras su rival, a veces en las cuerdas o el centro del ring y por algunos instantes corrió mucho riesgo, exponiéndose a un mal golpe, pero asimiló el castigo con firmeza y continuó de frente.
Y mientras eso ocurría, el nica luchó sin descanso hasta generar la oportunidad para la descarga más fulminante de la noche y esta llegó en el cuarto asalto, cuando con un gancho al estómago de Paddy, lo tiró a la lona y después lo envió a un hospital de la capital norirlandesa.
Una vez más, Cristofer fue el púgil que no baja la intensidad al pelear y que más que estar pendiente de lucir elegante o vistoso, trabaja en ser convincente y en no dejar dudas de su éxito, mientras escribe su historia con sangre extraída de sus rivales. Es sin duda, una fiera indomable.
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