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Contabilidad con el dolor

Indiferencia con el dolor y ausencia de la sensibilidad humana produce la contabilidad de los muertos. Restarlos o sumarlos manifiesta la sensación material de estar en un inventario donde la burocracia de las estadísticas aspira a ser el mejor diseñador de la exactitud al margen del trascendente sentimiento justificable en cada víctima. Pretenden los organismos de derechos humanos y las oficinas oficiales sacar la conclusión que mejor persuade a la opinión pública.

Desde que la tragedia estableció el monto de la decapitación por cráneo, lo que más ha interesado en el ámbito de la comunicación es el titular del fenómeno masivo de inmolados donde ha viajado la sagrada inocencia de la niñez incinerada por las llamas proclives a elevarse sin contar con el requisito previo de las alas.

La contabilidad se ha convertido en rutina indolora. Cada vez que el sol es el protagonista absoluto de la luz, las miradas nacientes de la madrugada escudriñan a la piel mostrando la piel oscura. Las primicias positivas están de duelo por ende la renovación cotidiana de la esperanza, el pan nutricio de cada día. Pero en el caso de Nicaragua desde el 18 de abril el tiempo corre paralelo con la fatalidad. La tendencia obligada por las circunstancias es sumar muertos no por efecto de la defunción natural, sino por los provocados por el terror que amenaza con ser crónico.

Las cifras mortuorias oscilan entre los 317, los 197 y los 448 tanto de los organismos de derechos humanos como de las instituciones oficiales. Una disparidad que debería concentrarse en el producto de un apéndice más estable, producto de la exhaustiva investigación. Empero, estas cifras elevadísimas en corto tiempo no pueden ser fácilmente igualadas en otros países. Se postulan y se reciben con fría naturalidad cuando en otras partes deberían ser receptoras del renovado asombro. Uno solo bastaba para conmover. Ya se sabe que el acto de morir es un acaecimiento natural que impone el destino transitorio. Pero no en la forma en que aparece por la causa constreñida menos presentida.

No puede negarse que el factor negativo ha sido la errátil estrategia del Gobierno de tolerar a las fuerzas paramilitares creyéndose que el procedimiento puede ser propicio para la solución de la crisis.

Duelen todos los muertos sin distingo de la afiliación política, doctrinaria o ideológica. No se advierte ninguna posibilidad de diálogo. La sabiduría de ceder no aparece en la mesa. Produce la impresión de ser un pretexto “matatiempo”. En la práctica apenas se mece en la cuna de la ilusión.

Mientras tanto la patria llora esperando que las lágrimas se alejen de sus ojos para ser el Sol que nos alumbre.

El autor es periodista.

Opinión contabilidad dolor archivo
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