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No llores por mí, Sudamérica

La decisión de Iván Duque para retirar a Colombia de Unasur confirma la defunción del precario proyecto. La integración latinoamericana pasa por un período terminal. El final de Unasur estaba anunciado desde que Argentina, Brasil, Chile, Perú y Paraguay decidieron suspender su membresía.

Las carencias de Unasur proceden de su limitación geográfica y tener que compartir escenario con diversas organizaciones interamericanas y estrictamente latinoamericanas. Al ceñirse al subcontinente sudamericano, Unasur esquivaba dos actores: Estados Unidos y México. Evitar al primero parecía ser el objetivo central de retar el marco de la OEA, dominada por Washington. México se consideraba competidor de Brasil y cómplice de numerosas carencias latinoamericanas. Brasilia soslayaba así incómodos socios. Por otra parte, Unasur era una ampliación del escenario del Alba, la creación bolivariana de Venezuela.

Los objetivos de Unasur resultaban etéreos para rellenar el espacio reservado por Ecuador en el “centro del mundo”. El admirable edificio construido sobre la raya de los hemisferios, bajo el influjo entusiasta de Néstor Kirchner, se fue quedando vacío. Nunca se vio claro el proyecto de convertir a Unasur en una curiosa OTAN sudamericana. Nunca se demostró su eficacia en solucionar controversias. Su evolución contrastaba en la deriva de los dos proyectos tradicionales latinoamericanos que compartían el teatro geográfico, la Comunidad Andina (CAN) y Mercosur.

Simultáneamente al surgimiento de Unasur, la CAN quedaba herida internamente por su inhabilidad en sublimar su inexistente unión aduanera, a pesar de contar con un notable bagaje de legislación común. La fuga temprana de Chile fue el aviso de los escarceos que Colombia y Perú fraguaban con la UE y Estados Unidos para plasmar acuerdos individuales comerciales que terminaron por provocar la irritación de Venezuela. Chávez necesitaba excusas para anunciar su particular salida y su extemporánea entrada de Mercosur. El ingreso de Caracas en la organización con sede en Montevideo será recordado como la clásica inserción del elefante en la cacharrería, un trauma del que los socios originarios de Mercosur todavía no se han recuperado.

Las ansias de Bolivia por pertenecer a Mercosur es el penúltimo capítulo del drama sudamericano, del que queda como resto el flexible remiendo de una coalición de los miembros más confiables de Mercosur con algunos socios del oriente de subcontinente, en la Alianza del Pacífico. Sería la alternativa a la tradicional construcción de la integración latinoamericana, soslayando la institucionalización, optando por el pragmatismo de los acuerdos comerciales y de inversiones.

El autor es catedrático Jean Monnet y director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami.
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