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Monos arañas del Zoológico Nacional. LAPRENSA/O.Navarrete

El reino animal del Zoológico Nacional

La crisis también afectó a los animales del Zoológico Nacional. Estuvo cerrado durante dos meses y sobrevivió con las reservas, mientras las aves, reptiles, primates, roedores e insectos tenían sus vidas amenazadas

Pipo solía desayunar café con leche, acompañado de panes con mantequilla. Si le daban una rebanada simple, la regresaba y señalaba la manteca. “Dame”, parecía que decía con muecas de mano. Había que untarle la rodaja y devolvérsela, para que este chimpancé del Zoológico Nacional comiera a sus anchas con las piernas cruzadas.

Antes, a Eduardo Sacasa, encargado de este centro, le agradecía abrazándolo a través de las rejas. Le acariciaba la cara con las puntas de los dedos, como un ciego que busca reconocer un rostro por medio de las manos. Con solo el olfato lo reconocía, aunque Sacasa anduviera merodeando a varios metros de distancia.

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Hace más de un año que Pipo cambió. Ahora está escondido en una jaula porque le molestan los ruidos. Agazapado, en la oscuridad, vigila que ningún visitante se le acerque. El año pasado, unos niños de un colegio le tiraron una cartera. Sacó una navaja que había dentro y se acuchilló la pierna derecha. Han intentado curarla varias veces, pero cuando el cascarón está secó, Pipo se lo arranca de un tajo.

En el zoológico es un gran atractivo ver las diferentes especies de aves. LA PRENSA/O.Navarrete

El domingo 12 de agosto Pipo no salió. Ese día el Zoológico registró una visita récord de más de 15 mil personas, ante la alerta de que los animales de este centro necesitaban alimentos después que la crisis política lo mantuviera cerrado para los visitantes durante dos meses.

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“Ahora, gracias a Dios, todos están comiendo mejor”, dice Sacasa, quien habla bajo para que no lo escuche Pipo y empiece a chillar. “Si me mira, tengo que pasar toda la mañana con él”, dice Sacasa, riéndose. “No deja que me vaya”.

Atrás dos tigres de Bengala rugen. El macho anda en celo, pero la hembra no se deja. Solo hay algunos visitantes que se asoman, pegados a las rejas, a varios metros de las jaulas. “Así paso mis días”, dice Sacasa, en medio de más de 400 animales que necesitan su atención.


Enorme granja

El terreno del Zoológico mide aproximadamente 2.7 manzanas. Sin embargo, alquilan 2.5 manzanas adicionales en un centro de rescate, donde hay otros 400 animales en rehabilitación que han sido decomisados, donados o llegan enfermos.

Dos de los seis tigres se llaman Bulni y Tonatiúh. Algunos fueron donados por circos y otros han nacido en el zoológico. LA PRENSA/O.Navarrete

Además de la carne, los alimentos que más necesita este centro son concentrados, frutas y verduras para completar la dieta.

El ingreso al Zoológico cuesta 30 córdobas, y se pagan 20 córdobas adicionales para entrar al Mariposario. Usted también puede donar para el mantenimiento del zoológico y apadrinar un animal.

En 1978 se creó el Zoológico como un lugar de recreación para las familias del antiguo Banic. En 1979, con el triunfo de la revolución, el Zoológico se volvió estatal. Desde septiembre de 1997 Marina Argüello, actual directora, y su esposo el doctor Eduardo Sacasa, se hicieron cargo del Zoológico Nacional.

Nadie más quiere hacerse cargo de él y actualmente enfrenta una crisis económica. Hay una campaña de recoger firmas para pedir al Gobierno que aumente el presupuesto, pero usted puede ayudar a su manutención. En la página www.zoologiconacional.org.ni hay información de interés.


90 especies

El Zoológico Nacional de Nicaragua es el que mejor reproduce tapires, mejor conocidos como dantos, en el mundo. Actualmente tiene un proyecto con una universidad de Estados Unidos para monitorearlos. El peligro es que esta especie se extinga, pues su tasa de reproducción es de cada dos años.

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“En Indio Maíz teníamos un proyecto para conservar los tapires. Pero incluso gente de la zona, que trabajaba con nosotros, los empezó a matar”, dice Eduardo Sacasa.

Al año el Zoológico recibe un presupuesto de 4.2 millones de córdobas de parte del Estado. LAPRENSA/O.Navarrete

En el Zoológico Nacional hay unos 400 animales, de unas 90 especies, entre felinos, aves, reptiles, primates, roedores, insectos y mamíferos.

En una de las jaulas más grandes está un león melena negra. Se encuentra acostado, lamiéndose las garras, a la par de una leona que se mueve de un lado a otro. El león se llama Natán y llegó a Nicaragua como parte de un intercambio con un zoológico de Berlín. La idea era que el león se reprodujera con la leona, pero cuando lo revisaron se enteraron de que había venido castrado.

“No hemos podido sacar el repuesto”, dice Sacasa. Natán no se ha podido adaptar al clima de este país tropical, y es por eso que permanece con el semblante deprimido casi todo el tiempo.

En el caso de los felinos del zoológico: pumas, tigres y leones, a diario comen aproximadamente 30 libras de carne cada uno. Entre todos consumen unas 400 libras de carne a diario, que en su mayoría es donada por dos mataderos del país.

Al año el Zoológico recibe un presupuesto de 4.2 millones de córdobas de parte del Estado. Según sus administradores, este dinero apenas les ajusta para cubrir los servicios básicos, puesto que pagan 780 mil córdobas en energía eléctrica, 72 mil córdobas del servicio de agua, por un convenio con Enacal, más el salario de los 28 empleados, ya que con la crisis hicieron un recorte de seis trabajadores.

Para que el zoológico funcione con normalidad se necesitan unos 12 millones de dólares, según datos de la administración. Eso quiere decir que tienen ocho millones en “saldo rojo”. “Cualquier reducción en el presupuesto terminaría por destruirnos”, dice Sacasa.

Rey Zopilote o Buitre Real es el nombre de esta excepcional ave carroñera.LAPRENSA/O.Navarrete

Los personajes del Zoológico

E l tigre de Bengala es el felino más grande y feroz de la familia. Es un cazador tan dominante que no suele vivir en manada y marca constantemente su territorio. Son excelentes nadadores, veloces corredores y dan saltos de hasta cinco metros de altura. En el zoológico se encuentran seis tigres. Algunos han sido donados por circos y otros han nacido en el zoológico.

Al igual que las aves, los cocodrilos son los parientes vivos más cercanos de los dinosaurios. Tienen más de 24 dientes con los que desgarran y trituran, pero no mastican ni tragan. Pueden vivir más de 100 años. En el Zoológico se encuentran Sargento y la Viuda, ambos fueron donados.

Los búfalos son los miembros más grandes de los Bovini, que incluyen al bisonte y al melenudo Yak. En el zoológico hay un búfalo de agua llamado la Chela. Estos animales habitan en zonas lacustres o pantanosas, porque sus pezuñas les impiden hundirse y pueden desplazarse en el lodo sin dificultad. Suelen ser agresivos, pero domesticados se muestran dóciles.

Los leones habitan en las sabanas africanas y algunos al noreste de la India. Comen ñus, búfalos y cebras. Viven unos 15 años en estado salvaje y hasta 25 años en cautiverio. Natán es el león que vino desde Alemania. Y Milly y Pilly son las leonas donadas al Zoológico.

Panthera onca es el nombre científico del jaguar, el tercer felino. Sus manchas son llamadas “rosetas” por su forma, son buenos nadadores y escaladores. Tienen mordida poderosa y la particularidad de ir directamente a los huesos temporales, no matan por asfixia como los demás felinos.


La crisis

Durante los dos meses que el zoológico estuvo cerrado, Eduardo Sacasa durmió en su oficina. Con todos los tranques y la violencia en las carreteras cercanas, para este hombre de 69 años de edad se le hacía imposible salir del lugar. Ahí dormía, comía y recibía las visitas de sus familiares.

Las iguanas o garrobos son lagartos arbóreos comunes de América Central y de Sudamérica. Los machos tienen una cresta y papada más grande. Poseen un tercer ojo en la cabeza. LAPRENSA/O.Navarrete

“Unos muchachos me traían comida a diario”, dice Sacasa. Como en ese tiempo tenía bastantes alimentos para los animales, lo que hizo fue ponerlos a congelar para que no se descompusieran. Racionaba bastante la carne para los felinos y hubo alguna que otra fruta que temía que se le dañara.

Cuando ya hacía falta lo justo para que se acabaran todos los alimentos, hubo gente que “se la rifó” y llegó en carretones para pasar los productos. “La gente se la jugó. Venía por veredas, en vehículos, pasándola en carretones, pero ahí venía la comida. Fue increíble el apoyo que hubo”.

A inicios de agosto el centro lanzó un llamado de auxilio y debido a eso se ha registrado un desborde de visitantes en estos dos últimos fines de semana, en los que se han recibido más de 10 mil personas. Normalmente al Zoológico llegan unas 100 personas a diario, y los fines de semana esta cifra suele aumentar hasta los 1,500 visitantes.

Inicios

Desde hace 22 años que Eduardo Sacasa está a cargo del Zoológico. En ese momento solo había unos tres trabajadores, y entre todos se hacía un trabajo arduo: se iba a los mataderos, a cortar frutas, se limpiaba las jaulas y se curaba a los animales enfermos.

Sacasa en ese momento trabajaba en otro sitio, y quien se hacía cargo la mayoría del tiempo era su esposa, Marina Argüello, actual directora. En aquel entonces Sacasa llegaba a la hora de su almuerzo, pero se entretenía tanto que se le olvidaba de comer. “Hasta que me fui quedando aquí para siempre”, dice.

Quién diría que para que Sacasa pudiera trabajar en el zoológico tuvieron que pasar dos años. Los antiguos administradores no lo aceptaban como veterinario, con todo y que ofrecía sus servicios de forma gratuita. Sin embargo, un par de tragedias lo acercarían a este centro para siempre: primero unos monos se quebraron los brazos, y segundo, hubo un ataque de abejas que mataron a dos pumas y un jaguar. En ambas situaciones, Sacasa salió al rescate y salvó a los animales.

Natán es el nombre de este león que vino desde Alemania. LAPRENSA/O.Navarrete

Todos los días, Marina Argüello y Eduardo Sacasa llegan a las 5:30 a.m. al zoológico y salen a las 8:00 p.m. para llegar a su casa solamente a dormir. Hay meses, incluso, en que no abren la puerta del patio de su casa. “Ya los perros de mi casa ni nos conocen”, dice Argüello.

La faena

A las 7:00 de la mañana inicia la limpieza de todas las jaulas. Esa labor se extiende hasta las 11:00 de la mañana, mientras les dan de comer a todos los animales. Los encargados de la limpieza aplauden antes de entrar, y en el caso de los felinos, se meten en sus cuevas para que en ese momento se recojan todos los desechos y se desinfecte el sitio.

Hay personas que se oponen a que el Zoológico exista, ya que los animales se mantienen en cautiverio y no en su hábitat natural. Sin embargo, lo cierto es que el tiempo de vida de ellos se duplica. Los tigres de este zoológico, por ejemplo, han vivido durante más de 28 años, ya que la alimentación no les falla y los veterinarios están pendientes de cualquier enfermedad.

Los accidentes, claro está, siempre ocurren. Hace años que a Pipo, el chimpancé, le cayó una verja encima de la cabeza. Le fracturó el cráneo, y un neurocirujano lo tuvo que intervenir para recuperarlo. Ahora Pipo está encerrado porque por cualquier cosa chilla. Cuando las personas lo querían engañar simulando que le regalaban alimentos, él agarraba sus excrementos y se los lanzaba. La gente solía reírse.

Junto a las aves, los cocodrilos son los parientes vivos más cercanos de los dinosaurios y pueden vivir más de 100 años LAPRENSA/O.Navarrete

Desde lejos, a través de un hueco, Pipo vigila a los visitantes y a otros monos araña, que se cuelgan de un pequeño columpio que tienen en la jaula. Esta especie de monos es la más “vulgar”, dice Sacasa. Se les lanzan a las mujeres para levantarles las faldas. En una ocasión, una pareja de monos araña arrebató una cartera de una visitante extranjera. La abrió y sacó el pasaporte y los calzones que andaba la muchacha. Los espectadores se partieron de risa.

Al fondo de este espacio hay un rótulo que dice: “No acercarse”. Cerca, caminan los tapires moviendo el hocico de arriba hacia abajo. De repente las personas agarradas de las verjas arrugan las caras, dan media vuelta mientras caminan de forma acelerada. “Les decimos que no se acerquen porque el olor de la orina de los tapires es bien fuerte y la gente no aguanta”, dice Sacasa, riéndose, mientras acaricia a una puma que se le retoza entre sus manos.

Eduardo Sacasa acaricia a la puma dentro de su jaula. LAPRENSA/O.Navarrete

 

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